Los 747-400 son simplemente hermosos. Todos los tratan con cariño. Los aterrizan con sutileza (fue el aterrizaje más sutil, suave y cuidadoso que me ha tocado en la vida), los técnicos conocen cada detalle de su funcionamiento y conocen los ires y venires de cada pieza.
Queen of the skies, le llaman. Y con toda la razón. Es una nave hermosa.
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Alguna vez en la universidad me topé con un cartagenero tímido. Ese evento, único en su clase, parece haberse unido con otro: me topé con un japonés poco polite. Ya lo he visto todo, ahora sí.
agosto 21, 2016
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