Parte de la herencia que dejó el racionamiento en Colombia a comienzos de los años noventa fue el respeto a la oscuridad. No era solemne, sólo era la consciencia de lo absorbente que puede ser ese manto negro. De lo débil que se puede ser frente a lo invisible.
Una de las compras que llegó a cada hogar fue una linterna. De cuatro pilas D (D de demasiado grandes) dispuestas en paralelo y bombillos potentes pero frágiles. Eran linternas que podías prender e iluminaban hasta el infinito. Seguro están recibiendo destellos de luz en Alpha Centauri desde hace años, de pronto no los estamos dejando dormir con tanta alumbradera. De repente, una linterna pesada y cara te daba poder. O al menos, te dejaba alumbrarle la sala a los vecinos del edificio de enfrente.
Todos estos hijos de la ciudad suelen desconocer lo poderosa que es la oscuridad y lo valiosa que puede llegar a ser la luz más tenue.
septiembre 09, 2016
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Lo más fresco
Following the White Rabbit
I’m just a south american on his late twenties, following Arsenal on a regular basis during the last fifteen years or so. There...
-
Parce, podrán decir lo que quieran, pero cada vez que uno manda un pull request a un proyecto en el que no ha estado antes, eso se siente m...
-
El problema no es que lo hagas, el problema es el sentido... Mucho tiempo atrás, observando las cosas que me parecían inútiles, observé que ...
-
La gentrificación del campo. Las carreteras bien demarcadas y sin baches, una cosa impensada hace treinta años cuando se necesitaban para s...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario