abril 11, 2012

Galvanize

Una de las situaciones a las que lleva la introversión es a no expresar lo que se piensa o se siente en la misma medida que el común de las personas. Expresividad. Se da eso que algunos creen que es alimentar el mundo interior. En el fondo, es quedarse con aquello que normalmente iría dirigido al mundo (teniendo en cuenta que uno mismo ya lo sabe y no tiene que repetírselo) pero que, por algún motivo, se decide no dejarlo ir.

Este no dejar ir, cuando aquello que se guarda es lo suficientemente significativo, normalmente termina en manifestaciones físicas de tensión o estrés; somatizar la ansiedad por, quizás, exteriorizar algo que tal vez valga la pena, de pronto esto sí es importante, quizás esto tenga valor para alguien, tal vez, quizás, qué más da. Tensión.

Las manifestaciones son tan variadas como partes tiene el cuerpo. A veces es la tensión en los isquiotibiales que causa dolor constante en la rodilla, a veces es dolor de cabeza no localizado. Con el que se identifican muchos es con el malestar estomacal o intestinal, las agrieras y el reflujo. Mientras más intenso sea aquel sentimiento o idea que se refrena, más fuerte o prolongado suele ser el malestar asociado, al punto de llevar al paciente a quedarse en cama, como su fuese una aflicción causada por cualquier factor externo.

Para este comportamiento existen dos soluciones u opciones de mejora. Se puede vivir tomando antiácidos, ibuprofeno y calmantes para el dolor muscular, es una opción. También se puede jugar a exponerse lo suficiente y compartir lo que pasa por la cabeza (o por las tripas, con sus cosas viscerales).

Bien podría usarse la canción aquella, muy death gore metal, busca por dentro. Porque allá en el fondo están mis sentimientos (angustias, miedos, enojos. Todo eso).

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