Últimamente me resulta un poco más arbitraria la agrupación de películas que denominamos westerns. El otro día veía The magnificent seven (1960) y me sentí a veces en medio de un romanticismo alemán tardío, en una situación que iba más allá del código de honor para caer en el optimismo desbordado por la humanidad -o al menos por una parte de ella-.
Hace poco vi Death rides a horse (1968) y era todo un thriller con personajes complejos e historias elaboradas que se van develando a medida que transcurre la historia.
Todavía recuerdo el día que vi The good, the bad, the ugly (1966) y no se parece a nada. No es comedia pero uno se ríe todo el tiempo. No es acción pero se la pasan a balazos y patacera. No le sobra ni un minuto.
Y la música. La música es maravillosa (normalmente). A veces se sobreactúan tratando de decir cuál momento es importante para la historia pero normalmente es muy buena.
*
Lee van Cleef era un tremendo actor. Un actor el jijuepuerca. Todos recuerdan a Clint Eastwood y fue entre van Cleef y Bronson que le dieron poder a los westerns.
Ya sé. Omitir a John Wayne es herejía pero siempre encuentro más poder, más emociones y mejores historias sin Wayne así el tipo haga todo perfecto -enlazar, saltar, disparar, montar a caballo-. O tal vez sea a pesar de ello.
abril 10, 2016
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1 comentario:
Es bien sabido que usted tiene su algo de Lee van Cleef. Si, era tremendo.
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