octubre 18, 2013

Ask

Horses by alfabravo_team

Horses, a photo by alfabravo_team on Flickr.

Iba en una calmada cabalgata el otro día -evento inusual dentro de lo posible- y me vi conversando con nuestro guía ni bien comenzamos nuestro recorrido. Era un muchacho de nombre Jhon Jairo. En algo más de cuarenta minutos, le pregunté sobre su vida, sus quehaceres y demás. Al rato me vi a mí mismo y me sentí raro. Era extraño estar entablando una conversación fluida con un desconocido.

Días después lo pensaba más y lo veía aún más inusual. ¿En qué momento dejé de rehuir y me propuse conversar con otros? Me gusta mucho conocer personas, saber cómo son y qué piensan. Sólo que normalmente era dolorosamente difícil saber qué hacer o qué decir. Hoy en día creería que es extrañamente fácil y sólo tengo sospechas sobre lo que propició semejante cambio.

La rutina y la interacción con muchas personas durante los últimos quince años ha cambiado cosas. Exponerme a muchos entornos desconocidos ha sido importante. Los empleos que me han empujado a situaciones en las que era absolutamente necesario llevar una conversación fluida.

Sigo viajando con la introversión pero creo que ahora la timidez no es su copiloto infaltable.

octubre 17, 2013

Ranthought - 20131017

Ayer me decían que uno no es según lo que hace, sino que uno hace de acuerdo a lo que es.

¿Cómo interpretar eso?

octubre 08, 2013

Fearsome

Hay un elemento de asombro al descubrir el miedo más grande que llevas por dentro. Eso tan irracional que ha condicionado tantas veces las cosas que decidiste hacer.

Es una imagen de uno mismo, a oscuras, respirando despacio para no empañar la ventana. Viendo la calle iluminada y vacía. Mirando cada taxi que pasaba, esperando que uno de esos girara hacia el oriente y parara en la portería. Esperando que mamá llegase a casa y todo estuviese bien esta noche.

Porque en el momento de esa imagen, como en muchos otros iguales a ese, me sentía solo y temía que ella no regresara para terminar con esa soledad. Que me quedara completamente solo hasta que me muriera como mi hermano, porque no tenía forma ni motivo para salir de esa casa. Me quedaba entonces en la ventana, todas las noches.

De día, ese miedo a la soledad se convirtió en exigencias inalcanzables que, al buscar ser lo suficientemente bueno, garantizaran el que no me quedase solo. «Si soy muy bueno, no se van a alejar de mí». Si soy realmente bueno en algo, me van a querer y respetar. No alcanzar algo en este modelo significa entonces quedarse solo sin remedio. Fracasar en el propósito subyacente.

Después de mucho tiempo se hizo explícito que no es necesario quedarse allí y esperar. En la ventana. Ya es posible salir y hacer las cosas por uno mismo, compartir con el mundo y vivir en paz con uno mismo. Hacer las cosas y dejar en paz a los recuerdos que sólo eso son.

Es posible que ser menos «perfecto» no signifique que los demás se vayan a alejar de mí. Sería mucho más simple que eso. Tal vez ya no tenga que esperar tanto y tanto de mí. Tal vez todo esté precisamente en las pequeñas cosas. Salir a la calle, no quedarme esperando, y vivir las pequeñas cosas; que sea eso todo lo que se necesita para compartir con otras personas en la vida. Y no esperar tras la ventana, en la penumbra.

¿Y si en realidad no soy un fracaso?

*

Cuando dejo de confiar en alguien, todo lo que dice se hace sujeto de duda. Pierde sentido compartir cualquier cosa porque no sabes ya si lo que te dicen es cierto o es sólo una mentira piadosa o un intento por construir una realidad pintada sobre cartones, en colores pastel, con sol radiante y nubes de algodón.

Perder la confianza equivale a matar cualquier complicidad que pueda existir. Y sin complicidad no hay vínculo profundo que sea posible. Ya no se entiende entonces que un desconocido te haga daño y simplemente lo evitas.

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No me gusta que me hagan sentir rabia. Me desgasta, me hace sentir agotado. Espero poder perdonar pronto.

octubre 04, 2013

Yoga

Para algunos de nosotros, el yoga sería redundante en nuestra vida porque ya tenemos el fútbol. Sí, el fútbol es como yoga.

El fútbol nos purifica en cuerpo y mente. Interactuar con otros, a veces en situaciones de riesgo, demanda lo mejor de nosotros. Exige que estemos preparados y en la mejor condición posible.

El fútbol remueve los dolores físicos de la vida cotidiana. Por un rato nos sentimos realmente bien.

En el fútbol, nuestro cuerpo y nuestra mente, si son dirigidos adecuadamente, nos traen mucha felicidad en vez de ansiedad y depresión.

El fútbol nos enseña a ver a los demás como compañeros de experiencia, rivales o no. Todos estamos allí para lo mismo: Ofrecer lo mejor de nosotros.

Una persona que practica el fútbol, a diferencia del yoga, no adquiere un nuevo nombre. No es un yogi. Su individualidad permanece incólume y todos le reconocen por su nombre o por aquel sobrenombre que recibió de sus amigos y que representa un vínculo especial con ellos.

Hay varias formas de jugar al fútbol. Clases, si se quiere. Como el Yoga, cualquier lugar es apropiado. Cualquier cosa se convierte en balón. Cualquier vestuario es válido pero hay algunas cosas que lo hacen más cómodo.

Nadie ha contado las razones por las que es conveniente practicar el fútbol. Seguro todas pasan por ser más fuertes, más flexibles, más ágiles, mejores personas, más empáticos. Felices.

El fútbol cubre en mi vida todo lo que el Yoga podría ofrecer.

Lo más fresco

Recollection

Creo firmemente que la pregunta no es si todos se hacen existencialistas en algún punto de su vida sino cuándo lo hacen. El qué hacen con es...