No sé cuándo comencé a sentir la necesidad de escribir cosas. No sólo escribir porque debía entregar una tarea. No. Hablo de la necesidad real de escribir, de sentir que era necesario escribir en alguna parte lo que estaba pensando.
Sé que mientras estuve en el colegio no escribía mucho. Me gustaba escribir para hacer las tareas, sí, pero no tenía un espacio para escribir lo que quisiera. Al menos hasta que me senté en la sala de mi casa todas las tardes a escribir en hojas blancas. Despegaba las formas continuas de la impresora y me sentaba a escribir lo que estaba pensando. Lo que pasaba por mi cabeza sobre las cosas que veía y con las que no estaba de acuerdo. Lo que esperaba. Esas cosas. Fueron cincuenta, tal vez sesenta hojas que ahora mismo no sé si aún están guardadas por ahí o ya boté a la basura.
No tuve diario o algo parecido, sólo esas hojas escritas a mano.
Cuando estaba en la universidad di vida a este weblog. Comenzó con el conocido estilo querido diario, recogiendo anécdotas e ideas varias. Creo que la necesidad de escribir encontró un espacio y se volvió hábito. Va y vuelve, nadie sabe cuándo pero vuelve. Lo importante es que siempre, como mínimo, puedo escribir aquí.
Ahora volví a escribir a mano, en hojas de papel. Ya van quince hojas llenas de pensamientos y no sé cuántas más serán.
julio 17, 2013
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