abril 17, 2020

Epilogue

Creo que Nick Hornby podría escribir ahora mismo un epílogo a Fever Pitch. Uno en el que se recuerde a sí mismo (y por extensión, a todos nosotros) cuando, como bien lo decía en el capítulo cuyo número no recuerdo, explicaba la forma en la que el resto de la vida se ajusta a los partidos de Arsenal. Las personas que lo conocen a uno lo suficiente saben y preguntan de antemano si uno está libre tal o cual día, si está bien vernos el sábado en la mañana o simplemente evitan la invitación que saben que será rechazada porque hay derbi contra Tottenham. Nuestras parejas saben lo relevante que es en nuestra rutina la periodicidad del fútbol y lo poco negociable que es el poner otras cosas en el mismo horario. Los eventos importantes se planean con meses de antelación buscando no cruzarse con los partidos importantes. Las exparejas se acuerdan de uno por el equipo de fútbol. Los amigos se compadecen cuando el equipo de uno pierde, los mensajes son más sentidos cuando la derrota es catastrófica. Las mamás y suegras hacen fuerza por el gol que no llega así no les guste apoyar camisetas rojas.

Los latidos de la vida están acompasados por los partidos que juega el equipo de uno. Y ese en mi caso es Arsenal.

Ahora, en este hiato improbable, ese pulso se perdió y nada marca los días. Los días ya no incluyen nada de todo eso que los matizaba y los hacía parte de la semana previa a algo. Ni los años, que se movían al ritmo de las ventanas de fichajes y las fechas restantes del campeonato en curso (y las probabilidades de ganarlo). No hay ahora, como en cualquier pulso cardíaco que hayan oído, altas y bajas, lunes exultantes y fines de semana grises. No hay expectativa ni ansiedad por el partido que viene, el de la victoria improbable o el que necesitamos ganar a como dé lugar. No hay enojo por las declaraciones inapropiadas del antiguo entrenador o el jugador desterrado del corazón. No hay blogs, podcasts o videos nuevos que planteen preguntas, respondan preguntas o busquen soluciones. No hay publicaciones en redes sociales, de jugadores y clubes, que busquen alborotar a la afición de cara a algún momento importante. Así como se esfumó la expectativa ante los propios sueños y los planes, así se esfumó la visión de futuro en la que se celebra algún trofeo nuevo o alguna victoria memorable. La sensación de que nada nos espera en el mañana se hace aún más profunda, si es que eso es acaso posible.

Mientras esto esté como está, la rutina sólo está y estará acompañado por el ruido blanco de lo que sea que uno ponga en YouTube (o YouTube elija poner por su cuenta con sus modernos algoritmos). Es como escuchar a alguien declamando poesía en finlandés, todo tan monotónico y poco emotivo. No se trata de ser de acuerdo a lo que el equipo de fútbol hace o muestra, es que todas las emociones de la vida aparecen semana a semana y es por eso que el viejo futbolero dijo que el fútbol no es un asunto de vida o muerte sino algo mucho más importante: porque es ese conjunto autocontenido en el que todo pasa, todo está, todo se vive, todo se aprende, todo cambia, todo lo bueno y todo lo malo es y está.

Queda darle otro ritmo a la vida, revivir el pulso de los días, hacerse a otras pequeñas victorias para poder lamentar alguna pequeña derrota. Todas ellas temporales, como siempre.

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