¿Recuerdan que les decía que qué miedo la gente con poder económico y con plomo de sobra? Pues bien, el miedo se hace justificado a medida que se van conociendo historias de los líderes sociales que van apareciendo muertos (porque el español es bello y a la gente simplemente la cubre el negro velo sin que la violencia previa tenga lugar en el relato).
Los eficientes burócratas como el alcalde de Bogotá cumplen con su lealtad a quienes ejercen el poder real, usando para ello el mismo ESMAD que ya sabemos cómo trata a estudiantes, jóvenes y campesinos por igual. Los más básicos entre los dueños del poder amenazan directamente a quienes marchan y protestan, invalidándolos y tratándolos de guerrilleros, mockusianos marihuaneros y tantas otras denominaciones variopintas nacidas del odio y el desprecio profundo al otro. La Policía cumple con su deber de impedir que la Defensoría del pueblo haga su trabajo mientras despeja los deseos nebulosos de cambio a bolillo y a pata. Las estrategias son las de siempre, en las que se usa el miedo y la desinformación para que la gente no pueda reaccionar al abuso. Los medios se quedan cortos porque finalmente también le reportan su quehacer a los mismos intereses (y además, parece que trabajar por la paz es agitar menos a la gente sin importar el motivo).
Todo ha cambiado tanto que volvió a ser como antes, como siempre. Qué miedo este lugar. Qué miedo la gente.
noviembre 22, 2016
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