diciembre 12, 2012

Proust!

Proust questionnaire, versión de @leidymarmalade.


1.- ¿Cuál es su mayor temor?
Causar daño a otra persona.
2.- El principal rasgo de su carácter 
Va entre la timidez y la introversión. Algunos dicen que es la amabilidad.
3.- La cualidad que prefiere en los hombres 
La capacidad de escuchar.
4.- La cualidad que prefiere en las mujeres 
La independencia.
5.- Lo que aprecia más en sus amigos 
La sinceridad.
6.- Su principal defecto 
Ser impaciente. Y bueno, la timidez cuando no deja vivir a plenitud.
7.- Su ocupación favorita
Leer. Jugar fútbol. Videojuegos.
8.- Su idea de la felicidad completa
¿Pa qué?
9.- ¿Cuál sería su mayor desdicha?
No poder decir lo que pienso. No poder abrazar a quien quiero.
10.- Si no fuese usted mismo ¿quién le gustaría ser?
No sé ser nadie más.
11.- ¿Dónde le gustaría vivir?
En uno y otro lugar. En muchos lugares.
12.- Su color preferido
Azul.
13.- La flor que más le gusta
El girasol.
14.- El pájaro que prefiere
El que puedo ver y fotografiar.
15.- Sus autores favoritos en prosa
Saramago.
16.- Sus poetas preferidos
Baudelaire.
17.- Sus héroes en la ficción
Dorian Gray (?). John McClane. Rocky (?)
18.- Sus heroínas de ficción favoritas
———
19.- Sus compositores preferidos
Beethoven. Bach.
20.- Sus pintores favoritos
Monet, Cezanne, Degas.
21.- Mi héroe de la vida real
Leónidas. Euler. Von Neumann (?).
22.- Mi heroína favorita en la vida real
Marie Curie.
23.- El hecho histórico más deplorable
La venganza romana en Cartago. El holocausto. El uso del holocausto como excusa.
24.- La comida y bebida que más me gustan
Arroz chino con los amigos. Jugo de maracuyá. No juntos.
25.- Mis nombres favoritos
——
26.- Lo que detesto por encima de todo
Lo que me hace desconfiar de otros. Las mentiras injustificadas.
27.- El hecho militar que más admiro
Austerlitz. La tenaza rusa en Stalingrad. Termópilas.
28.- La reforma o cambio social más admirable
El paso de ser recolectores a ser sedentarios agricultores.
29.- El don de la naturaleza que quisiera poseer
Ya los tengo porque hago parte de la naturaleza.
30.- Cómo quisiera morir
Congelado en una montaña nevada. Te vas quedando dormido y no sientes nada.
31.- El estado actual de mi espíritu
Ansioso. Nostálgico.
32.- La falta que me inspira más indulgencia
El que alguien se avergüence de algo.
33.- Mi lema
Verba volant, scripta manent. [Forward!!]

diciembre 07, 2012

diciembre 04, 2012

Knot

A veces, sólo a veces, es difícil mantener la cordura y creer que una coyuntura de hechos es una coincidencia y nada más.
Normalmente te mantienes alejado de algunas cosas en la vida y cuando llegan, se hacen más toscas y no sabes qué esperar.

Cuando reaparece la muerte en medio del quehacer y la rutina, cuando se manifiesta una y otra vez en tan poco tiempo, ese es el momento en el que se requiere un esfuerzo mayor al habitual para asumir que es casualidad, para apagar eso que vive en la mente y dice que ahí hay un patrón, que algo pasa, que la parca está encima de uno, que qué miedo todo.

Extraño tener a quien llamar para no decir una sola palabra. Sólo saber que ese alguien está ahí, al otro lado de esa llamada. Que respira, que está ahí conmigo, que me va a decir que todo va a estar bien y que seguimos vivos.

noviembre 26, 2012

Café negro

La mañana en la que el profesor de filosofía me preguntó si yo salía en las tardes, si compartía con amigos. Que cuántos amigos tenía, Que si no me quedaba solo. Porque eso es muy importante, mijito, salir y pasarla bueno con los amigos, pues. No todo puede ser estar leyendo y haciendo cosas solo. Y usted lee mucho, ya se me llevó el libro de Nietzsche que dejé en la mesa y no me dejó hacer el examen la semana pasada.

Porque yo me robé un libro para leerlo y lo devolví a los tres o cuatro meses. Como si nada. Viéndolo desde acá adelante en el futuro, creería que yo le jalaba muy duro a lo de ser disruptivo y soberbio.

Ahí estábamos parados, tomando una taza de café negro (al que le dicen tinto por acá) frente al salón de profesores. Yo, con las licencias que me permitía por el simple hecho de hacer las cosas bien (y no interesarme en lo más mínimo por las normas y esas cosas), estaba ahí oyendo a alguien que se interesaba por mí en vez de estar en alguna clase. Pero yo seguro andaba usando alguna máscara, algo para cubrir todo lo que pensaba y no me interesaba compartir. Porque qué peligro confiar mucho en alguien. Exponerse.

La otra persona aparte de él que tuvo a bien preguntar en qué pensaba, creyó que me iba a matar en ese diciembre. Siendo que yo estaba tan tranquilo. Nada más cierto que aquello de "los motivos del suicida siempre son incomprendidos".

Pero no me morí. Igual, desde los seis años me da por creer a veces -cada vez menos- que me le escapé a la muerte y todo este tiempo de más es prestado.

noviembre 19, 2012

Older me

Tras hablar con los viejos, a uno le queda la impresión que la imagen de héroe ha cambiado con los años.

Ellos nos contaban cómo seguían con fascinación a aquellos superhombres de antaño con sus proezas dignas de admiración. El que llegó por primera vez al polo sur, el que escaló el primer ocho mil, el que cruzó el África inhóspita. Eran "logros del espíritu humano" que quedaban registrados en las enciclopedias y son recordados aún hoy como ejemplos. De voluntad férrea, de ambición o simplemente de disciplina pero a fin de cuentas ejemplos para aquel que quisiera inspirarse en ellos.

El amigo Andrés se trepaba en su juventud a los farallones de Cali para ayudar en los improvisados rescates de los frecuentes accidentes aéreos, llevando cerro abajo los restos de aviones y pasajeros. Se aventuraba porque lo inspiraban sus héroes. Herzog y Lachenal, aquellos que sufrieron amputaciones en el vagón de un tren por conquistar un ocho mil. Hillary. Amundsen (que hace exactamente cien años anunciaba cómo habían logrado llegar al Polo Sur). Aún los ecos de Leónidas en Termópilas resuenan cuando de mostrar algo ejemplificante se trata.

Hoy en día los héroes resultan efímeros cuando no cuestionables. El deportista que hace historia (hasta que otro le supera el año siguiente). El que hace historia y luego ofrece disculpas porque no respetó las reglas convenidas y todo fue una mentira. El que es héroe un domingo y al siguiente es villano. El que parece héroe pero resulta ser sólo un empleado más, buscando una mejor paga (como cualquiera de nosotros). Por el que se quejan los padres porque no es un dechado de virtudes y un ejemplo aceptable para sus hijos. Como si tuviese que serlo, aun cuando las grandes marcas deportivas vendan otra cosa.
La ciencia tampoco ayuda mucho, pues la gran especialización de cada campo reduce el interés que cualquier neófito pueda tener en lo que sea que haya hecho un ganador del Nobel. Ya nadie muere por la ciencia, no hay sacrificios épicos visibles al público (aparte del hambre que aguantan los grad students y todo eso).

Tal vez, la última línea de defensa para la idea de héroe es aquel que "se parece lo suficiente a uno", aquel que permite la identificación de quienes se ven a sí mismos viviendo a través de esa persona. Un heroe-next-door, tal vez. El que ha sido como uno hasta que es como uno quisiera ser. Aunque esa imagen no siempre lleva a la inspiración y al ejemplo que motiva, sino que lleva a creer que la diferencia es "ese poquito de suerte que yo no tuve" o "el no haber nacido en tal y cual lugar". Muchos simplemente viven las experiencias ajenas, ahora más que antes en medio de las redes y conexiones persistentes, porque lo virtual cada vez se separa menos de lo tangible y para qué esforzarse.

Tener un héroe posiblemente tenga que ver con creer que es posible hacer que las cosas estén mejor en el futuro.

noviembre 14, 2012

ZZ top

Las personas, cuando quieren sentir que pueden cambiar algo, toman control sobre lo que bien tienen a mano.

Yo llevo cinco días dejando crecer la barba (o algo que parece una). Como con los rizos en el pelo, es la lucha entre las ganas de afeitarla y las ganas de aguantarla.

A veces, como ahora, no hay ganas de desarrollar una idea.

noviembre 12, 2012

Calling for papers

Las propuestas para el avatar de @alfabravoteam.

1. Louis Armstrong. Por @theMute.


2. San Dennis. Por @MonsieurDelatour.


3. Tony Adams. Por @sciuridae.


4. Una foto a lo @ensergio. Por @Jormanks. (Actualmente, estamos dejando crecer la barba pa poder tomarnos la foto correspondiente).

5. Una foto de alfabravo, sonriendo. Por @pcastano. (No dijo qué tan reciente tenía que ser)


6. Alfa. Bravo. Team. Por @germanchou.


7. El Sr. Sulu. Por @AcesonBlind.


7. Una sugerencia involuntaria de Jaramillo (@egolaxista_) que resultó apropiada. El #dedoroto, imagen principal del 2010 que prefigura la belleza interior.


¿Cuál les gusta más? Elijan. La más votada la dejamos un buen rato.

PD. Todas las imágenes que no me tienen a mí son propiedad de sus respectivos dueños y se incluyen aquí sólo con fines ilustrativos.

noviembre 10, 2012

Ruhe

Cuando estoy triste es que me parezco más a mí mismo.

Cuando estoy triste, escapo más rápido de las conversaciones, resuelvo dudas con monosílabos y rehuyo análisis profundos de todo aquello que tenga que ver con la rutina. La ruta de bus que nos lleva más rápido, si lloverá o no esta tarde, lo que dijeron en la oficina el otro día. Todo me resulta insoportable como un aura migrañosa y trato de desanimar al interlocutor de continuar con su ráfaga interminable de sonidos. Sonidos insoportables que tratan de revelarme una realidad sin valor alguno para mí.

Hablo mucho conmigo mismo. El monólogo interior se hace discursivo, aleccionante. Se mezclan sin distingo imágenes y palabras. Puedo estar soñando despierto y al instante siguiente me hallo en algún análisis furioso de lo que acabo de soñar. Me encierro en mí y me refugio en mí. Me pierdo, me pierden y sólo miro hacia adentro. El mundo sólo existe en la medida en que está presente en lo que imagino o recuerdo, nada más.

Cuando llego a alguna conclusión particularmente dolorosa, me detengo y siento como si una flecha me atravesara. A estas alturas ya creo saber lo que sintió san Sebastián. Pero siempre pasa, deja una herida limpia y sigue de largo; no he tenido que sacarme ningún flechazo hasta ahora.

Desde que dejé de guardarme todo lo que sentía, siempre que estoy triste lloro un poco. Nunca a moco tendido, con gritos lastimeros o sollozos. Es un lagrimeo silencioso que sólo hace eco por dentro. Sólo lloro para mí, no para pedir ayuda. Creo que eso hace que los demás supongan cosas. Mal, como siempre. Suponen que estoy enojado. Y ahí volvemos a lo de escapar a las conversaciones estúpidas.

Cuando estoy muy triste, hablo más bajito y sonrío por bobadas cuando estoy con desconocidos. Duermo mucho y sueño poco mientras duermo. Desayuno poco por física falta de apetito pero termino compensando el resto de la mañana con múltiples tentempiés. Me tomo una cerveza en solitario. Sólo una.


Creo que la tristeza es algo que no varía con los años, sólo hacemos más sofisticado lo que le ponemos alrededor como si fuese un altar.

noviembre 09, 2012

Ranthought - 20121109

¿Hasta dónde quieren realmente cambiar la naturaleza de las relaciones sociales? Porque la imagen del jefe que acosa sexualmente a la subordinada se proyecta a menudo como ejemplo de desigualdad y maltrato, mientras que la presión social exigiendo que el hombre sea quien conquista y se expone, esa sí permanece en el ideal de la mayoría sin asco y sin vergüenza.

Marica el último, dicen más al norte.

noviembre 07, 2012

Creer

La vida es creer.

Asumir que los papás de uno realmente lo son es tener fe. Creer en ellos y suponer que lo quieren a uno.

Suponer que las cosas estarán mejor en el futuro es tener fe en uno mismo.

Coquetear es creer que es posible que alguien más acepte compartir las bobadas de la vida.

Salir a la calle cada día es creer que esta vez es posible derrotar alguno de los miedos.

Soñar es creer que la muerte dará el tiempo suficiente.

Escribir aquí es creer que vale la pena exponerse sin medida.

Of the dark

Una parte de conocerse a sí mismo es vivir los temores que se albergan. Al menos en los primeros años, uno vive en función de sus miedos que, pareciese, son los que lo mantienen a uno con vida hasta los 10 años. Vivir en una casa en la que el piso de madera rechine sin motivo, prender las luces de camino a la cocina para poder ver a cualquiera que ande por ahí deambulando. Los temores primordiales son comunes a todos y aún así los vivimos a nuestra manera. El coco, los extraterrestres, la patasola; los temores se materializan en los nombres que les damos para poder delimitarlos y, al poder hablar de ellos, controlarlos.

En algún punto, vivir ofrece nuevas fuentes de temor. Saber que uno se va a morir. Saber que los demás se van a morir. Sentir que lo que se sueña está demasiado lejos de donde se está. Creer que se está en medio de una trama elaboradísima en la que el desenlace sólo se evita si se está "un paso antes" del villano y se le niega a la tragedia el elemento sorpresa (quitándole su naturaleza). Diariamente, cada persona en el mundo lidia con la tensión entre sus temores y el vivir a pesar de ellos. A veces, se dejan bajo el tapete los temores y se vive como si se corriera en una trotadora sin descanso; las cosas atropellándonos y el destino siempre inalcanzable, aun estando a la vista. Sin embargo, sólo hace falta un toque sutil en el lugar adecuado para recordarlo todo y voltear a ver los miedos por sobre el hombro, como tratando de no darles demasiada importancia.

Quedan los temores que surgen siempre. La polvareda que se levanta al dar cada paso si no se ha tenido la delicadeza con uno mismo de "mantener la casa en orden". El miedo a fallar (con uno mismo o con alguien más), a herir, a hacer daño, a que no te quieran, a que te olviden, a que no te olviden. A que no olvides. A que no logres recordar esto que sabes que necesitas conservar en la memoria. A equivocarte mientras interactúas con las personas. A no perdonarte los errores. A repetir los errores. A ser una mala persona y quedarte solo. A que no te quieran.
Para estos temores uno celebra cada noche, como Vasili Zaytsev, que regresa a casa con vida y que logró sobrevivir a ellos un día más. Que tal vez mañana haya mejor suerte y los logre dejar tendidos en el suelo junto a la fábrica de tractores, con un tiro entre las cejas. Que como mínimo, hay que evitar darles nuevas municiones.

noviembre 06, 2012

Meh

Se supone que las emociones poderosas hacen esto más fácil. Pero todas las hojas se han ido a la basura y sólo me queda la horrible sinceridad del que no sabe qué poner aquí. Así quiera. Así no piense en nada más por cinco minutos.

Voy a estar bien.

octubre 31, 2012

Suffer well

Así sufrieron el 7-5 dos seguidores de Arsenal. El diálogo comienza cuando ya van 0-4. No sé si comentar en qué momento es cada gol. Creo que se alcanza a entender.


3:54 PM Juan: El glorioso 1FC Athletic Pandebono (el de verdad) haría mejor partido.
 me: NO PUEDO MÁS
  tengo la tripa jodida desde temprano
  y estos manes no ayudan
  NO AYUDAN
3:55 PM Juan: Casi se mata dioMeiden y estos manes no juegan
hoy no es 30, hoy es 24.2 
3:59 PM       me: JUEPUTA VIDA
 me: okas
 me: se viene Eisfeld
4:04 PM Juan: Eisfeld por Lorenzo versión maluca?
 me: ojalá
 Juan: y El Papacito por Chamakh-lo?
 me: no más frimpong
  jueputa
  no sé pero no más
4:05 PM Juan: Frimpong parece jugando pingpong
  malo el chiste, pero había que hacerlo
 me: ESO
  jueputa
  ARSENIO
  FTW
4:06 PM Juan: Falta sacar a chamakh, pero quién entonces?
 me: mmmm yennaris y eisfeld arriba?
4:07 PM Juan: PAPACITO
  PA-PA-CI-TO
 me: naaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
  nanaaa
  nanananaaaaaaaaaaaaa
4:08 PM nanananaaaaaaaaaaaaaa
  giiiirouuuud
4:10 PM eiiiiiiiiis

5 minutes
4:16 PM me: este papi está fino
4:17 PM Juan: seeeh, el papi tiene cara de hattrick
4:18 PM y me matan pucceti y marocco diciendo "McFlurry" a McCleary
 me: jajajaja
 Juan: Blame it on Chamakh
 me: ay marouane
4:19 PM ay thomas
  qué afán tan jijuemadre
4:20 PM Juan: Jopuuuta!
4:21 PM me: ay
  AY
  me popocié
 Juan: Ya, Giroud de 9 y dejémonos de pavadas
4:23 PM me: de por dios
  por diosssssssssss
  dennis santísimo
4:25 PM POR DIOS
  DENNIS
  NO MÁS
  NO MÁAS!!!
 Juan: Dos conclusiones:
4:26 PM 1. The Olivier Giroud Appreciation Society (TOGAS)
  2. Chamakh PA SU MIERDA
 me: frimpong pal bolton o una mierda de esas
  denos a Ryo
  no más frimmy
 Juan: Frimpong se parece a BA Baracus
  …y ya
4:27 PM Y en serio: hasta el coreano de mitad de cuadra es mejor que chamakh
4:28 PM me: esos centros de jenks
  poeta
4:29 PM y gerv fuera por un mes
  ahh
  OG de nueve y ya
4:30 PM Juan: Y lorenzo al campo pa que se concentre
4:32 PM me: LPORENZOOOOO
  ay jueputa
  será?
 Juan: LORENZOOO
 me: me ilusiono?
  ME ILUSIONOOOOO????
4:33 PM Juan: me va a dar un infarto vida hijuemichigan
4:35 PM ay theo!
 me: AY JUEPUTA
4:38 PM Juan: GOLAZO
4:41 PM me: Ya
  me morí
  me moríi
  no me lloren que me morí
4:42 PM Juan: Dennis existe y Olivier es su profeta
4:46 PM y la verdad sea dicha hay que ganar en el extra, en penales le iría mejor al Reading
 me: sin duda

7 minutes
4:53 PM me: AY!
4:54 PM Juan: Hoy Theo por fin fue El Theo de la Gente
4:55 PM y Arshavin, grande el Five Footer
 me: Don Pepito volvió
4:56 PM AY
 Juan: Ya vengo, voy por enlatados
  Se va a acabar el mundo
4:58 PM me: esta recocha se acabó
 Juan: Apocalipsis
4:59 PM y encima se dañó Nacho
 me: calambre llanero
  yennaris a.k.a. the joker
  el comodín
5:04 PM ESE es Kos
 Juan: the Boss
5:05 PM me: Entro fue Jernade Meade?
5:06 PM por qué se la hacen a Giroud y no es falta???
  juez perrata
 Juan: Cuando vuelva a Baires prometo tomar el Roca, bajarme en avellaneda y mear en el estadio de Independiente a ver si eso justifica el mediogansociego que viene pintando ser Damiá
  sisa
 me: sigamos hablando mal de ese malparido
  sigamossss
5:08 PM Juan: "Damián, dejá de hacer canchero!!"
5:13 PM me: por dios
  por qué dejan centrar
  por qué
 Juan: La concha de la lora
5:14 PM Todo de Djourou
5:16 PM me: hmmmm
 Juan: y Meade que dejó sacarlo, y Arshavin que bajó a cubrir pero ya no
5:17 PM me: AY
5:18 PM JUEPUTA
 Juan: THEO
5:19 PM me: eso era de don pepito
  la sacó en la raya
 Juan: Se lo merecía Don Pepito, pero Hattrick de Theo
  win/win
5:20 PM me: DAMIAN
5:21 PM OH
  DIOS

8 minutes
5:30 PM me: tenés bunker?
  atún
  agua
  transistor?
  pito
5:33 PM Juan: Veamos
5:34 PM Hay enlatados
  Hay agua
  Hay gatos
  Hay pilas
  Pito éste
  ehmdigo
 me: jajajajaja

14 minutes
5:48 PM me: juep[uta
  jue pu ta
 Juan: _Ya hice el cardio del mes con este partido

5 minutes
5:54 PM me: si tenía amebas, ya se me salieron
  eso pa qué purga
5:57 PM Juan: el Arsenal es salud: purga y elimina el colesterol
5:58 PM me: y no fue hattric de theo
  el cuarto fue de jenks
 Juan: Si vi que le dieron el cuarto al #1 Fan
6:00 PM Y para seguir pariendo, el sábado es el Sanlo contra Jeta yuniors
 me: y el sábado es visita a old fart
6:01 PM Juan: jueputa vida, el viernes tocará hacer media hora de cardio cada 3 horas

Y uno mira y sí. Todos lo sufrimos parejo.


octubre 29, 2012

Balance

Desde que era pequeño y sabía aún menos que ahora de casi todo, creía que era importante la idea de equilibrio. Demandaba el mismo éxito cumpliendo con tareas y deberes que en el juego diario del recreo. Creaba algún tipo de realidad trascendente en la que, en la mayoría de los casos, lo normal era que sólo tuviese un buen día en una de las dos cosas. Una vaselina de diez metros al arquero en el recreo solía juntarse con una tarea de matemáticas olvidada o una respuesta incorrecta en ciencias sociales.
Con todo y que no fuese frecuente, siempre me exigía hacerlo todo bien y lograr estar en equilibrio.

Algunos años más tarde, comencé a leer y escuchar a otros hablar de ese mismo equilibrio. De la mente sana en el cuerpo sano. Del amigo Andrés (Hurtado) que escalaba montañas al mismo tiempo que se aprendía cuanto poema había sido escrito por un colombiano en el siglo diecinueve. Sí era posible tal equilibrio. Pero ahí mismo comenzaron los problemas.
De los catorce a los quince años, la relación cambiante entre estatura y peso (masa, dirán los más estrictos con el ceño fruncido) me volvió un adolescente particularmente flacuchento y feúcho. Eso hacía más y más difícil el participar en el juego diario sin salir lastimado, ganarle a los otros y mejorar en algo respecto del día anterior. Lo más frustrante de todo fue ver que esta peculiaridad se hizo invariante en el tiempo. No iba a ser más normal. Siempre me veían muy amarillo o muy acabadito. Eso es porque come muy frío, Usted por qué come tan despacio, Eso es porque no come coliflor y brócoli. Qué raro, si usted se parece tanto a su hermano y él no era tan flaco, Andrés. Vamos a hablar con alguna nutricionista para ver si subes de peso. Mira, aquí está la dieta que te dobla las calorías diarias. Qué bueno, subiste diez kilos en seis meses. Qué mal, los perdiste en dos (por culpa de la tusa).

¿Equilibrio? Ya no era equilibrio sino estabilidad, muy lejos del equilibrio. Un estado estable, dinámico en cuanto era capaz de sostenerse a sí mismo con algún botón de turbo en los procesos metabólicos, de una forma que ninguno de los tres médicos llegó a entender. Despertarse todos los días y verse igual llevó al hábito y a alguna forma de aceptación (que nunca ha sido total) en la que todo debe poder hacerse así como soy. Jugar fútbol de forma hábil y sin miedo a los golpes que pueda recibir, hacer cumbre en algún nevado porque, como mínimo, debía poder cargar mi propio peso (y así era, en efecto). Gastar algo de dinero en ungüentos para los golpes en las piernas y parches con analgésico para los golpes en las costillas, pues como es el flaquito, ese ablanda con alguna entrada recia. Ir a nadar cada sábado por un buen tiempo, a ver si la espalda mejoraba (que no llegó a pasar, creo). Y bueno, también me quedó de todo eso una condición física cuando menos aceptable que, más adelante, probó ser de utilidad para el disfrute del sexo.

Conviví en paz con los cincuenta y cinco kilogramos de alfabravo hasta que, hace dos meses, se hicieron sesenta. Con la misma coherencia que habían decidido tercamente ser cincuenta y cinco, sin duda. Se hace menester cambiar la imagen de uno mismo y hacerse a la idea. Y aprovecharlo de alguna forma.

octubre 23, 2012

Nickname

Alfabravoteam, Alfabravo, Alfa, Nelson-san, Alfabravo-kun, Nerdson, Nelxon, donNel, Nelsinho, Bisoño, Biñoño, Alfachavo, Alfachafa, Alfalfa, Deltaépsilon, Nelsiades Carrizosa, Carrizosa, Pato.

Esos son todos los sobrenombres que recuerdo que me han dado. Sin embargo, el 80% de las veces me han dicho Nelson, Andrés o hijueputa.

Editado en 20121024: No sé por qué olvidé estos: Patabravo, El Caricias (pura ironía después de lesionar a dos en dos partidos consecutivos), Gennaro Van Bommel, Van Bommelcito y Pitufo Gruñón.

octubre 17, 2012

Terrario

Llovía. Caían gotas de agua, una tras otra, cada una junto a las otras.

Luego llovía greda, un barro diluido que embarraba todo lo que encontraba en su caída. Todo se vestía de un gris cercano al marrón, uniforme y somnífero.

Poco después comenzó a llover petróleo. La ciudad se disfrazó repentinamente de pozo petrolero, cubriendo a edificios y transeuntes con una capa grasosa, brillante y que difractaba la luz de formas curiosas, creando un raro contraste junto a la greda.

Al rato llovía mierda. Emplastos verdosos, cilindros marrones, tantas formas diferentes como han habido para el mítico ovni. Caían haciendo un ruido sordo y apagado, matizado por el chapoteo sobre el agua o el petróleo.

Cerca de una hora después llovió tierra. Al agua le llovía tierra. Una fina capa que crecía centímetro a centímetro hacia el cielo del que provenía.

Luego, de la nada, un hombre apareció por generación espontánea. Y otro. Y otro más. Hombres y mujeres que luego se darían a la tarea de arar la tierra, moldear la greda, sacarse la mierda y jugar con el petróleo.

Hasta que Dios volteara la pecera de nuevo.

octubre 16, 2012

Big shoes

¿En qué momento vendieron al por mayor la idea según la cual es válido opinar o sugerir sobre una situación, decisión o problema ajeno, poniendo al otro en el lugar de uno y no al revés?

Muchachos, la empatía no es conmutativa. Toca ponerse en el lugar del otro antes de abrir la boca.

Tiranía del lector Redux

J-82 by alfabravo_team

J-82, a photo by alfabravo_team on Flickr.
Hagamos un ejercicio interesante.

Si usted cree que puedo ayudarle en algo, cualquier cosa en la que la distancia física o el tiempo no sean un impedimento, hágalo saber en los comentarios y me daré a la tarea de ayudarle. Sin cobro alguno. Sin pedir algo a cambio.

Me comprometo a ofrecer un esfuerzo real y sincero por ayudarle en su tarea. Sin embargo, hay algunas breves condiciones que deben cumplirse:

- No haré daño a alguien más en su lugar.
- No me haré daño a mí mismo.
- Me reservo el derecho de rechazar solicitudes pueriles.

Una vez dicho esto, tenga a bien dejar su solicitud de ayuda en los comentarios. ¡Espero poder ayudarle!

P.D. Lo olvidaba. También puede enviar sus solicitudes de ayuda al correo alfabravoteam en gmail. Por si prefiere no publicar nada (aunque seguro le preguntaré si puedo comentar algo más adelante).

octubre 11, 2012

Exercise 1

Un juego de vudú fallido. Edberg se movía grácil sobre la pista sin que el sol inclemente lo afectara. A kilómetros de distancia, alguien miraba fijamente la pantalla de su televisor y maldecía aquel brillo fosfatado que le mostraba sin lugar a dudas, cómo sus alfileres de todos los tamaños no cumplían con su propósito. Alfileres enormes con plumas de aves exóticas atados en uno de sus extremos. Velas y velones, una cabeza de gallo en medio de un diminuto charco de sangre, una foto donde Edberg aparecía sonriente. Quien había apostado a Wilander quería tener todo a su favor y había pagado por ello una buena cantidad de dinero a este oscuro personaje. ¿Habría alguna contra a su poderosa magia? Sí, seguro era eso. Alguien protegía a ese hombre contra la magia negra. Los magos suecos seguro eran muy poderosos, muy altos, de tez blanca y largo pelo rubio. Seguro usarían capas blancas con un encendido rojo carmesí en el forro. Sí, este era sin duda un trabajo muy difícil.

***

Un recogebolas con diarrea. El pobre joven se retorcía de dolor mientras las pelotas iban de un lado a otro de la cancha. Tenía suerte de estar encargado de entregar las pelotas para el saque, por lo que podía mantener las piernas juntas y el vientre apretado. Los jugadores tenían la posibilidad de detener el juego e ir al baño. Él, en cambio, debía soportar tanto como pudiese. Se sentía inflado como un koala y tal vez los demás lo veían como uno. Tal vez, si fuera koala, no estaría allí soportando aquel malestar en medio del calor sofocante. Si fuera koala, estaría a la sombra, masticando hojas de eucalipto y atrayendo turistas. Por ahora debía concentrarse en no manchar la cancha con los restos del desayuno. ¿Por qué tenían que jugar tan bien estos dos? Si alguno fuese lo suficientemente malo, el partido acabaría en paliza y se podría ir rápidamente a pasar el resto del día sentado en el sanitario. Menos mal Wilander perdió en tres sets. De no ser así, otros habrían sido los titulares del día siguiente.

***

Un espectador que pensaba en suicidarse después de ver el partido, encerrado en su hotel. A sus ojos, sería bello y poético el dedicar la tarde a ver una final de tenis y la noche a morirse. Esperaba ver un gran juego que le recordara su niñez, en la que las tardes se llenaron de entrenamientos y sobreesfuerzos. Él, tenista frustrado, nunca había logrado entrar al circuito tras huir de maltratos y golpes que su entrenador prodigaba, a él y a todos los desdichados arrastrados allí por sus padres. Había bebido algo de vino en la mañana, lo que le tenía allí al sol con algo de mareo pero sin malestar. Sin euforia. Sólo una placidez inagotable. Hasta reía viendo a uno de los jóvenes recogebolas haciendo gestos de incomodidad entre punto y punto. Parecía sufrir de cólicos pero desde la distancia a la que estaba, no podía saber nada más. Un dolor anónimo.
Todo iba bien hasta que Wilander dejó a Edberg ganar en tres sets. Ahora debía buscar algo que hacer mientras llegaba la noche y con ella, el momento de morirse. Porque nada había salido como esperaba, ni siquiera el último plan de su vida.

***

Un niño viendo el partido por televisión, que decidió luego aprender sueco. Porque tal vez, si aprendía ese idioma que sonaba tan raro a los oídos, podría ser famoso y lo entrevistarían para que hablara como esos dos señores. Y su mamá lo dejaría tener el pelo largo.

***

Historias ocultas del partido final en el Abierto de Australia de 1985. Rama individual masculina. Stefan Edberg contra Mats Wilander (1).

octubre 09, 2012

Guía

Cosas que, después de la experiencia o de un análisis profundo, considero que no debería hacer.
  • Practicar halterofilia. Ajá, la flacura.
  • Comer coliflor. El olor mientras se cocina lo hace un ejercicio impracticable.
  • Vivir en Bosa. Porque sólo Luly goza en Bosa.
  • Estudiar otra cosa a nivel de pregrado (undergraduate). Eso era doble programa o nada. Tocó abandonar la idea de estudiar Física.
  • Vivir con papá. Ya aprendí lo que tenía que aprender.
  • Practicar últimate. ¿A qué hora creyeron que eso era deporte?
  • Jugar fútbol como defensa central. Sí he aprendido a jugar en diferentes puestos a través de los años, pero está claro que de central no tengo cómo jugar.
  • Dejar un coqueteo irresoluto. Eso es pura tortura del Ministerio del Amor, pero autoinfligida.
  • Dejar de escribir en el blog por más de una semana. Es absolutamente indispensable empujarse a pensar en algo más allá de la rutina. Así sea en uno mismo.
  • Permitir que la timidez me detenga cuando me preocupo por alguien. Ya resulta lo suficientemente injusto el que sea una persona tímida e introvertida y que, a la vez, me preocupe por los demás.
  • Dejar de salir en mi bicicleta (o en otra que compre en el futuro). La bicicleta es la libertad.
  • Ahorrar en comida. La comida es la vida. La buena vida.
  • One-night stand. Sólo me gusta si hay confianza y para la confianza hace falta tiempo. Como nota al pie, no me gusta el olor de alguien que no me importa, encima mío. Qué se le hace. No nací pa ser perro.
  • Tener mascotas con alas. Los pájaros nacen para volar, no llego a entender aún para qué los puede uno tener en una jaula o en un patio. Y ya murieron dos pericos a mi cuidado. Déjenme esa tristeza quieta, mejor.
  • Desistir de mejorar mi relación con la teoría musical. Algún día, la guitarra y yo seremos buenos amigos. O al menos nos llevaremos lo suficientemente bien para que yo pueda pasar un tiempo con ella sin sentir frustración.
  • Volver a aislarme del mundo. Máscaras, corazas y silencios. Sólo algunos de los últimos persisten cuando la timidez aflora; los demás están guardados en algún cajón después de ver que exponerse al mundo es la mejor forma de vivir. De paso le ayudamos a lo de seguir escribiendo.
  • Dejar de hablar con los amigos. En algún momento de la vida, dejé que el trabajo me aislara de las personas que quiero y que más me importan. Recordar lo importante que es el no permitir que suceda de nuevo.
  • Odiar. Ni me dura ni me sirve para algo. A mí sólo me aleja la desconfianza.
  • Quitarle la tilde a sólo solamente porque los nazis gramaticales lo permiten -y exigen-.
  • Permitir que se evapore el vocabulario alemán que aún subsiste en la memoria. No reconstruirlo como si fuera Dresden.
  • Creer que los improbables son imposibles. Suficientes imposibles ha visto uno hacerse reales como para insistir en ello. Hasta el electrón cruzó alguna vez el muro de potencial.
  • Pensar en vencer la timidez. Esa, al igual que el desamor y otras tantas cosas, nunca se va. Hay que aprender a vivir con ella para que no sea impedimento al hacer las cosas importantes en la vida. La timidez es el azafrán o la canela. Le cambia el sabor a las cosas.
Y ya. Luego se me ocurrirá algo más que añadir a la lista.

octubre 04, 2012

Punch-out

Restful, a photo by alfabravo_team on Flickr.

Normalmente rehuyo la confrontación física. No me interesa resolver nada a golpes. Lo que no significa que haya dejado de hacerlo alguna vez.

Recuerdo muy vagamente que era víctima de algún bravucón en la ruta del jardín infantil. Moretones y rasguños eran el menú diario que me servía a mí y a otros desafortunados que se sentaban cerca. Alguna mañana desperté mucho menos paciente de lo habitual y, camino al jardín, le di un buen sopapo pleno a la nariz apenas intentó alguno de sus juegos habituales. Sangre. El bravucón sangraba y lloraba al ver su sangre por ahí. Según cuenta mi mamá, la directora del jardín defendió mi puñetazo con sutileza, recordándole al papá de aquel niño lo que su hijo ya había causado. Mi mamá sólo sonrió cuando le contaron lo que había pasado.

En el colegio, aun cuando era ñoño declarado y consumado, nunca fui víctima de chanzas pachunas o de algún golpe casual. Por algún extraño motivo era un ñoño respetado. Es más, yo participaba de las bromas más sutiles como meter a algún enano (en sentido figurado) a una caneca o al cumpleañero de turno en los lavamanos (que parecían abrevadero, por eso servían bien al propósito de empapar a algún infeliz), siempre después de alguna persecución por los pasillos. Más allá de eso, me abstenía de participar o denunciar cualquier cosa. Entortugada de maletas con escupitajos (y cosas peores), peleas programadas con días de anticipación en el Parque del Brasil, peleas rudas e inesperadas en pleno salón de clase. Nunca se enteraron por mí. Tal vez, el único golpe franco e intencional que recibí fue un buen recto al hígado que me dió un cabrón mientras jugábamos fútbol en el patio, creo que en séptimo. Que dejé sin cobrar. Siempre que lo pensaba, lo veía como algo totalmente innecesario.

He pasado por un par de intentos de robo, mediocres, que no llegaron a ser exitosos (para el ladrón). Uno de esos, saliendo de la oficina y caminando por la calle 92 con 15, en Bogotá. En medio del separador, un tipo me agarró del saco y, simulando que llevaba alguna navaja, me pedía el celular. Creo que ese había sido casualmente un muy mal día para mí, por lo que terminé empujándolo e insultándolo. El tipo abrió los ojos, dio media vuelta y se fue caminando hacia cualquier parte con mucha prisa.

Al final, todo eso sale en forma de muchas malas palabras jugando videojuegos, en los que soy muy competitivo. Jugando Rummy con mi hermana era igual pero creo que ya se me pasó. Bueno, eso y que, a pesar de los escasos sesenta kilogramos, siempre voy con tanta fuerza como puedo al disputar un balón mientras juego fútbol. "Flaquito pero de tuétano duro", dice mi mamá. El Caricias (pura ironía) o Patabravo, dicen los amigos y rivales. Al final, resulto ser un tipo pacífico si lo comparamos con el promedio nacional.

octubre 02, 2012

Enlightenment

Pelirroja by alfabravo_team

Pelirroja, a photo by alfabravo_team on Flickr.
Si no encuentro algo que me motive a salir temprano, correr y esforzarme, me voy a terminar matando.

septiembre 30, 2012

Definición

IMG_1172 by alfabravo_team

Flores, a photo by alfabravo_team on Flickr.
capricho.
(Del it. capriccio).
1. m. Determinación que se toma arbitrariamente, inspirada por un antojo, por humor o por deleite en lo extravagante y original.
2. m. Persona, animal o cosa que es objeto de tal determinación.
3. m. Obra de arte en que el ingenio o la fantasía rompen la observancia de las reglas.
4. m. Mús. Pieza compuesta de forma libre y fantasiosa.

(Tomado del Wikcionario)

septiembre 28, 2012

Chit chat

- Dele.
- Que no.
- Hágale pues. Ya qué, ya le toca.
- Nada, no me toca nada todavía porque no me estoy muriendo. No moleste.
- Mírela bien. Ahora mírese. Usted sí quiere.
- Que no. Bueno, sí, pero ese no es el punto.
- Ese es EL punto.
- Claro que no. El día que usted se quería botar de cabeza por el acantilado, no había ningún punto a discutir. Ni siquiera pa pensarlo.
- Era diferente. Es normal que yo piense en locuras. En usted eso se da para la muerte de un obispo.
- Locuras son locuras, suyas o mías. Y por eso se llaman locuras. Mera locancia.
- Juegue a ser yo. Por esta vez. Y yo me quedo callado como si fuera usted.
- Qué va, voy a tomar coacola fría para que le pase el raye. Tome, bien fría.
- Naah, el que anda con calentura y nervios es usted. A mí no me eche la culpa. Y tampoco me eche coacola que esa mierda es muy fea.

***

- Oiga
- ¿Qué?
- Vea para allá.
- Uy!
- ¿Ya se rayó otra vez? Bien. Ahora sí, dele.
- Que no.
- Haga algo.
- ¿Qué quiere que haga?
- Algo, manito. Antójese de ese cuello que se ve debajo de ese pelo.
- Sí, el pelito bonito. Eso es cierto. Y el cuello tiernito. ¿Pero con qué jugamos primero, con el pelo o con el cuello?
- Vea. Pues pruebe uno y luego el otro.
- Bueno, pero elija uno. Colabore. Ya que está tan interesado, opine.
- A mí me da igual. Usted es el que se raya por esas cosas. Vea a ver qué es lo que más le gustaría a usted y hágalo.
- Las dos cosas serían buenas. Todo depende de lo que uno espera que pase después.
- Haga de cuenta que no va a pasar nada y hágalo. Ya. Resuelto el problema.
- No sé...
- Ah, no joda. ¿Otra vez?

***

- Y bueno, ¿ya decidió no hacer nada?
- No decidí nada. Eso es lo malo.
- Pero vea que es porque quiere. No lo desanima el tiempo o la distancia. Seis mil millas después, lo complican sus propios pensamientos. Ni siquiera es mi culpa esta vez.
- Usted se atraviesa feo a veces pero hoy está como calmado. ¿Qué tiene?
- Es raro, pero verlo contento me pone contento a mí también. No sabía que eso pasaba. Y pues, está como buena la sensación.
- ¿Le parece? A mí me parece que estamos igual que siempre.
- Véase. ¿No le parece que está diferente a otras veces? Desde acá lo veo diferente.
- ¿Mejor?
- Sí, mejor. A mí me gusta verlo así, ya le dije.
- Bueno, chévere. ¿Podemos hacer algo pa estar aún mejor? ¿Se le ocurre algo?
- Ya le dije lo que se me ocurre. Es lo único que se me ocurre. De hecho, no se me ocurre nada más por mucho que lo pienso.
- Pero eso está complicado.
- Es. Muy. Simple. No comience a darle vueltas que termina mareado.
- Mareado quedé ayer.
- Hágale.
- Bueno, hagamos alguna bobada. Como para llamar la atención...

***
- Ya, ya hice algo.
- No, hombre. Eso no cuenta.
- Claro que sí. Tiene manos bonitas.
- Aahhh, perezoso.
- Nonono, cual perezoso. Si yo quiero jugar.
- Oiga, ese lado suyo que se la pasa consintiendo y jugando lo tiene jodido.
- Déjeme. Usted sabe que siempre elijo jugar porque así conoce uno más fácil.
- Envidioso. Se la pasa conociendo para guardarse todo usted solito.
- Para nada. Consentir y jugar implican dar algo a cambio.
- Igual, siempre termina guardándose cosas. yunouguataimin.
- Pero eso sólo me afecta a mí.
- No crea. Como mínimo, me deja a mí también adolorido. Camine pues, después hablamos.

septiembre 26, 2012

Mesa preferencial

Coticen el amor como commodity. Eso fijo, fijo da mucha plata. Más que los energéticos.

Con ese se especula muy fácil. Es más volátil que el petróleo. El retorno puede ser altísimo. Se puede transar rápidamente.

septiembre 24, 2012

Pennies and cents

Mientras estuve en el colegio, vi a otros vender artículos varios para ganar algo de dinero. Pitillos rellenos de gelatina, gomitas ácidas con forma de gusano, dulces y galletas. En los últimos años la sofisticación llegaba a disponer de emparedados con gaseosa en lata (fría, claro), repollas y papas fritas en paquete, en cualquier clase del día.
Otros vendían su habilidad para realizar algunos de los trabajos más dispendiosos. Planchas de dibujo técnico, ensayos de literatura, mapas orográficos. Todo aquello en lo que la pereza solía vencer a la paciencia.

Yo gané dinero con mi ñoñez, claro. El día del idioma era divertido porque era seguro que ganaba dinero cortesía del amigo Andrés (Hurtado) y del Cablecito (el hijo de El Cable, venerable periódico escolar). Varias veces me ofrecieron dinero para sentarme junto a la puerta de algún salón y responder el examen de algún infeliz. Siempre rechacé la oferta y por eso me tenían por un hijueputa arrogante.

Después de mostrar habilidad para el origami (sí, hice jirafas y elefantes, papá noel y reyes magos) y con los morracos en plastilina (sí, también aprendí a hacer jirafas y elefantes, ardillas y cocodrilos con plastilina), volví a ganar dinero con la ñoñez cuando el amigo Andrés me dió la tarea de enseñar ortografía a un perfecto desconocido, a quien yo había visto con cara de sufrimiento un par de veces mientras deambulaba por el colegio.
Resultó ser uno de aquellos vagos despreciables que ahora sufría porque no era capaz de transcribir decentemente alguno de los dictados que Andrés (Hurtado) solía hacer mientras leía las páginas de El País de Cali. O de El Espectador. Recitando pasajes completos de La Vorágine sin titubear. Porque podían graduarse sin saber qué era un histograma o cuál era el símbolo químico del Cesio, pero jamás lo harían sin ortografía aceptable.

Era mayor que yo y lo aparentaba con creces. Y aun cuando pudo mostrarse arrogante o descreído, desde el momento que lo saludé respondió siempre con humildad y dispuesto a escuchar todo lo que yo, ya flaco y poco emotivo, tuviese para decir. Andrés (Hurtado) me instruyó desde el principio, en claro modo imperativo, sobre cuánto cobrarle por hora de instrucción. Durante una semana, me quedé después de clases hasta el final de la tarde, guiando al pobre muchacho mientras yo mismo suponía que era capaz de dibujar en alguna parte una línea clara que pudiésemos seguir a modo de clase.

Al final de la semana, nos despedimos y él se veía con mucha más confianza, como si con todo lo que practicó y preguntó ya estuviera listo para enfrentar cualquier cosa en el mundo. O algo así. Nunca lo volví a ver y sólo supe de su suerte cuando le pregunté a Andrés (Hurtado), tres semanas después, por el resultado del examen. -Sí, pasó-, respondió escuetamente.

Creo que Andrés (Hurtado) insistió tanto en que le cobrara por la ayuda porque sospechó siempre que lo habría hecho gratis.

septiembre 23, 2012

septiembre 21, 2012

Ansteigen

Llego a la fila para comprar el pasaje. Al otro lado de la entrada están una mujer y un hombre joven, cerca de los treinta años, que hablan en voz baja. Miro hacia la fila y luego, al voltear a mirar de nuevo, veo al joven acercarse, con determinación pero rehuyendo las miradas de otros.

Me pregunta si puedo ayudarle con algo. La mujer con la que hablaba mira de lejos con curiosidad. Le respondo preguntándole en qué puedo ayudarle, me comenta que necesita ayuda con dinero para el pasaje. Miro de nuevo a la mujer y luego le digo a él que puedo comprar el pasaje junto con el mío. Me aclara que el de él es especial, pues debe incluir el pasaje a un municipio cercano.

Compro los tres pasajes, dos míos para ir y volver, uno para él que va de regreso a casa. Me agradece con cara de timidez y sudor en la frente. Salió más tímido que yo. Pasamos el torniquete y cada uno va a una fila diferente para esperar.

Una vez entramos, se acerca nuevamente y me agradece con expresión de nerviosismo y sinceridad. Se presenta, con lo que llego a saber que se llama Juan Fernando. Me comenta que entró a trabajar hace tan sólo dos semanas en una fábrica muy conocida, hace sólo quince días, por lo que se esfuerza yendo incluso en domingos como hoy. Se vale de amigos y vecinos buscando conseguir el dinero que necesita para ir y volver, esperando que llegue el primer pago. Tiene tres hijos y, tras varios meses desempleado, no quiere dejar escapar la oportunidad de contar con un ingreso seguro que le permita cuidar de ellos.
Me ofrece anotar su número telefónico por si alguna vez llego a necesitar dónde quedarme o simplemente ayuda de un nuevo amigo. Por primera vez, la timidez da paso a una cara que refleja alegría. Me agradece de nuevo y me colma de bendiciones.

Me pregunta de dónde soy. Aclara luego que cree que soy español por el acento raro, que no parece de bogotano. Comenta luego, nuevamente con timidez, que es extraño que yo sea tan amable sabiendo que normalmente -con todo respeto-, los que viven en Bogotá suelen ser acelerados, serios y poco amables. No me esfuerzo en afirmar algo diferente, pues el lugar común no está muy lejos de lo que describe.

Me dice que me ve muy solo y pregunta si no tengo a alguien con quién pasar el tiempo. Suben dos mujeres jóvenes y él sonríe al decirme que mire, vea cómo hay muchas mujeres por ahí para conocer. Me pregunta por qué no las miro de arriba a abajo y de abajo a arriba. Que si soy cristiano o algo. Relajado, relajado, ya las vi cuando entraron.

Me ofrece un consejo. Debo tener cuidado con las mujeres que andan por ahí en los barrios. Es mejor salir con las que van a las oficinas a trabajar, pues suelen ser personas amables y juiciosas. Esta ciudad es un buen lugar para salir con alguien; hay muchas personas para conocer. No es bueno que usted ande tan solo por ahí.

Le agradezco el consejo mientras llegamos a la parada. Sonrío, me despido y me bajo. Mientras salgo de la estación, pienso en todo lo que acaba de pasar.

Hice la buena obra del día, pude ayudar a alguien que lo necesitaba. A cambio, recibí gratitud sincera e inesperadas palabras de consuelo cuando no las andaba buscando. Es sin duda un trato justo.

septiembre 20, 2012

Improve

Eran otros tiempos. Cuando yo comencé el primer semestre en la universidad, no existían las memorias con puerto USB y todos los programas en C++ se cargaban en cajas de diskettes floppy de tres y media pulgadas. Se cargaban varios discos en la misma caja y se copiaban los archivos en dos o tres de ellos por si alguno de los discos fallaba justo ese día.
Cuando se trataba de compartir programas, juegos, canciones y videos, lo que se hacía normalmente era sacar el disco duro de su sitio, empacarlo en una bolsa antiestática (yo usaba una capa adicional, una bolsa con burbujas) y llevarlo al computador del destinatario para conectarlo y copiar cosas de un lado a otro. Igual pasaba si alguien no tenía aún unidad de CD con opción de escritura, valiéndose entonces de algún buen amigo que le dejara conectar el disco y quemar datos durante toda la tarde.
La primera memoria USB recién la tuve en 2004. Permitía cargar 128MB de información ocupando el espacio de un llavero y, siendo una memoria Flash, era varias veces más confiable que un disco magnético estándar. Como en aquel entonces ya trabajaba en proyectos varios de la universidad, la memoria no daba abasto para las imágenes de CD que descargaba a sorprendentes 18Mbps (¿o eran catorce?) durante las noches y los domingos en la mañana (sí, tenía que ir todos los días, pero ese es material de otro post). Por ello, seguíamos cargando torres y discos hasta los últimos semestres en los que los computadores portátiles y los discos duros externos se hicieron asequibles y populares.

Entre esos dos extremos de la historia, recuerdo que llegaron noticias lejanas de los ZIP discs, discos con capacidad de 120MB que nunca vi o llegué a usar; me crucé alguna vez con un dueño de un reproductor de minidisc al que vi apenas como un nostálgico que se rehusaba a dejar morir una tecnología intermedia y de éxito discutible. Siempre había pequeños intentos antes de cada gran innovación.

Todo ese tiempo, el almacenamiento físico era importante porque la conexión más rápida (sin abusar del canal de la universidad) era la conexión de TvCable a 64 kbps (luego subiría a 128kbps) que en la práctica, daban para subir un archivo a 8kbps (toda conexión residencial es asimétrica por aquello del uso habitual) y tardar horas en dejar un archivo en algún lugar de lo que ahora llaman La Nube. Los correos electrónicos no pasaban de 10MB de capacidad y la versión beta de GMail (con lista de espera e invitación) recién salió en ese mismo 2004 en el que tuve la primera memoria USB. Era un correo electrónico con 1GB de espacio disponible para guardar, literalmente, todo lo que llegara. A veces, cuando me da nostalgia, doy clic en el vínculo que me lleva a los primeros correos recibidos, llenos de scripts y esquemas de base de datos para los proyectos en los que trabajaba.
Era la solución perfecta a la nostalgia, que atacaba cuando los correos habituales se llenaban y obligaban a guardar correos en el formato que fuera posible, aún en texto plano. GMail se volvió una versión digital de la cajita en la que se guardan todas las maricaditas que le traen a uno recuerdos.

septiembre 19, 2012

Redirigir

Sigo sin poder dejar comentarios en el blog de Sergio. La última, hoy, es encontrar un mensaje como este al hacer clic en el botón "Enviar"

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Wordpress se está buscando una muerte muy chimba, parce.

Update: El comentario sí se guardó pero falló al mostrar de nuevo el blog. Como el día que le mandé una postal electrónica cursi a A. y falló al mostrarme el mensaje de éxito. Sé que le llegó tres veces la notificación.

septiembre 18, 2012

Welding

Una de varias rarezas relativas en mi infancia y adolescencia estuvo en no haberme quebrado un hueso a pesar de estar en un colegio masculino en el que algunos llevaron como juguete en primer grado, unos guantes de boxeo. Jugábamos a diario sobre patios de asfalto, corríamos de arriba a abajo por las escaleras entre los cuatro niveles, sobre pisos de baldosas antiquísimas recubiertas por alguna clase de protector transparente que resultaba poco amable en días lluviosos.
Todo se prestaba para romperse la crisma y sin embargo, salí indemne más allá de rodillas sangrantes, una nariz sangrante y varios pantalones rotos.

Sólo fue hasta bien entrado en la veintena de años que terminé quebrándome algo. No fue jugando fútbol en una de las descuidadas canchas de la universidad, ni caminando por alguna montaña como nos enseñó el amigo Andrés. No. Fue caminando por la calle que tropecé torpemente y me apoyé en la mano izquierda, girando alrededor del dedo pulgar y sobreextendiéndolo. El tendón le ganó el pulso al hueso y un pequeño trozo salió de su lugar. Como nunca me había pasado algo semejante, al ver el dedo hincharse y sentir un leve dolor punzante creí que sólo era un esguince y que sanaría en un par de semanas. Cuando pasó una semana y la hinchazón no cedía, acudí a una cita de control que terminó en urgencias de una clínica, un viernes en la noche. Compartí espacio con un paisa en sus treintas, adolorido y magullado, que se había caído de su moto viajando hacia Villavicencio. Él llamaba a sus amigos para contarles y quejarse de sus costillas ome, mientras yo veía con curiosidad las radiografías en las que se dibujaba un escalón perfecto en la falange del pulgar. Escalón que casi garantiza cirugía pero que, como era viernes en la noche, no tenía ortopedista cerca que lo evaluara y me dejó ir a casa con una férula en yeso hasta la semana siguiente.

El pequeño fragmento se disolvió, maravillas de la naturaleza, y el dedo volvió a funcionar tras un mes de para, envuelto en aquella férula de yeso y sin cirugía. La fisioterapia fue intensa, combinando mañanas de parafina y ultrasonido con tardes de Pro Evolution Soccer en PS2. La falange traqueaba en cada enganche con el jugador favorito del videojuego y se cansaba rápidamente al punto del dolor. Lo más aterrador sucedió en la primera noche de libertad, en la que vi que era incapaz de sostener una hoja de papel. Se.me.ca.yó.la.ho.ja. Ahí viví lo que leía en los libros de anatomía sobre el desuso de los músculos, cual astronauta en órbita, y la pérdida de tono muscular. Qué bonito es ver cómo lo que dicen los libros es cierto.

Si quieren ver hasta dónde es indispensable su dedo pulgar, intenten usar cuchillo y tenedor o abrir un paquete de papas fritas sin usar uno de los pulgares. Si se sienten hábiles, inténtenlo con un tubito de Sparkies de los que traen los dulces en línea. O con una menta de esas que vienen en empaque individual sellado.

En el fondo es una lección de humildad. Aprender a dejar que los demás le ayuden a uno. Así sea porque hay presión social creando algún tipo de deber moral.

septiembre 17, 2012

Rizos

Por más que me siento a ver fotografías, a leer cuadernos y cartas, sólo he podido recobrar tres recuerdos de mi hermano. El primero es tal vez el más lejano. Estamos almorzando aún en el primer apartamento que recuerdo. Todos a la mesa, yo estaba en medio de algún berrinche o gruñido por la comida, mi hermano sentado a la cabecera de la mesa diciéndole a todos que no me consintieran tanto y que yo debía comer sin chistar. Que para eso ya estaba grande. Como siempre, es un recuerdo que bordea los cuatro años.

El segundo, del día en el que nos pasamos a vivir muy al norte de la ciudad. Esa misma tarde, cargó mi triciclo rojo y me llevó a dar algunas vueltas por el parque. Estaba ya oscuro, eran algo más de las seis de la tarde. Estuvimos una media hora en la que me divertí dando vueltas entre los juegos y los árboles. No recuerdo si él mismo llevó el triciclo de regreso o lo llevé yo mismo dando la vuelta alrededor del estacionamiento y los bloques más alejados.

El tercero y último, ya en el apartamento nuevo, es otro almuerzo. Él había llegado de la universidad y almorzaba con algo de prisa. En esas, dejó caer mi plato de sopa (él quería comer poco porque iba de afán) y yo fui a quejarme con mamá porque ahora mi vajilla estaba incompleta. Creo que prometieron reponerlo, aunque seguro sería difícil pues tenía un enorme dibujo en el fondo de un niño a-la-huckleberry-finn, con un pato en la mano, riendo, frente a un letrero rústico que decía "vedado de caza".

Sé que papá me alzó en brazos para que pudiera ver el cadaver de mi hermano en la misa de exequias. Fue en la capilla de la universidad en la que él estudiaba, un templo voluminoso y extrañamente oscuro. Sin embargo, no recuerdo lo que vi en ese momento y la memoria da un salto a una tarde fría, sentado junto a la carpa que cubría el foso. No recuerdo a nadie salvo a mi hermana, sentada cerca, llorando.

Aún conservo un pocillo y un plato de mi vajilla incompleta. Uso el plato cuando quiero comer poco y voy de afán.

septiembre 13, 2012

Wiedervereinigung*

Mi mamá me dice que lo primero que me oyó leer en voz alta fue una guía turística de Colombia que estaba por ahí. Un libro alargado, medio negrito, delgado y aburrido. En los días tristes llego a pensar que era premonición de cómo sería yo en el futuro lejano. Pero bueno, yo tenía la biblioteca de la casa para practicar. Ser el menor de tres hermanos garantizaba que tuviéramos muchos libros de texto, novelas colombianas de Soto Aparicio y Carrasquilla, una edición bonita de Pedro Páramo y todo eso que les gusta poner a leer en los colegios de por acá. Con la diferencia que mis libros ya olían a biblioteca y eran especiales, no tenían los colores horrendos de las ediciones de Panamericana.

Cuando era lo suficientemente pequeño para que mi hermana creyera que no sabía inglés, me gustaba que nos sentáramos en algún lugar de la casa y me tradujera la historia de Amelia Earhart que estaba en algún libro de texto de Inglés. Uno con una portada en la que aparecían dos piés cruzados sobre un prado muy verde, con unos tennis de hipster. En los trasteos de hace unos años sé que vi ese libro y logré desligarme de él, como si diera por superado algo.

Había muchas enciclopedias, algunas en las que todavía existía la Unión Soviética y Franco continuaba controlando los destinos de los chapetones. Libros que una y otra vez me ahorraban la tediosa tarea de ir a alguna biblioteca porque no encontraba las partes de la célula, los alcanos con los alifáticos y aromáticos, el músculo sartorio o el cuádriceps, las revoluciones de 1820 en Europa, lo que le dio por escribir a San Agustín. Todo lo encontraba en mi biblioteca cuando no había Internet. To-do. Libros de Lenin (que escribía con las patas) a los que luego añadí un par (por obligación, tocó leerlo en el colegio), biografías hasta de Mussolini, libros de Electricidad, libros buenísimos de Anatomía que mi hermana había pedido prestados y terminamos adoptando, libros de cuentos con expresiones chapetonas, un diccionario de inglés que parecía edición ilustrada de Ulises comparado con el pequeño diccionario amarillo de la Chicago University, libros de cuentos infantiles de diferentes partes del mundo, libros de mapas que recorrí página a página. Ya me acordé de ese libro de Julio Verne, Un capitán de Quince años, que leí como cinco o seis veces y que me tuvo a poco de querer salir a explorar África. Luego miraba las enciclopedias y nada, ya todo estaba explorado y no tenía gracia cruzarse un continente.
En 1999 me leí el Cuento de la Isla Desconocida y volví a creer que descubría un lugar maravilloso y era famoso. Pero después le regalé el cuentico a una infeliz y me quedé sin Isla Desconocida y sin fama.

Le he añadido cosas chéveres a esa biblioteca. Libros de Tintín, pero no muchos porque no me gusta tanto para gastarle mucha plata. Libros de historia y economía colombiana. La Ilíada, porque qué berracos para insultarse con estilo. El libro más bonito del mundo entero, que es un Taschen de Monet en oferta a cinco dólares pero vale millones porque me lo trajo mi mejor amigo de NYC después de verme cómo había llorado de la emoción el día que vi seis cuadros de Monet juntos. ¿O eran siete?
También llegaron libros de texto que cuidé con esmero, hasta aprendí a forrarlos para que no les pasara nada (por eso odio al hijueputa que me rayó el libro de sociales de sexto; le pintó los nombres a los dioses griegos del último capítulo). Y tras ellos, los libros de física y cálculo. Porque los de ingeniería los pedí prestados, los leí en .pdf o .chm.

En el último trasteo decidimos regalar muchos libros. Todos los libros de texto de mis hermanos que mi mamá cuidó tanto, mis libros de texto que seguro le servían a alguien. Copias repetidas de novelas malas. Enciclopedias que ya nadie consultaba. Muchas biblias, varias de ellas protestantes que aún no sabemos cómo llegaron pero que fueron rechazadas tajantemente por el profesor de religión de turno. Hasta me preguntaron si en mi casa eran evangélicos. Faltaba más, mi mamá es una mujer piadosa que va a misa y me hace ir a mí. Tan es así que vea, mi catecismo no es el de Astete sino el más caro y moderno porque quiero aprender mucho, hermano. Y aprendí. Por eso mismo me salí de las misas y la compasión. Mi mamá reza por los dos, igual.

Cada vez que la biblioteca de Ingeniería en la universidad necesitaba liberar espacio, feriaba libros y revistas para que los ñoños más caprichosos se llevaran a su casa lo que quisieran. Yo me hice a una revista de guías de ruta alemana que casualmente era anterior a la caída del muro de Berlín, por lo que se podía ver en detalle cómo se pasaba por un territorio commie antes de llegar a la capital. También encontré un libro de arquitectura (esas cosas que algún día quise estudiar pero que vi como mero capricho) donde mostraban cómo se habían hecho las torres gemelas. Claro, para chicanearle a los nietos.

El día que la exnovia compró Kindle, me pregunté qué sería de todos mis libros, que he estado cargando de casa en casa y de mueble en mueble por tantos años. ¿Será que ahora sí compro los libros de ingeniería y las novelas caras? Además, 3G en todo el mundo para cuando vaya a conocer el mundo.
Hace tres semanas encontré una versión en papel de Catch-22, en inglés, y volví a olvidarme del Kindle. Además, no hace mucho me encontré cincuenta mil pesos en un libro que leí hace un año, eso no me va a pasar con un Kindle jamás.

* La reunificación (alemana). De esas palabras que juré no olvidar y que no dejaría de repetir al encontrar el libro de rutas en la Alemania Federal.

Cold

La relación con la exnovia siempre ha sido peculiar. Incluso cuando comenzó a ser la novia, ya en aquel entonces el contexto y las condiciones hacían de todo algo muy extraño. Visto con incredulidad o extrañeza por la gente alrededor. grandes riesgos, problemas apenas evidentes, dificultades que se veían insalvables. E igual seguimos juntos porque había confianza. Y fue duradero, contra todo pronóstico.

Hoy en día los comentarios son similares. Que con la exnovia no se habla, que si no se olvida es porque  no se ha terminado del todo la cosa. O es que todavía te gusta, es que vas a volver con ella. Y así, todos dejan su preocupación particular sobre lo conveniente que pueda ser el seguir interactuando con la exnovia. Un pecado capital a los ojos de la sabiduría popular, esa misma que le apacigua las penas al corazón roto rellenándolo con odio -a veces injustificado- como quien rellena con cemento fresco el andén resquebrajado para endurecerlo.

La soledad presente no ha dejado responder la pregunta que muchos hacen, el saber si seguir viéndose con la exnovia puede afectar el que me vea con alguien más. En parte, creería que no depende de mí sino de la confianza que tenga -y se tenga- quien salga conmigo (1) e igual es probable que tanto la exnovia como yo agrandemos la distancia para evitar herir susceptibilidades. Yo ya aprendí a convivir, en gran medida, con esta memoria que no deja ir nada y que me tiene de ida y vuelta entre el pasado vaporoso y el presente incierto y que por eso mismo, sabe que el presente tiene motivos y que recordar también garantiza el tener claro que así se está mejor.

Además, si sólo hay dos personas en todo el mundo que lo conocen a uno de verdad, ¿para qué desperdiciar la posibilidad de compartir con ella si no le nace a uno odiarla?

(1) Ya de por sí soy difícil de llevar y eso. Qué más da.

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