diciembre 22, 2021

Debt

Las personas ven esas películas del lejano oeste y se lo imagina como una vuelta lejana, un asunto mítico ubicado en un espacio abstracto, imaginario como los viajes interestelares o las aventuras del capitán Nemo. Olvidando o ignorando que eso fue real como espacio y como contexto para muchas historias. Y entre esas, todas las aventuras en las que alguien quedaba en deuda con otro por salvarle la vida. Te debo la vida, estoy en deuda. Después se propagaría a otro tipo de historias; el concepto era siempre el mismo. Tener una deuda con alguien por un valor equivalente al que se le daría a la propia vida.

Creo que la idea básica le llega a quienes ven pero creo que uno no llega a entender la magnitud del deber la vida hasta que, pues, le debes la vida a alguien. Tienes una deuda y, al mismo tiempo, sientes la necesidad de darle sentido a esa deuda haciendo que la vida tenga valor, signifique algo. Debe valer la pena que alguien se dé a la tarea de salvar mi vida. Debo seguir por acá por algún motivo.

Y no sabes cómo lidiar con la gratitud infinita. Constante. Per ma nen te.

¿Cómo pagas una deuda de esas ahora que no puedes meterle un balazo a algún forajido (o al sheriff)? Es difícil saldar esa deuda en el mundo moderno. Es difícil dejar ir a quien estuvo cerca y ya no lo está más. Pero le sigues debiendo. No puedes pagar la deuda, subirte a tu caballo y cabalgar hacia el horizonte.

La propia existencia cambia de nombre, de sabor y de música después de una experiencia así. Sospecho que no me iría bien en el lejano oeste, pero tampoco está muy sano lo de no saber si deberías escribir regular y seriamente a esas personas o simplemente deberías dejarles seguir su camino.

septiembre 06, 2021

Memorias de una hospitalización XX

Cuando uno ve cosas en la tele o en un libro, se hace un poquito más difícil seguir el pacto de ficción con el autor después de pasar por algo que da nuevo conocimiento sobre cómo funciona el cuerpo humano (o cómo no funciona). En mi caso, creo que una persona con un roto en la barriga no se va a poder sentar sin ayuda por semanas (y ni hablemos de ponerse de pie). ¿Sentarse en un andén o en algo por debajo de las rodillas? ¿amarrarse los zapatos? ¿cagar tranquilamente? ¿caminar sin apoyo adicional?

Ni por el putas. 

Digamos: June Osborn no tenía cómo sentarse a charlar al comienzo de la cuarta temporada del Cuento de la Criada. Ni por el putas uno está cerrando un hueco en la tripa que supura y mágicamente se puede sentar en cualquier parte a echar chisme con la gente.

 Y así. Como que uno construye nuevos canales para la empatía (o para lo contrario).

junio 14, 2021

Memorias de una hospitalización XIX

 El dolor no siempre es igual. La fuente del dolor cambia y eso hace que el dolor se perciba diferente.

Cuando el dolor tiene una fuente específica, es fácil enfocar la atención en ese lugar, en ese algo que lo causa. En el hueco, el roto, el sangrado, la cánula, el hueso que se mueve y antes no se movía. Algo que ya no está como estuvo antes. Uno puede quedarse mirando, ver las cosas que salen de entre la piel y no se sabe hasta dónde van o a qué estan amarrados. Así mismo, la intensidad del dolor se percibe diferente. La conciencia se nubla y el tiempo se distorsiona, como si la memoria dejara de trabajar para mantener todo al mínimo y darle espacio a lo básico.

Cuando el dolor tiene un origen más difuso, como en los dolores asociados a las tristezas profundas y a las dolencias emocionales, la memoria trabaja de otra forma y el resultado suele ser una colcha de retazos. La percepción del dolor también cambia y el cuerpo intenta ponerlo en alguna parte. A veces duele detrás del esternón, a veces duele la panza, a veces no se sabe y da la impresión que todo duele. No se sabe, no hay a dónde mirar y es extraño pensar que haya tantísimas lágrimas asociadas a algo que uno no entiende.

Cuando se tiene una dolencia física, es común responder a la pregunta califique el dolor en una escala de uno a diez, donde uno comienza a hacer memoria y comparar. El problema pasa en ocasiones por no recordar cómo era ese dolor muy fuerte que se sintió alguna vez. Recuerdo que, cuando estuve en urgencias, me dije a mí mismo que genuinamente no tenía herramientas para soportar ese dolor más tiempo. Ahora mismo no recuerdo cómo se sentía eso. No recuerdo muchas cosas, en realidad.

Con la depresión, por ejemplo, pasa igual. La cabeza deja de acordarse, con el tiempo, del cómo se sentía la tristeza y la desesperanza. Ya uno no recuerda cómo se sentía llorar sin motivo y ronda la pregunta ¿Será que si se me olvida, es más fácil recaer? Y no hay respuesta.Queda el cuidar, el releer y releerse, como tanteando cicatrices de vez en cuando para no olvidar que el fuego todo lo quema.

junio 13, 2021

Memorias de una hospitalización XVIII

Hay efectos de una hospitalización prolongada (y de una enfermedad dura) que uno no imagina. Que uno no supone que estén en la lista pero están y aparecen.

Por ejemplo, la imagen que se tiene de uno mismo. Las secuelas en la definición de la imagen que uno tenía y la disonancia con lo que uno ES ahora, a través de lo que uno ve de sí mismo. De cómo uno era, entra otras cosas, un conjunto de imágenes, curvas, declives, arrugas, colores y relieves variopintos; ahora, uno es otra cosa de un momento a otro, sin poder decidir nada al respecto. Eso es y ya está. Eso ERES y ya está.

Queda entonces, junto a las tareas de recuperarse, reacondicionar(se) y sanar el ánimo, el hacer las paces o reconciliarse de alguna forma con esa nueva visión que lo persigue a uno a todas partes (a menos que uno sea un vampiro). Hay visiones en las que las personas lidian con esto desde la aceptación. Hay otras que hablan de simplemente decir y decirse que el cuerpo y la imagen no deberían ser relevantes al percibir y conocer una persona; es lo que hay y ya está. Y sin embargo, ¿cómo hace uno para no darle ninguna relevancia a lo que lo acompaña todo el tiempo? ¿Qué hay más cercano a uno que los dedos, los pelos y los poros que aparecen frente a los ojos todos los días?

mayo 09, 2021

Blanco (y lindo)

Extraño a Nito, el gato blanco y lindo, peludito, que se llama Nito.

Lo imagino andando en la noche por las montañas. Con su pelo largo recogiendo el rocío mientras va al trote de cerro en cerro, bajo la luna llena que le ilumina el camino y los ojos verdes. Posiblemente Mariposa, la perrita vecina, le invite a comer algo y tomar agua antes de seguir su viaje. Lo imagino a la luz de la luna, pensando en sus nuevos planes mientras da salticos para ir de cerro en cerro, desandando los pasos.

La siguiente imagen que veo tiene a Nito Alberto andando por Buenos Aires. Contándole a sus antiguos amigos lo lindo que ha sido todo. Las aventuras con M., con sus roomies Canela y Rayitas. Los días del humano al que le cagaba la ropa. Las noches con el otro humano, con el que le gustaba dormir porque no le quitaba a su humana. Las tardes con Chloe y los desayunos con caldo de pollo. El pollo que se robaba impunemente. El paté. El pollo.

Al final, siempre lo veo en un barco trasatlántico, en la cubierta mirando al horizonte mientras regresa a su Italia natal (como buen argentino que es). A veces lo veo con un sombrero puesto, a veces sólo veo su pelito blanco mecido por la brisa del mar. Siempre lo veo con esa expresión extraña que mezclaba emoción y nostalgia. Posiblemente sin dejar de extrañar nunca el jardín de su casa y a la humana que lo llevó de un rincón oscuro de BsAs al jardín más florido e iluminado de Bogotá.

Lamento no haberte podido ofrecer este nuevo hogar, más soleado y lleno de flores. Gracias por compartirme a tu humana. Gracias por confiar lo suficiente para ser tu humano suplente, al que podías pedirle comida si la humana estaba ocupada (o muy dormida). 

Te extrañamos. Buen viaje, peludo.

febrero 03, 2021

A year

Hace un año estaba bien, tomándole fotos a los gatos y viendo pasar la tarde soleada.

Hace un año menos un día, me estaba muriendo y no se sintió chévere.

Me gusta tener la posibilidad de escribir esto. Recordarlo es a la vez, premio y castigo. O no, no lo sé.

Lo más fresco

Following the White Rabbit

I’m just a south american on his late twenties, following Arsenal on a regular basis during the last fifteen years or so. There...