El eterno retorno puede hacerse evidente en los eventos que menos esperas. Sentarte en el piso brillante, espalda contra la pared como en los viejos tiempos y sollozar. Igual que hace diez años, como para que dejes de creer que ahora eres sofisticado, elaborado y consecuente. Sigues siendo la misma masa informe e irrelevante.
Es casi seguro que, apenas te sientas en el piso, la espalda contra la pared, regresan las mismas ideas, esas que prometiste abandonar pensando que eran ellas y no tú quienes invocaban los temores de antaño. Y es que sabes que no son ideas; son el YO que crees elaborar pero que sólo escondes.
Porque el giro de trescientos sesenta grados tiene componente en el eje Z.
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Hace tiempo no me sentaba en el piso, sentado contra una pared, a oir musica. Porque en el fondo el eterno retorno es lo único que existe. Estamos atrapados y todo se reduce a distracciones casuales.
Igual que hace 10 años, escucho Pink Floyd e Incubus. La novedad es sentirte triste, completamente solo, en un aeropuerto. Y bueh, se supone que crecí y cambié las cosas que no me gustaban. Espero no olvidarlo jamás.
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Ah! Una máscara!
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