octubre 07, 2019

(Pay it) Forward

Creo que ya han pasado más de diez años desde que salió una película, más bien melosa, que en español llamaron Cadena de Favores, como tratando de darle sentido al muy anglo Pay it forward. Era un muchachito que, desde su salón de clase, convencía a todo un pueblo de ayudarse los unos a los otros esperando que más adelante alguien les compensara su generosidad con otro favor. Un ciclo virtuoso de ayudas y dádivas en el que todos se amarían hasta el final de los tiempos, comenzando por los dos adultos protagonistas que andaban con una gran necesidad de amarse.

Pues bien, estoy firmemente convencido de que esa película ya se hizo realidad. No es más sino ver cómo funcionan las reuniones políticas que se pueden ver en casas y casonas de la ciudad estos días. Un pepito bisoño cualquiera quiere acceder a círculos de poder, para lo que busca que otro con más experiencia acuda a su reunión política y así aumentar su reconocimiento, hacer creer a otros que puede hacer cosas por ellos (porque tiene a alguien con más poder de su lado) y dar la idea de poder potencial, de ser aquel con acceso al poder real. Reunión tras reunión en cada casa, las mismas casas que usan cada vez que hay elecciones. Las mismas escenas de las tres o cuatro camionetas estacionadas frente a una casa, unas cachuchas rojas, azules o verdes (por qué les gusta usar cachuchas en Bogotá, nunca lo entenderé) y el escolta de rigor porque fijo hay algún ya-político apoyando la causa.

Es una cadena de favores en la que cada político ayuda a otro buscando ampliar su poder, el alcance del mismo a través de otros que quedan en deuda, una cadena de favores que replica, sostiene y define el sistema. Un sistema social que vive del -falso- altruismo y de la ayuda al otro. Un sistema social en el que no estamos. La política sin gente, la política sólo con políticos. Se parece mucho a los matemáticos, tan alejados del mundo real a veces y tan cercanos a la abstracción de la que viven.

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