febrero 06, 2019

Ranthought - 20190206

En algún momento, muchos comenzaron a preguntarse si el modelo de Amazon para vender libros digitales tenía sentido. Específicamente, comentaban cómola propiedad del bien adquirido se diluía hasta volverse puro éter. Se compraba un libro pero el libro no existía. Se compraba el libro pero el libro dejaba de existir si la cuenta en Amazon se cerraba.

Se vendía el acceso a algo que podía estar disponible hasta el fin del los días, del usuario o de Amazon. Pocas cosas más intangibles que esa. Todo depende, entonces, de que el usuario quiera tener o simplemente poder ver el libro en cuestión.

Ahora mismo el software, arquetipo de lo intangible desde su origen, recorre exactamente el mismo camino. Resulta que el software por el que pagamos ya no nos pertenece. Es una forma extraña de ir en contra de todo lo que el movimiento Open Source nos ha dicho hasta el cansancio. Las licencias para compartir y redistribuir el software. Todo eso se vuelve humo y ahora los proveedores nos ofrecen sus productos por una (no tan) módica cuota mensual. Así como el libro se convirtió en un pago por poderlo ver, el software se volvió un pago por el servicio, por el uso del software durante el período de tiempo autorizado. Puedes utilizar los archivos que generas con este software siempre y cuando pagues por nuestro servicio.

A la mierda se fue todo el discurso de la tecnología como factor de igualdad. Como para quitarle las alas (de cera) a la cháchara de la economía naranja.

Supone uno que, con cosas como el bloqueo completo de un río mayor en las noticias, lo siguiente será cobrar por no morirse deshidratado como siguiente etapa del cobrar por el agua potable.

febrero 02, 2019

Driver

Los adolescentes hacen muchas cosas mientras pasan tiempo con los amigos del colegio. Sobre todo si son esos colegios estúpidos en los que sólo hay gente del mismo sexo biológico. La gente se compara el pipí, comparte pornografía y todas esas cosas.

Y bueno, a mí lo de la comparación nunca me pareció divertido ni relevante, así que ese tiempo lo gasté jugando videojuegos. Hubo uno en particular al que le boté muchas horas junto a un par de amigos: Driver. Era un juego de PlayStation en el que se hacía de chofer (policía infiltrado) para llevar y traer ladrones y mafiosos. Misiones y misiones cruzando las calles de varias ciudades gringas a toda velocidad, esquivando policías en medio del tráfico habitual. Un juego particularmente entretenido y con alto grado de dificultad en varias misiones; de ahí que le haya dedicado tanto tiempo con los amigos.

Pues bien, recién hoy encontré la película que seguramente inspiró la historia del juego. The Driver (1978) ofrece una historia medio neo-noir con persecuciones buenísimas (¿mejores que en Bullit?) y una red de engaños y trampas. Con los mismos carros que usa el juego (la misma época) e incluso una secuencia que resultó ser la prueba inicial del videojuego.

Si les gusta el cine noir, la gente persiguiéndose en carros a toda velocidad o creen que les dará nostalgia del videojuego como a mí, deberían ver esta película. DIcen que a Tarantino le gusta, si es que eso tiene algún valor para ustedes.

Lo más fresco

Recollection

Creo firmemente que la pregunta no es si todos se hacen existencialistas en algún punto de su vida sino cuándo lo hacen. El qué hacen con es...