He estado leyendo el libro que publicó Edward Snowden a forma de autobiografía. Permanent record, decidió llamarlo. Ya en el título comienzan los juegos de palabras que, sin mucha cautela, se convierten en frases lapidarias y sentencias inobjetables.
A pesar de lo relevante que es su historia en el contexto actual, lleno de problemas y extremos, lo que a mí más me ha movido al leerle es su relación con mi propia historia. Hay diferencias enormes entre los dos (yo hago parte de la primera generación en mi familia que tiene acceso a la universidad, no vivo en un país privilegiado, mis padres no trabajaban para agencias del Gobierno, etc.) pero lo global de los hechos que marcan su vida hace que lleguemos a tener más cosas en común de lo que creía al comenzar a leer.
A ambos nos marcó la curiosidad desde muy pequeños. En mi caso, siempre quise saber cómo funcionaban las cosas y cómo funcionarían las que hasta ahora estaban en obra. Destripar radios y rearmarlos luego para que no me regañaran fue paso obligado para saciar esa curiosidad. Ver televisión hasta tarde, ver noticieros y leer periódicos sin saltarme ninguna de las columnas de opinión. Jugar con cada consola y computador que llegaba a casa, saliéndome de los juegos de Accolade para abrir la consola de basic (por casualidad, porque aprendí que los archivos EXE eran los que iniciaban cosas), cosas así.
En el fondo, ya al final de la historia, siento que legitima mi inquietud constante por hacer algo significativo con el tiempo que dedico a escribir código, enviar emails y asistir a reuniones. No hacerlo todo simplemente para hacer que otros compren más. Por eso mismo ha sido satisfactorio trabajar para arreglar y mejorar cosas en la universidad que estudié, para hacerle más fácil la vida a quienes trabajaban en el back-office de una empresa de El Sistema (que suelen ser los que más sufren y menos reciben como paga por ello), para hacer más segura la vida digital de las personas. He podido darme el lujo de elegir qué hacer y eso ha sido un privilegio (mi mamá lo llama bendición, ambas versiones dan a entender lo mismo). He elegido de acuerdo a lo que creo y puedo ir tranquilo por ahí, sin la tentación de quemarlo todo y dedicarme a cuidar un huerto porque me siento sucio o inmoral en mi quehacer.
*
Cada vez que leo cosas como "en la versión china de Github" o "la wikipedia rusa", no dejo de pensar en lo estúpido que es todo eso. Técnicamente. Hay gente por ahí haciendo trabajo duplicado o perdiendo tiempo en problemas que otros posiblemente ya han resuelto o en los que han encontrado una mejor aproximación. Todo porque veinte o treinta idiotas con poder eligen segmentar lo que antes era único; poner a la gente y su trabajo colaborativo en medio del nuevo campo de batalla ideológico. Sin saber si sera un nuevo Ypres, un nuevo Verdún o un nuevo Vietnam. Y no se me ocurre otra resistencia que ejercer los derechos que ya tenía cuando sólo había páginas en geocities, armadas con MS® FrontPage o a mano.
Lo único que me ataba a Windows en el portátil personal era Lightroom. Voy a probar Darktable. Sobre Manjaro Linux. Eventualmente habrá que aportar a la causa con un servidor Tor o algo. Donar a Mozilla. A la Wikipedia. Esas cosas.
enero 09, 2020
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