enero 16, 2020

Siesta

Galactus habla de la siesta como una de las principales víctimas de la virtud protestante que consagra su trabajo a dios y su vida, a su trabajo. Como una herencia traída por todos los que necesitaron y necesitan que seamos productivos para ser dignos (¿de respeto? ¿de ser considerados humanos?).

Lo común era viajar a ciudades intermedias y ver que los negocios respetaban la hora de la siesta. Poco a poco esto fue desapareciendo ante las quejas de los rolos que despectivamente hablaban de estas regiones como asilo de perezosos insufribles que se atrevían a dormir de día. ¡De día!
Ahora ya llegamos al punto en el que un supermercado no puede cerrar un primero de enero porque la gente de ahora no puede prever y comprar el pan o la leche el día anterior (como lo hacía hace veinte años).

Es bonito ver que, por ejemplo, los veranos europeos están llenos de sitios cerrados pasado el mediodía porque la cocina cierra apenas despacha el almuerzo y descansan hasta las cuatro o cinco de la tarde. Como un viejales madrileño me dijo a la pasada alguna vez, un verdadero madrileño sale en verano a la medianoche (porque es insoportable salir a otra hora) y no sé de ningún negocio que desaparezca por no atender a la hora a la que nadie quiere que lo atiendan.

Todo está en esa estúpida oferta que trae consigo una falsa necesidad. Salir un primero de enero a comprar algo en el supermercado porque no se está ocupado trabajando. Esa tonta necesidad de ocuparse, que mi suegro describe bien al afirmar que la gente sale de los centros comerciales a la misma hora que sale de trabajar.

Les faltan gatos y perros en sus casas, amigues. Deberían regalar juegos de parqués y dominó para que la gente aprenda a disfrutar de no hacer un carajo y no sentirse culpable por ello.

No hay comentarios.:

Lo más fresco

Your illusion

Uno se sienta a recordar cosas de Brasil 2014 y, aunque ahora se ve lejano, sigue esa sensación de creer que lo que hicieron esos muchachos ...