Freddo estaba allí, parado junto a las entrañas hirvientes del Monte Destino que rugía hambriento. Había superado ya las más crueles pruebas junto a su fiel compañero Simón, cruzando medio mundo para llegar allí con su pesada carga.
Eran todos los tableros de Scrabble del mundo. Con llamativos empaques y descripciones emocionantes en todos los idiomas del mundo (o al menos en todos los que se han llegado a conocer). Ediciones de lujo con fichas en marfil y grabados en pinturas con polvo de oro, ediciones de bolsillo con tableros magnéticos, ediciones piratas mal copiadas en las que los bonos de triple valor de palabra estaban desplazados dos casillas hacia el centro, versiones en cirílico con bellos tallados en madera de las letras escarlatas. Era el cargamento con todas las palabras existentes en el mundo conocido, todo aquello que se podría decir alguna vez o que se había dicho en algún momento de la historia. Incluso estas mismas palabras.
Simón miró entonces a Freddo con firmeza y le dijo: -Ha llegado el momento, amigo Freddo. Debemos destruir todas las palabras del mundo, contenidas en este gran saco, para librarnos de una buena vez de todo aquello que no ha debido decirse jamás.-
- ¿Estás seguro que hacemos lo correcto?
- No y creo que nunca llegaré a estarlo. Pero ya lo han dicho otros, esta tarea debe terminarse y este es el lugar-, respondió Simón bajando la mirada.
Ante la sinceridad con la que respondió su buen amigo, Freddo tomó un respiro profundo y empujó con decisión el pesado saco negro. Este se arrastró lentamente hasta que el piso bajo él terminó abruptamente y cayó hasta el fondo del precipicio. Se sumergió lentamente hasta desaparecer en la inmensa marea rojiza, brillante y vaporosa.
***
Los días pasaron, abrazados a los meses y los años. Ningún registro se hacía pues nada había para decir. Todos caminaban por allí cargando en su interior ese vacío que se siente cuando no hay palabras que expresen una idea. Con lo que no contaban Freddo, Simón y sus amigos era con que el Monte Destino haría erupción de forma esporádica, arrojando hacia la inmensidad del cielo letras de diferentes colores y tamaños.
Porque lo que se ha dicho es perenne y sólo basta tener algo de suerte antes de encontrar frente a sí, las palabras correctas para dejar saber lo que se siente. Porque el Monte Destino había sido llamado antes Monte Imposible hasta que lo imposible se hizo real. Porque ni el Destino es capaz de borrar las palabras, aún arrojándolas a produndidades insonsables. Es así como este relato se hizo real, surgiendo del vacío del Destino.
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