Siempre he demandado de mí lo mejor posible. Bueno, al menos hasta hace poco. Últimamente rehuyo los intentos fallidos y he perdido la persistencia, la insistencia, la terquedad propia del que quiere saber cómo es que funciona algo. Eso pareciese que se evapora fácilmente si se deja al sol de la baja autoestima; sólo queda la desconfianza del que no cree que lo que se hace resulte en algo bueno o útil.
No me quiero volver un pusilánime.
julio 18, 2013
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