Una de las cosas que muchos de los treintañeros y cuarentañeros parece querer evitar es el enfrentar las consecuencias de los propios actos en las emociones ajenas. Ver lo que una decisión propia, una palabra dicha, produce en otro. Lo sienten como el momento más escalofriante de la vida y huyen como uribista en votación o hincha del Barcelona cuando se habla de ayudas arbitrales.
Asumir esas cosas también hace parte de la vida.
noviembre 30, 2016
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