julio 26, 2020

Memorias de una hospitalización XVI

Uno comparte vecindario con gente variopinta cuando está hospitalizado. De los primeros comentarios que recibí en mi segundo período de estar internado fue uno de una enfermera que trataba de animarme y ayudarme a estar tranquilo. Señaló la bolsa de nutrición parenteral y me dijo el doctor que trajo esta idea al país está en el mismo piso que tú. Es todo un honor.

No tenía curiosidad ni ánimo para preguntar por nombres. Me quedé sin saber quién era o qué hacía esa persona en una habitación del piso doce.

Cuando finalmente pude caminar por los pasillos del piso, me crucé con personas inesperadas. Una tarde, una amiga que fue a visitarme aceptó acompañarme a mi caminata de la tarde. Cuando comenzábamos la primera vuelta, nos topamos de frente con un par de escoltas y, tras ellos, un expresidente con otro par de personas acompañándolo, cargando algunas maletas caras de las que llevarían a sus vacaciones de verano. En parte me desagradaba el que esos escoltas estuviesen siempre allí, junto a la puerta de la habitación, pues no me dejaban detenerme en la única ventana de todo el recorrido con vista clara hacia afuera, al mundo. Y pues, el que haya escoltas implica que hay armas. Pensaba luego en lo lenta que tenía la cabeza, pues cualquier otro día seguro habría musitado bienvenidos al futuro, parceros para despedir al vecino en su camino a la salida.

Cuando estaba más a gusto en mis caminatas, después de la segunda semana, pude fijarme en los detalles de los puestos de enfermería. Los computadores en los que todos registraban novedades en las historias clínicas. Los carritos de paro. El sitio donde se cambiaban de ropa y dejaban sus morrales. Los carritos de medicinas que estaban marcados con nombre completo y cédula del paciente. Ahí comencé a prestar más atención y sí, podía ver que Pepito seguía en la doce cero dos. Que ahora había un señor de mediana edad en la doce cero seis. Que había llegado un señor de nombre sonoro y alojado en la memoria noticiosa a otra habitación del piso. Uno al que llegaban a visitar grupos de personas y grupos de señoras, al que saludaban al entrar con un Jorgito al unísono. Cuando la cabeza finalmente recordó quién era, no dejé de sentir un poco de asco cuando pasé frente a su puerta en cada caminata, hasta que vi que en el carrito de medicinas estuviese vació el espacio del nombre para esa habitación. Está comprobado que el personal médico cuida de todos así sean personas horrendas con amistades oscuras.

Como veía que leer libros me dormía a los cuatro o cinco minutos (porque la cabeza se cansaba tan rapido como el cuerpo), me dediqué a leer columnas de opinión todas las mañanas pasadas las seis, poco antes del cambio de turno en enfermería. Ahí fue donde vi quién era mi vecino médico y famoso. Era el doctor José Félix Patiño. El médico docto y reconocido, el ministro de salud, el venerable rector de mi universidad y fundador de la clínica en la que me estaban atendiendo. En efecto, era él quien había traido a estos lares la idea de ponerle a uno nutrientes directo en lo profundo del ser (cosa muy útil para los que estamos sanando alguna dolencia en las tripas y necesitamos dejarlas descansar de su quehacer). Era esta persona de la que cada acción, cargo y labor estuvo siempre dedicada al bienestar de otros, de muchos. ¡De tantos! Y ya con eso mi vecindad de piso se recompuso y dejé de sentir que me rodeaba gente horrible. No dejaba de pensar en lo esencialmente altruista que es el dedicarse a la medicina o a la enfermería. Nada los mueve a levantarse cada día aparte de ir a hacer que otros sanen o que, como mínimo, no sufran mientras dan curso a sus devenires naturales.

Desafortunadamente, las columnas y las noticias lo mencionaban porque su estado de salud se deterioraba rápidamente y cada artículo era más un elogio fúnebre (el eulogy gringo). Don José Félix falleció antes que yo recibiera el alta. Yo logré salir de allí camino a casa gracias a muchas cosas que él hizo en vida, desde lo más grande (ser fundador de la clínica), pasando por lo más duradero en el tiempo (trabajar en políticas de salud pública, educar a generaciones de médicos que seguro me atendieron allí) hasta lo más pequeño y concreto (la nutrición parenteral total, que fue lo que hizo que yo pudiese salir del cuadro de desnutrición mientras sanaba de la tripa). Su obra me rodeó y me brindó los cuidados que necesitaba para prolongar la vida, como nos rodea y nos cuida a muchos todos los días, seamos pacientes, ciudadanos o estudiantes universitarios en alguna de las instituciones en las que dejó parte de su legado y su trabajo. Hice lo que pude para dar gracias a todas las personas que me cuidaron y me ayudaron a sanar, pero sigo divagando sobre cómo podría uno dar gracias por tanto a una persona que ya no está.

julio 23, 2020

Heretics

Hace ya unos años, era todo un proceso ponerle colores y fuentes al blog. Ya hemos hablado de los comentarios, sí. Algún día volveremos a poner HaloScan, lo sé. Pero quedémonos esta vez en lo que implicaba pintar el blog con un fondo o una combinación de colores específica. Cuando blogger no era de google, la interfaz era sencilla y sólo usaba el HTML que le proveíamos, con un CSS específico. Cuando los compraron, comenzó a hacerse más complejo y la interfaz parecía ser un XML que se transformaba (¿alguien acá recuerda Apache Cocoon?) pero ya no tenía esa relación directa entre los cambios y la interfaz. Posiblemente buscando que fuese un proceso más controlado y sin riesgos de subir porquerías para ser reproducidas por blogger.

Como no todos sabían pintar pero todos querían escribir (y la mayoría, aceptémoslo, no sabíamos escribir de todas formas pero era más fácil intentarlo), el negocio de ofrecer plantillas para el blog apareció. Una miríada de sitios apareció de repente para ofrecer mil y una versiones, con colores, con dos columnas o tres, con títulos así o asá, con un cursor diferente para los hipervínculos o con un estilo único e inconfundible (y poco usable, también).

¿Qué queda de todo eso? No mucho. Las plataformas para publicar contenidos se enfocan más en ofrecer opciones para quienes combinan textos, imágenes, videos y tal. Publicar textos limpios parece ser ahora una herejía que se castiga con la escasez de estilos en los que esos textos se vean bonitos. Todo espera que haya mil imágenes y videos. Todo espera un montón de pirotecnia.

Puede ser una señal para dejar a un lado la pirotecnia.

julio 22, 2020

Ranthought - 20200722

¿Recuerdan mi predicción capitalista? Pues bien, parece que superó inclusive las expectativas más optimistas. No sólo tiene Bluetooth sino que amplifica la voz y se enchufa a guasáp.

O tal vez los chinos leen mi blog y me robaron la idea. No lo sabremos nunca. Saludos a los amigos chinos por si acaso.

*

De ahora en adelante, considero necesario validar que Pol sea en realidad un periodista de carne y hueso, y no un algoritmo escribiendo noticias. Como una versión de Tron en la que colombiacheck se da bala con los feik nius.

**

Actualicé mi post sobre la caca de gato. Sobre las arenas para caca de gato. Ahora incluye también algunas marcas de arena que no se hacen con base en bentonita sino en productos biodegradables. También actualicé mi opinión de algunas otras que han cambiado -o no- en el tiempo y he podido usar más. Ahora con tres gatos.

julio 20, 2020

Degrees (of separation)

¿Ya conocen a alguien que se haya contagiado del coso-19? ¿Conocían a alguien fallecido por las complicaciones asociadas? Creo que ya se ha extendido tanto que es fácil pensar que sí. Que algún vecino, amigo o conocido ya vio el positivo en el resultado del examen. Ya no está en la televisión. Ya no está en el periódico, en youtube o en el discurso político preferido (o en el más odiado). Está en la cuadra, en el grupo de guasáp o en las llamadas de alguien cercano. En la charla, a dos metros de distancia, con algún vecino o compañero de espera en la fila. En la charla de oficina por Teams.

Ya tengo un amigo que, junto a su pareja, esperan que la cosa no se complique mientras se aislan en su apartamento en Chapinero. Todo indica que se contagiaron porque su pareja fue a atender líos con su abuela, quien, a su vez, se enfermó gravemente y fue en ella que se hizo evidente el contagio. Los familiares que viven con ella, con la abuela, estaban saliendo a trabajar y a hacer sin cuidarse -y sin cuidarla-.
Otro amigo perdió a su tío y tuvo al esposo de una tía gravemente enfermo. El fallecido esperó por semanas, en la interminable fila de cadáveres en Nueva York, su turno para el horno crematorio.

Sí, todo es real. No, no necesitamos el empirismo para creer que las cosas son como nos cuentan desde todo el puto mundo. No es una estrategia del uribismo, de petro, de los venezolanos o de los gringos. Es un virus insignificante que encontró las llaves del reino para multiplicarse exitosamente. En nosotros. Sin necesidad de estímulos que viajen en una frecuencia específica del espectro electromagnético. Sin necesidad del CERN, de los rayos cósmicos, del Patas o de Jebús. Sin los illuminati y sin la CIA.

Vayan con cuidado. Dejen de chimbear -o sigan así, sin chimbear-.

julio 14, 2020

Memorias de una hospitalización XV

Ser ingresado en una clínica suele estar precedido (y acompañado) de dolor. Un poco, mucho o muchísimo. Estar ahí dentro suele incluir dolor, usualmente un poquito menos que antes de entrar -si todo sale bien-. Estar ahí dentro también le pone encima a uno un largo reto a la paciencia y al ánimo. Lejos de todo y de todos. Sin libertad de elegir muchas cosas, la mayoría del tiempo. Y, sin embargo, puedo decir que uno puede llegar a extrañar cosas. Hay cosas que extraño de estar hospitalizado. Así como lo lee usted.

¿Qué se puede extrañar de estar allá metido? Bueno, varias cosas.

Una es la rutina de la comida. Si son los encargados de mantener el lugar en el que viven, sabrán de qué va el pensar cada día en qué comer. Decidir, disponer, preparar, servir, sentarse a comer, recoger, lavar, ordenar. Comer es más que sólo masticar y deglutir. Pues bien, en una clínica -si todo sale bien y el servicio de comida no es El Problema®- la comida es puntual, adecuada, tranquila y siempre bienvenida. Uno nunca come de más, así que siempre llega la comida justo cuando comienza el hambre. Posiblemente en los últimos días antes de salir ya el hambre no se vaya nunca, pero en general el recibir comida es un compás feliz para los díasque se esta internado.

Otra cosa son las duchas. Regaderas convenientes, ojalá con ducha teléfono, de esas que le permiten a uno lavarse todo, enjuagarse todo y echarle agua con la tempratura ideal al rincón del cuerpo que pida más cariño. Dispuestas en espacios de ducha amplios y rodeados de pasamanos, con pisos antideslizantes y champú de cortesía. Tienen menos atractivo cuando el turno que le veló a uno el sueño también lo quiere dejar limpio, pues eso implica bañarse a las seis de la mañana para estar vestido y peinado a las siete para el cambio de turno.

También echo de menos las historias. Sé que en una rutina como la del tiempo a.m. (antes del mierdero), encontrarme con nuevas historias habría sido relativamente sencillo. Sólo tenía que andar por Chapinero o ir a un rincón poco frecuentado de la oficina. Ahora que llevo más de cinco meses sin una rutina que incluya estar fuera de casa (muy diferente al pasar que el ahora demanda), extraño el conversar o simplemente abrir el espacio para que la persona de turno en las labores de enfermería me contara algún pensamiento, alguna historia o algún chisme. Son personas terriblemente ocupadas, infinitamente ocupadas, ocupadísimas. Y sin embargo, siempre tendrán a bien acompañar el quehacer cruzando palabras, sonrisas y complicidades. Siempre preferirán que el quehacer sea vivible.

Iba a decir que extraño las cobijas pero no es cierto. Suelen ser siempre un poco más pequeñas de lo necesario. Siempre hará falta una más. Caso contrario a las almohadas, que siempre serán una más de las necesarias. Pero bueh, sigamos con otra cosa.

Extraño conocer a los vecinos. Verles pasar y saludarles. Ver sus nombres en las listas y en los carritos de medicinas. Verles, creer que es lo normal es sentir simpatía y entender lo que pueda haber detrás de cada cara y de cada expresión. Porque ni a.m. ni d.m. había nada de eso con los vecinos de la rutina. Sólo hay afán, desinterés. Frío.

¿Qué pienso de estas cosas que describí? La mayoría de ellas, si no todas, las sé sujetas al privilegio asociado, al servicio que se tiene acceso; sé muy bien que mi historia es la de una minoría exigua que puede permitirse el creer que todo puede salir bien al tener una urgencia médica, sin creer que los dejará en la bancarrota o que aquel examen que les falta dependa de si puedan conseguir o no el dinero faltante. Que están por ahí derecho unidos a los privilegios que tiene el poder pensar en qué comer y elegir.

Doy gracias pues, porque puedo contar ésto, escribirlo, después de haber cenado algo, tener la posibilidad fisica de ingerir comida y la posibilidad de comprarla antes. Doy gracias porque tuve un problema y encontré quien pudiese ayudarme a resolverlo, manteniéndome con vida en el proceso. Gratitud infinita porque sigo y seguimos, porque el privilegio no nubla la empatía y porque la continuación de la existencia es sólo una excusa más para buscar ayudar a quien lo necesite, en la medida de nuestras posibilidades.

Extraño que me visiten y saber de ustedes.

julio 12, 2020

Geek ranthought - 20200712

Sí, todo lo que escriben en sus redes sociales puede y será usado por otros. En su contra, normalmente, siempre que estén del lado equivocado -que normalmente es el lado opuesto a la policía y a quienes tienen dinero para pagar la vigilancia constante de sus tuits-.

Punto adicional para mi analogía de Twitter como pararse en el delta de un río de aguacaca, pues ellos mismos describen el acceso a todo el caudal de tuits como firehose.

Punto adicional en humor para los eufemismos que usan twitter y sus asociados para decir que no vigilan sino que informan. Podríamos decir que las empresas de social media son esquiroles.

julio 03, 2020

Geek ranthought - 20200703

Adobe Flash player , el famoso Flash player, el de todos los videos y todos los años de entretenimiento a costa de responder mil veces que no queremos que nos instale McAfee, dejará de ser soportado al terminar el 2020. Actualmente son muy pocos los sitios que ofrecen contenidos multimedia y todavía lo exigen. ¿Ya lo desinstalaron?

Ahora, todos los navegadores abren los documentos PDF sin necesidad de plug-ins externos ni de Acrobat Reader. Sólo tiene gracia usar el visor de Adobe si se usan firmas digitales para andar firmando documentos. ¿Todavía tienen Acrobat Reader instalado? Si es así, ¿para qué? Ahí mismo caer lectores como Kalibre y Okular. Sólo sirven si uno tiene ebooks y otro tipo de documentos en un catálogo que consulte con frecuencia.

¿Todavía tienen TikTok instalado? Esta semana probaron que esa aplicación es un hoyo negro de TODOS sus datos. No sólo los que comparten EN la aplicación; atrapa TODO lo que pasa por su celular. Ya se había visto antes con Rovio y sus Angry Birds (aunque estos lo hacían en el tráfico de sus datos viajando entre datacenters).

Lo más fresco

Ranthought - 20241121

En el mismo sentido del otro post , hoy me cruzo con otra idea relacionada. Hace quince años, todos editábamos archivos de texto, creados co...