Anoche soñé que llegaba a un pueblo abandonado. Uno de esos que queda cerca a alguna costa fría, una de esas que no tiene playas sino una miríada de acantilados contra los que chocan las olas furiosas. La niebla está ahí, rodeándolo todo y cubriéndolo todo.
Llegaba yo junto a alguien más que no recuerdo, pero sé que íbamos de una casucha a otra, buscando algo. Algunas ya no tenían techo, otras a duras penas eran dos o tres paredes con un segundo piso derruído y ladeado. Una en particular estaba casi incólume, con el techo firme y las puertas en su lugar. Entrábamos al lugar e íbamos de puerta en puerta buscando algo. Algún tipo de guaca o lugar secreto.
Parecía que habíamos llegado allí antes que otros y que teníamos la ventaja al buscar lo que fuere que buscábamos. Creo que finalmente lográbamos sacar algo de una de las puertas y nos dirigíamos a un rincón del pueblucho, junto a algún rincón y a uno de tantos acantilados.
No recuerdo si llegamos a enfrentarnos a los otros.
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