El otro día fuimos con Arturo y RuPaul por Chapinero a tomar café y rajar de la gente. Me explicó cómo es que funciona el Rayo Marica. Me dio aguepanela con quereme y todo. Conocí gatos nuevos. Sigo sin entender cómo no lo había conocido en persona antes. Hablamos de lo mucho que nos importa Javier.
Creo que esa charla, sencilla y calmada como fue, es una de las cosas que más me ha dado herramientas para dejar a un lado los sueños viejos. Atrás. Debajo. En cualquier parte menos delante. Creo que entiendo por qué algunas cosas ya no pueden ser y cómo, tal vez, pueda aprender a vivir en paz con ello. Como escribió Herzog, hay otros Annapurnas en la vida de los hombres.
Qué estorbo esta heterosexualidad, parce. Ni modo, es lo que hay.
octubre 31, 2016
Buckyball
Es interesante la historia de Buckminster Fuller. Es todavía más interesante la constante disyuntiva que extraen de su historia en este artículo. No dejo de identificarme con esa disonancia entre la poca fe en los cambios colectivos y la confianza en el espíritu humano para encontrar soluciones a los problemas como comunidad.
octubre 30, 2016
Deprivation
Una de las cosas que identifico ahora como una alerta temprana en mi ánimo es la variación en los hábitos de sueño. Dormir mucho, muy poco, a deshoras. Dormir raro equivale para mí a tener un perrito que comience a ladrar antes del temblor de tierra. Me pone a buscar el maletín con el pito, el atún enlatado, el radio de pilas y agua embotellada. Me pone a buscar las listas de chequeo que uso para revisar conscientemente qué tan bien o mal estoy en realidad.
A veces es necesario meterse debajo del escritorio pa llorar un ratico y salir luego a reconstruir los daños.
A veces es mejor salir corriendo al punto de encuentro y darse abrazos con la gente de uno.
Que se note que escribí esto después de un simulacro de evacuación.
A veces es necesario meterse debajo del escritorio pa llorar un ratico y salir luego a reconstruir los daños.
A veces es mejor salir corriendo al punto de encuentro y darse abrazos con la gente de uno.
Que se note que escribí esto después de un simulacro de evacuación.
octubre 28, 2016
Sidewalk
En Bogotá, los andenes suelen ser hechos al gusto de quien construye. De hecho, cada construcción tiene la responsabilidad de hacer su parte de la calle (la calzada vehicular) y el andén. Por eso es que muchos andenes son desiguales, unos con un peralte moderado, otros que parecen la cara norte del Everest, algunos en un barro cocido muy resbaloso.
Cuando Enrique Peñalosa llegó a ser alcalde, su discurso pasaba por hacer espacios para que la gente fuese feliz y todo eso. Andenes despejados, andenes sin carros estacionados. Andenes con sillas, árboles, canecas y pajaritos. La carrera quince fue el ejemplo con el que vendió muchas más alamedas y avenidas de andenes amplios con bolardos que parecían tiburones. Una amable caminata entre el humo de las busetas y las hojas caídas de los árboles.
Una de las cosas que nunca entendí de los nuevos andenes es la forma como se hacen. Una capa de asfalto o cemento como base, una capa de arena, unas placas de concreto que hacen en grandes cantidades como si fuesen baldosas, relleno de arena entre las baldosas para rellenar los espacios vacíos. Creo que podríamos decir que emboquillan con arena. El problema es que llueve. Cuando llueve el agua arrastra la arena y deja expuestos los espacios entre las baldosas. Cuando ese espacio queda expuesto, el agua comienza a filtrarse y arrastrar la arena bajo las baldosas. Cuando eso pasa, las baldosas se desnivelan y exponen lo que hay debajo para que el agua siga con su trabajo incesante. Muchos casos hay de salpicadas y caídas por baldosas desniveladas con agua debajo. Mi mamá se cayó en una de esas y terminó con un menisco maltrecho. En Estados Unidos, caerse en el andén de alguien por algo así es demandable; acá las cosas se hacen frágiles (y baratas) desde el comienzo y después nadie asume la responsabilidad sobre los problemas.
Recorrer los andenes de la carrera quince entre las calles 90 y 93 muestra curvas y hundimientos que bien podrían usarse para montar tabla o criar truchas. No dejo de pensar en qué pasará con el metro que proponga Peñalosa, que ya dejó claro que anda recortando costos en tiempos de dólar caro.
Cuando Enrique Peñalosa llegó a ser alcalde, su discurso pasaba por hacer espacios para que la gente fuese feliz y todo eso. Andenes despejados, andenes sin carros estacionados. Andenes con sillas, árboles, canecas y pajaritos. La carrera quince fue el ejemplo con el que vendió muchas más alamedas y avenidas de andenes amplios con bolardos que parecían tiburones. Una amable caminata entre el humo de las busetas y las hojas caídas de los árboles.
Una de las cosas que nunca entendí de los nuevos andenes es la forma como se hacen. Una capa de asfalto o cemento como base, una capa de arena, unas placas de concreto que hacen en grandes cantidades como si fuesen baldosas, relleno de arena entre las baldosas para rellenar los espacios vacíos. Creo que podríamos decir que emboquillan con arena. El problema es que llueve. Cuando llueve el agua arrastra la arena y deja expuestos los espacios entre las baldosas. Cuando ese espacio queda expuesto, el agua comienza a filtrarse y arrastrar la arena bajo las baldosas. Cuando eso pasa, las baldosas se desnivelan y exponen lo que hay debajo para que el agua siga con su trabajo incesante. Muchos casos hay de salpicadas y caídas por baldosas desniveladas con agua debajo. Mi mamá se cayó en una de esas y terminó con un menisco maltrecho. En Estados Unidos, caerse en el andén de alguien por algo así es demandable; acá las cosas se hacen frágiles (y baratas) desde el comienzo y después nadie asume la responsabilidad sobre los problemas.
Recorrer los andenes de la carrera quince entre las calles 90 y 93 muestra curvas y hundimientos que bien podrían usarse para montar tabla o criar truchas. No dejo de pensar en qué pasará con el metro que proponga Peñalosa, que ya dejó claro que anda recortando costos en tiempos de dólar caro.
octubre 24, 2016
Canillera
Mis primeros guayos los tuve tarde en la vida. En el colegio jugaba todos los días pero eran patios con piso de asfalto que me llenaron de raspones las rodillas y de parches los pantalones. Había una cancha en césped que el colegio mantenía muy al norte de la ciudad, por allá cerca a los cementerios y a los colegios a los que va la gente de plata. Allá jugué a lo sumo dos partidos y jugaba en tenis sin más. Me resbalé varias veces y eso me costaba quedarme banqueado maldiciendo mi suerte.
Los guayos los encontré en el éxito. Unos Adidas negros en puro cuero con líneas blancas sintéticas, suela blanca y taches negros de goma, apropiados para suelo firme. Junto a ellos, unas canilleras Adidas azules generosas con la protección. Los usé constantemente en la universidad, donde todo se jugaba en el pasto abundante. Jugué innumerables torneos con esos guayos y esas canilleras, amistosos contra equipos muy buenos, pataceras muy bravas contra gente de Ingeniería química. Luego comencé a jugar también torneos de fútbol los fines de semana y nunca eché de menos los taches de aluminio. Ni canilleras más livianas.
Compré unos guayos nuevos hace unos cinco años. Azules, muy modernos. Mucho más ligeros y ajustados, con lo que permitían controlar mejor el balón. Los pedí bordados con el alfabravoteam. Comencé a jugar fútbol cinco (five-a-side) con regularidad y ahí también agradecía mis canilleras grandes. Los guayos negros siguen ahí pa cuando ande nostálgico aunque ya casi nunca juego fútbol. Los guayos pa fútbol sala los voy renovando a medida que sacan la mano.
Poco antes de ir a Tokio dejé las canilleras cerca a uno de los arcos en un partido. Llegué tarde y de afán, así que jugué sin ellas y olvidé recogerlas al terminar. Quince años de patadas se fueron con ellas. Ya me hice a unas nuevas, mucho más pequeñas y livianas, ultra modernas y más cómodas. Seguro extrañaré las viejas canilleras.
Los guayos los encontré en el éxito. Unos Adidas negros en puro cuero con líneas blancas sintéticas, suela blanca y taches negros de goma, apropiados para suelo firme. Junto a ellos, unas canilleras Adidas azules generosas con la protección. Los usé constantemente en la universidad, donde todo se jugaba en el pasto abundante. Jugué innumerables torneos con esos guayos y esas canilleras, amistosos contra equipos muy buenos, pataceras muy bravas contra gente de Ingeniería química. Luego comencé a jugar también torneos de fútbol los fines de semana y nunca eché de menos los taches de aluminio. Ni canilleras más livianas.
Compré unos guayos nuevos hace unos cinco años. Azules, muy modernos. Mucho más ligeros y ajustados, con lo que permitían controlar mejor el balón. Los pedí bordados con el alfabravoteam. Comencé a jugar fútbol cinco (five-a-side) con regularidad y ahí también agradecía mis canilleras grandes. Los guayos negros siguen ahí pa cuando ande nostálgico aunque ya casi nunca juego fútbol. Los guayos pa fútbol sala los voy renovando a medida que sacan la mano.
Poco antes de ir a Tokio dejé las canilleras cerca a uno de los arcos en un partido. Llegué tarde y de afán, así que jugué sin ellas y olvidé recogerlas al terminar. Quince años de patadas se fueron con ellas. Ya me hice a unas nuevas, mucho más pequeñas y livianas, ultra modernas y más cómodas. Seguro extrañaré las viejas canilleras.
octubre 21, 2016
octubre 20, 2016
Ranthought - 20161020
Una consecuencia inesperada de ir y venir en bicicleta: Más fuerza y resistencia en los brazos. Jugué cuatro líneas de bolos y no sentí cansancio, ni siquiera al día siguiente.
octubre 18, 2016
Venus
¿Qué tal que Venus haya sido un planeta habitado, hecho inhabitable por sus propios venusinos?
¿Qué tal que seamos venusinos? Imagine usted, señor Trump, que seamos todos inmigrantes.
Momeeento. Ya somos todos inmigrantes, de una u otra forma.
¿Qué tal que seamos venusinos? Imagine usted, señor Trump, que seamos todos inmigrantes.
Momeeento. Ya somos todos inmigrantes, de una u otra forma.
octubre 13, 2016
Header
Hacer un gol de cabeza me parece dificilísimo. Hay que coordinar todo con quien le pasa el balón a uno, el pase debe ser bueno, uno debe moverse a un sitio donde quien pasa sepa que uno va a ir, hay que entenderse (o mirarse a los ojos antes del pase), hay que moverse a la velocidad correcta para llegar al sitio del cabezazo a tiempo, hay que saltar de forma coordinada para cabecear justo cuando uno está más alto en el salto, hay que mantener los ojos abiertos y dirigir el cabezazo al sitio correcto según sea el caso.
Anoche hice un gol de cabeza y no sé si había hecho otro antes. Me sentí emulando a Yepes o algo así.
Anoche hice un gol de cabeza y no sé si había hecho otro antes. Me sentí emulando a Yepes o algo así.
octubre 12, 2016
Ranthought - 20161012
Hoy llueve de forma constante en Bogotá. Esa lluvia pertinaz que conocemos bien los que llevamos acá lo suficiente. Lo malo es que todo se cubre de charcos. Lo bueno es que la gente evita la calle y por eso mismo la calle está más vacía. Ir en la bicicleta a trabajar se parece mucho a ir de Bogotá a Ibagué un viernes en la noche cuando el siguiente lunes no es festivo. Todo muy libre, todo despejado, todo pide el doble de precaución porque no sabe uno cuándo se atraviesa un camión cargado de gallinas o marranos.
De paso acumulé otro intento de caída fallido. Sigo sin entender cómo, siendo un aprendiz tardío en las artes de montar bicicleta, sigo sin haberme caído estrepitosamente. Como que mantengo el balance y dejo ir la bicicleta, es raro e interesante. Ni alcanzo a recordar todos los movimientos que hago sin pensar y que me mantienen en pie.
*
Por ahí me puse a charlar con un amigo sobre la función de la crítica y su naturaleza. La crítica, dice él, no debería ser vista como la garrapata de la acción. Me gustó la metáfora y todo. Lo que a mí no me gusta, le dije, es que la crítica critique sin preguntar, sin preguntarse y sin resolverse las dudas antes de emitir juicios. Cumple con poner a la gente a hablar de algo, dirán. No dejo de sentir que es otra faceta del propagar ignorancias por el aire y yo, tímido como soy, prefiero preguntar primero.
De paso acumulé otro intento de caída fallido. Sigo sin entender cómo, siendo un aprendiz tardío en las artes de montar bicicleta, sigo sin haberme caído estrepitosamente. Como que mantengo el balance y dejo ir la bicicleta, es raro e interesante. Ni alcanzo a recordar todos los movimientos que hago sin pensar y que me mantienen en pie.
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Por ahí me puse a charlar con un amigo sobre la función de la crítica y su naturaleza. La crítica, dice él, no debería ser vista como la garrapata de la acción. Me gustó la metáfora y todo. Lo que a mí no me gusta, le dije, es que la crítica critique sin preguntar, sin preguntarse y sin resolverse las dudas antes de emitir juicios. Cumple con poner a la gente a hablar de algo, dirán. No dejo de sentir que es otra faceta del propagar ignorancias por el aire y yo, tímido como soy, prefiero preguntar primero.
octubre 11, 2016
Apego
Sería chévere que existieran espacios en los que un hombre curioso pudiese encontrar ideas sobre cómo lidiar con sus emociones, con el apego hacia una persona. Que alguien sin pretensiones dé ideas sobre cuáles vínculos pueden ser tóxicos. Que se pueda dar cuenta de cómo no es el único que se ha sentido así. Que va a estar bien. Esas cosas.
P. me preguntaba si creía que era cierto que entre hombres es poco común hablar de cómo nos sentimos. Al menos entre los cis, la cosa es casi un problema del huevo y la gallina porque a uno lo educan en un entorno en el que eso es como extraño y eso pa qué, por lo que la situación actual se alimenta de la educación y los hábitos del pasado, que a su vez alimenta a la siguiente generación.
Por algún lado hay que empezar, digo yo.
P. me preguntaba si creía que era cierto que entre hombres es poco común hablar de cómo nos sentimos. Al menos entre los cis, la cosa es casi un problema del huevo y la gallina porque a uno lo educan en un entorno en el que eso es como extraño y eso pa qué, por lo que la situación actual se alimenta de la educación y los hábitos del pasado, que a su vez alimenta a la siguiente generación.
Por algún lado hay que empezar, digo yo.
octubre 10, 2016
Legacy drivers
Anoche fue mi último intento de usar Windows 10 como sistema operativo principal. Después de recorrer foros e intenar diferentes cambios, después de la mentada actualización maravillosa de aniversario, después de mil y un ajustes, sigue mostrándose la misma pantalla azul de forma aleatoria (ahora incluye un QR code que lleva a una página genérica donde hablan de qué es lo que sale en la pantalla azul).
El diagnóstico final es que el error se da por un comportamiento inesperado de algún controlador, presumo que el de la tarjeta de video, teniendo en cuenta que ahora Windows valida la firma de cada uno y les impone reglas muy estrictas para comprobar que son legítimos y no han sido modificados (¿cracks?). Es decir, mi problema parece estar en la forma como Windows valida que mi software sea legal. Como mi tarjeta de video, una que funcionaba perfectamente en el Windows 7 Ultimate que compré (!), tiene los años suficientes para que AMD no actualice más el controlador, estoy en una situación en la que el proveedor del sistema operativo presiona la obsolescencia programada de los dispositivos y sus componentes. Partes físicas que funcionan correctamente dejan de funcionar simplemente porque Microsoft no sabe con certeza si uso o no software legalmente adquirido e instalado. Incluso si es software gratuito que el proveedor del hardware acuerda entregar como parte de mi compra (la tarjeta).
Esta situación se parece a las bombas le ponen a las impresoras, que además de imprimir con sangre de unicornio virgen ahora se muestran como dañadas o en huelga hasta que les pongan un cartucho nuevo, sin recargar y de la marca correcta. Y en el fondo sé que es valido que Microsoft se preocupe por tratar de proveer un entorno en el que los que construyen software se sientan tranquilos vendiendo licencias sin el miedo de perder dinero. El problema está en que deba comprar partes nuevas, desechar las que todavía sirven, sólo para cuidar los intereses de los inversionistas de programas varios siendo que todo mi software es legal y estoy cumpliendo las reglas de juego que acordamos cuando compré la licencia. Todo el esfuerzo por cuidar el dinero de unos se transmite al usuario final, quien es el que termina perdiendo dinero. Siempre y cada vez.
Como me parece más trágico hacer basura que cuidar bolsillos ajenos, hasta aquí nos trajo el río con Windows. Habrá que ver cómo usar Adobe Lightroom en otro entorno o qué me invento. De resto, es seguro que no extrañaré nada.
El diagnóstico final es que el error se da por un comportamiento inesperado de algún controlador, presumo que el de la tarjeta de video, teniendo en cuenta que ahora Windows valida la firma de cada uno y les impone reglas muy estrictas para comprobar que son legítimos y no han sido modificados (¿cracks?). Es decir, mi problema parece estar en la forma como Windows valida que mi software sea legal. Como mi tarjeta de video, una que funcionaba perfectamente en el Windows 7 Ultimate que compré (!), tiene los años suficientes para que AMD no actualice más el controlador, estoy en una situación en la que el proveedor del sistema operativo presiona la obsolescencia programada de los dispositivos y sus componentes. Partes físicas que funcionan correctamente dejan de funcionar simplemente porque Microsoft no sabe con certeza si uso o no software legalmente adquirido e instalado. Incluso si es software gratuito que el proveedor del hardware acuerda entregar como parte de mi compra (la tarjeta).
Esta situación se parece a las bombas le ponen a las impresoras, que además de imprimir con sangre de unicornio virgen ahora se muestran como dañadas o en huelga hasta que les pongan un cartucho nuevo, sin recargar y de la marca correcta. Y en el fondo sé que es valido que Microsoft se preocupe por tratar de proveer un entorno en el que los que construyen software se sientan tranquilos vendiendo licencias sin el miedo de perder dinero. El problema está en que deba comprar partes nuevas, desechar las que todavía sirven, sólo para cuidar los intereses de los inversionistas de programas varios siendo que todo mi software es legal y estoy cumpliendo las reglas de juego que acordamos cuando compré la licencia. Todo el esfuerzo por cuidar el dinero de unos se transmite al usuario final, quien es el que termina perdiendo dinero. Siempre y cada vez.
Como me parece más trágico hacer basura que cuidar bolsillos ajenos, hasta aquí nos trajo el río con Windows. Habrá que ver cómo usar Adobe Lightroom en otro entorno o qué me invento. De resto, es seguro que no extrañaré nada.
octubre 09, 2016
Ranthought - 20161009
Una persona sale a la calle a botar basura en un sitio donde no debería dejarse basura. Los vecinos le dicen que no lo haga. La persona con basura vuelve a su casa para buscar un machete con el que sale a herir gente. Logra que cuatro personas mueran. Los vecinos linchan a la persona que sacó la basura y el machete. Mueren cinco personas por una bolsa de basura.
*
Enfermarse solo forja el carácter.
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Enfermarse solo forja el carácter.
octubre 07, 2016
Proyección
Anoche soñé que L. se las arreglaba para encontrarme y decirme Qué viejo estás, te quedaste solo.
Es tremendo ver cómo uno proyecta los miedos propios en existencias ajenas. Que además son supuestas porque ya ni certeza de su ser hay. Y bueno, parece que persiste el miedo a aquel deseo vestido de maldición.
Es tremendo ver cómo uno proyecta los miedos propios en existencias ajenas. Que además son supuestas porque ya ni certeza de su ser hay. Y bueno, parece que persiste el miedo a aquel deseo vestido de maldición.
octubre 06, 2016
Ranthought - 20161006
Hoy fue día de ajustar la altura del sillín en la bicicleta. Unos cuantos centímetros más, siguiendo la mentada regla del 0.88 de la altura de la entrepierna, y la sensación fue mucho mejor. Sube el centro de gravedad pero se hace más manejable la bicicleta y la fatiga en la parte anterior de la rodilla ya no se siente.
Pensaba probar otra ruta pero todavía no me siento tan cómodo con el tráfico. Ya después veremos.
*
Estos días soy el pitufo gruñón.
Pensaba probar otra ruta pero todavía no me siento tan cómodo con el tráfico. Ya después veremos.
*
Estos días soy el pitufo gruñón.
octubre 05, 2016
Ranthought - 20161005
Ayer fue la primera tarde en la que me devolví a casa bajo la lluvia. Fue necesario ir más lento, usando la chaqueta nueva. Igual, sigue siendo muy divertido ir en la bicicleta. Sobre todo si tiene guardafangos para no llegar hecho una mondá.
*
No entiendo para qué pueden servir marchas y velas en el escenario político actual. En verdad escapa a mi comprensión su utilidad.
*
No entiendo para qué pueden servir marchas y velas en el escenario político actual. En verdad escapa a mi comprensión su utilidad.
octubre 04, 2016
Ranthought - 20161004
octubre 03, 2016
Democracy
La desconfianza es muy grande. La necesidad de victoria y rendición persiste. La división marcada entre sectores y grupos de personas, tan evidente en los últimos catorce años, fue ingenuamente ignorada por muchos esta vez.
Se viene un tiempo de cálculos políticos milimétricos en la repartición del poder, cálculos que nada tienen que ver con las víctimas ni con los ciudadanos de a pie. Protagonismos, cesiones que harán parte de otros sapos a digerir. Ya se habla de cuidados a la inversión privada y otras frases que hacen pensar en la muerte anunciada de este otro intento de reforma agraria. Otro más en el panteón. Ya llegan frases sobre la necesidad de incluir en la negociación los valores de la familia. De pronto son esos valores que también excluyen y dejan por fuera a muchos. Era mucho pedir.
Igual, un acuerdo que no resulte conveniente, válido o útil para la mitad de las personas que viven acá es un acuerdo que no sirve. Finalmente, esas personas también viven acá. Lo que dijimos el otro día sobre lo que sería vivir en paz necesariamente ha de incluirles también. Hemos de ponernos de acuerdo en lo que, en promedio, significa la justicia para todos nosotros. Qué es justo, qué es negociable y qué no. El Gobierno se agarró de un manojo de prerrogativas y no fueron suficientes para que la comunidad le rodeara; igual, para eso se elige el Gobierno y no podría culparles de haberlo hecho de esa forma. No me incomoda una negociación silenciosa porque sigo creyendo que sólo así sobrevivió a los extremos y a la desinformación como campo minado.
Por mis convicciones, desconfío profundamente de quienes, amparados en la voz del No que hoy se manifestó, sólo buscan mantener los privilegios y el poder a costa de la vida y el sufrimiento de los que, desde su nacimiento, se vieron enfrentados a la falta de oportunidades reales. A los que mantienen muchas vacas o muchas cañas de azúcar en terrenos inconmensurables, más de una vez arrebatados a la fuerza y protegidos con fusiles bien pagos. A los que no quieren permitir voces políticas disidentes. A los que no les interesa ninguna política social que trastoque los ejercicios de compensación política en cargos y normas.
La naturaleza de lo que sea que se negocie (si es que se logra) seguramente cambiará. Por ahora el balón, los reflectores y los micrófonos están del lado de los que se pronunciaron hoy como la mayoría. Espero que hagan algo diferente a llevarse el balón a la casa (o pincharlo). Yo sigo por acá tratando de ver cómo hacemos para resolver el entuerto. Entre todos, quiero decir.
*
Salí de la casa de mi má hoy en la noche y pillé un grupo de peláos, algunos fumándose un porro, hablando entre ellos de Santos, Uribe y Pastrana. De las tomas guerrilleras que sólo vieron por YouTube (gran diferencia, porque nosotros las vimos por televisión e igual de lejos). De cómo antes se daban mucha bala. Sigo creyendo que es un buen momento en el que todos hablan, hablamos, conversamos. Sigamos hablando.
**
No los culpo. Hay personas en las que no confío todavía porque obviamente no dejarán de ser unos hijueputas y todo eso.
***
Muchos votos nulos y no marcados para un papel tan sencillo. Sería interesante un análisis de esos tarjetones.
Se viene un tiempo de cálculos políticos milimétricos en la repartición del poder, cálculos que nada tienen que ver con las víctimas ni con los ciudadanos de a pie. Protagonismos, cesiones que harán parte de otros sapos a digerir. Ya se habla de cuidados a la inversión privada y otras frases que hacen pensar en la muerte anunciada de este otro intento de reforma agraria. Otro más en el panteón. Ya llegan frases sobre la necesidad de incluir en la negociación los valores de la familia. De pronto son esos valores que también excluyen y dejan por fuera a muchos. Era mucho pedir.
Igual, un acuerdo que no resulte conveniente, válido o útil para la mitad de las personas que viven acá es un acuerdo que no sirve. Finalmente, esas personas también viven acá. Lo que dijimos el otro día sobre lo que sería vivir en paz necesariamente ha de incluirles también. Hemos de ponernos de acuerdo en lo que, en promedio, significa la justicia para todos nosotros. Qué es justo, qué es negociable y qué no. El Gobierno se agarró de un manojo de prerrogativas y no fueron suficientes para que la comunidad le rodeara; igual, para eso se elige el Gobierno y no podría culparles de haberlo hecho de esa forma. No me incomoda una negociación silenciosa porque sigo creyendo que sólo así sobrevivió a los extremos y a la desinformación como campo minado.
Por mis convicciones, desconfío profundamente de quienes, amparados en la voz del No que hoy se manifestó, sólo buscan mantener los privilegios y el poder a costa de la vida y el sufrimiento de los que, desde su nacimiento, se vieron enfrentados a la falta de oportunidades reales. A los que mantienen muchas vacas o muchas cañas de azúcar en terrenos inconmensurables, más de una vez arrebatados a la fuerza y protegidos con fusiles bien pagos. A los que no quieren permitir voces políticas disidentes. A los que no les interesa ninguna política social que trastoque los ejercicios de compensación política en cargos y normas.
La naturaleza de lo que sea que se negocie (si es que se logra) seguramente cambiará. Por ahora el balón, los reflectores y los micrófonos están del lado de los que se pronunciaron hoy como la mayoría. Espero que hagan algo diferente a llevarse el balón a la casa (o pincharlo). Yo sigo por acá tratando de ver cómo hacemos para resolver el entuerto. Entre todos, quiero decir.
*
Salí de la casa de mi má hoy en la noche y pillé un grupo de peláos, algunos fumándose un porro, hablando entre ellos de Santos, Uribe y Pastrana. De las tomas guerrilleras que sólo vieron por YouTube (gran diferencia, porque nosotros las vimos por televisión e igual de lejos). De cómo antes se daban mucha bala. Sigo creyendo que es un buen momento en el que todos hablan, hablamos, conversamos. Sigamos hablando.
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No los culpo. Hay personas en las que no confío todavía porque obviamente no dejarán de ser unos hijueputas y todo eso.
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Muchos votos nulos y no marcados para un papel tan sencillo. Sería interesante un análisis de esos tarjetones.
octubre 01, 2016
Definition
En mi hogar se lee y se responden preguntas sobre el Acuerdo de Paz. El Acuerdo. ESE Acuerdo.
Una de las frases que más a menudo surge en las conversaciones al respecto es la definición de paz. El acuerdo no es de paz ni traerá la paz. Eso que negociaron no es la paz. La paz es otra cosa, tras lo cual proceden a describir su visión de la paz.
Tiendo a estar de acuerdo con el argumento, me veo a mí mismo renegando de lo etéreo que es definir la paz, casi tanto como definir lo que es el alma o lo que es el arte. Etéreo y por eso mismo poco pragmático. Sin embargo, me gustó la idea de divagar sobre lo que representaría para mí vivir en paz (así como prefiero preguntarme sobre la naturaleza del espíritu humano o cuál es la función del arte).
Por ahí escribí que vivir en paz se me parece mucho a poder tomar prestado un paraguas en el restaurante, en el hotel o en la oficina porque salgo a la calle durante la lluvia, sabiendo que lo devolveré para que alguien más lo use luego. Porque asumo que los otros tienen la misma necesidad que yo de no llegar hechos un desastre a su destino o prefieren no tiritar de frío mientras secan la ropa puesta. Vivir en paz ha de ser un ejercicio cotidiano, de negociación constante, en el que cada día debemos negociar, acordar los términos de convivencia y quitarnos de encima, de alrededor, los motivos por los que no nos permitimos ver a los otros como semejantes -que no iguales porque iguales no somos y menos mal-. No más negro, indio, ñero, pobre, gomelo, paraco. No más necesidades de exclusión y de reducción del otro a un escalón inferior, a otro piso, a otro espacio.
Por eso mismo, me suena que vivir en paz es aceptar que los demás, si lo deciden por sí mismos de forma individual y voluntaria, son capaces de aprender y cambiar, de interactuar diferente con el resto de la comunidad. Entender que restringir unas libertades individuales para quienes no lo logran es un medio y no un fin del castigo. Que encarcelar es dar un espacio en el que la comunidad interviene para dar herramientas nuevas y enseñarle a quienes hacen daño que hay otras formas de interactuar y convivir. Que encarcelar por el mero fin de encarcelar y aislar no cambia nada, no cambia el pasado ni alivia tristezas ni educa a quien podría aprender algo; que el fin de una comunidad no debería ser el tener miedo sino el hacer de sí misma un grupo cada vez mejor y más próspero de personas y por eso mismo es menester recuperar la presunción de buena fe y la capacidad de creer en que el otro puede aprender -si lo quiere y hace algo por ello, ya lo dije-.
Si hay gente que voluntariamente cambia su conducta sin necesidad de estar en una celda, ¿qué fin cumple entonces la celda que tantos piden para esa gente? Se siente como un fin egoista, muy personal. Como un deseo, un ansia y una expectativa de ver a alguien con uniforme de preso para sentirse ganador, victorioso, superior. Otra vez superior en tanto alguien tiene menos libertades que yo y ese es mi deseo. Para mí, el vivir en paz, como el perdón y la reconciliación, es un proceso contínuo, prolongado y lleno de dificultades. Nada de lo que esté en un papel cambia eso. Si lo sabremos los colombianos de a pie, que día a día vemos como muchos aquí desconocen de forma rutinaria lo que dicen los papeles normativos y viven de acuerdo a la intuición y a las normas de facto, a lo comúnmente aceptado. Por eso mismo acepto, como colombiano de ciudad, que El Acuerdo no incluya el tener en una cárcel a un montón de personas a menos que incumplan El Acuerdo.
Por último, me queda la idea de competencia. De la necesidad de ganar. De ser más sagaz que los otros como victoria. Porque vivir en paz también significa no necesitar ganar siempre y aceptarlo. No tener que llegar primero, no vivir siempre en los términos que uno desearía. Negociar. Acordar. Ceder. Y si algo quedó claro desde el momento que las partes comenzaron a negociar El Acuerdo es que nadie ganó y ambas partes aceptaron (creería que como condición esencial para escuchar al otro) que aparentemente no iba a haber victoria (o al menos, no pasaría de ser pírrica, desafiante sobre las cenizas del país y sus habitantes).
Algo que aprendí en las clases sobre negociación (empresarial, orientada a trabajar dentro de El Sistema) es que el primer paso siempre es la construcción de confianza. Por eso mismo acepto que la desconfianza es natural en las partes que negociaron El Acuerdo (y me ilusiono pensando que el Gobierno me representa así en el fondo crea otra cosa). Por eso mismo entiendo que nadie se está rindiendo y que simplemente estamos acordando en qué términos podemos vivir todos en un mismo espacio y en una misma comunidad.
Por eso elijo ir mañana y votar por el Sí en el plebiscito, confiando y esperando que lo poco o mucho que yo pueda hacer junto a otros tantos ciudadanos, permita construir confianza y estar más cerca de eso que creo es vivir en paz.
Una de las frases que más a menudo surge en las conversaciones al respecto es la definición de paz. El acuerdo no es de paz ni traerá la paz. Eso que negociaron no es la paz. La paz es otra cosa, tras lo cual proceden a describir su visión de la paz.
Tiendo a estar de acuerdo con el argumento, me veo a mí mismo renegando de lo etéreo que es definir la paz, casi tanto como definir lo que es el alma o lo que es el arte. Etéreo y por eso mismo poco pragmático. Sin embargo, me gustó la idea de divagar sobre lo que representaría para mí vivir en paz (así como prefiero preguntarme sobre la naturaleza del espíritu humano o cuál es la función del arte).
Por ahí escribí que vivir en paz se me parece mucho a poder tomar prestado un paraguas en el restaurante, en el hotel o en la oficina porque salgo a la calle durante la lluvia, sabiendo que lo devolveré para que alguien más lo use luego. Porque asumo que los otros tienen la misma necesidad que yo de no llegar hechos un desastre a su destino o prefieren no tiritar de frío mientras secan la ropa puesta. Vivir en paz ha de ser un ejercicio cotidiano, de negociación constante, en el que cada día debemos negociar, acordar los términos de convivencia y quitarnos de encima, de alrededor, los motivos por los que no nos permitimos ver a los otros como semejantes -que no iguales porque iguales no somos y menos mal-. No más negro, indio, ñero, pobre, gomelo, paraco. No más necesidades de exclusión y de reducción del otro a un escalón inferior, a otro piso, a otro espacio.
Por eso mismo, me suena que vivir en paz es aceptar que los demás, si lo deciden por sí mismos de forma individual y voluntaria, son capaces de aprender y cambiar, de interactuar diferente con el resto de la comunidad. Entender que restringir unas libertades individuales para quienes no lo logran es un medio y no un fin del castigo. Que encarcelar es dar un espacio en el que la comunidad interviene para dar herramientas nuevas y enseñarle a quienes hacen daño que hay otras formas de interactuar y convivir. Que encarcelar por el mero fin de encarcelar y aislar no cambia nada, no cambia el pasado ni alivia tristezas ni educa a quien podría aprender algo; que el fin de una comunidad no debería ser el tener miedo sino el hacer de sí misma un grupo cada vez mejor y más próspero de personas y por eso mismo es menester recuperar la presunción de buena fe y la capacidad de creer en que el otro puede aprender -si lo quiere y hace algo por ello, ya lo dije-.
Si hay gente que voluntariamente cambia su conducta sin necesidad de estar en una celda, ¿qué fin cumple entonces la celda que tantos piden para esa gente? Se siente como un fin egoista, muy personal. Como un deseo, un ansia y una expectativa de ver a alguien con uniforme de preso para sentirse ganador, victorioso, superior. Otra vez superior en tanto alguien tiene menos libertades que yo y ese es mi deseo. Para mí, el vivir en paz, como el perdón y la reconciliación, es un proceso contínuo, prolongado y lleno de dificultades. Nada de lo que esté en un papel cambia eso. Si lo sabremos los colombianos de a pie, que día a día vemos como muchos aquí desconocen de forma rutinaria lo que dicen los papeles normativos y viven de acuerdo a la intuición y a las normas de facto, a lo comúnmente aceptado. Por eso mismo acepto, como colombiano de ciudad, que El Acuerdo no incluya el tener en una cárcel a un montón de personas a menos que incumplan El Acuerdo.
Por último, me queda la idea de competencia. De la necesidad de ganar. De ser más sagaz que los otros como victoria. Porque vivir en paz también significa no necesitar ganar siempre y aceptarlo. No tener que llegar primero, no vivir siempre en los términos que uno desearía. Negociar. Acordar. Ceder. Y si algo quedó claro desde el momento que las partes comenzaron a negociar El Acuerdo es que nadie ganó y ambas partes aceptaron (creería que como condición esencial para escuchar al otro) que aparentemente no iba a haber victoria (o al menos, no pasaría de ser pírrica, desafiante sobre las cenizas del país y sus habitantes).
Algo que aprendí en las clases sobre negociación (empresarial, orientada a trabajar dentro de El Sistema) es que el primer paso siempre es la construcción de confianza. Por eso mismo acepto que la desconfianza es natural en las partes que negociaron El Acuerdo (y me ilusiono pensando que el Gobierno me representa así en el fondo crea otra cosa). Por eso mismo entiendo que nadie se está rindiendo y que simplemente estamos acordando en qué términos podemos vivir todos en un mismo espacio y en una misma comunidad.
Por eso elijo ir mañana y votar por el Sí en el plebiscito, confiando y esperando que lo poco o mucho que yo pueda hacer junto a otros tantos ciudadanos, permita construir confianza y estar más cerca de eso que creo es vivir en paz.
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