junio 20, 2016

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Cuando el fútbol latinoamericano deja ver violencia en las tribunas o hace parte de la excusa cuando hay violencia en las calles, las personas tratan de resolverlo como si fuese un problema en el fútbol. De la misma forma que antes se ha intentado resolver como si fuese un problema en la religión (una cualquiera, una de tantas), en el arte.

Ahora que en la Eurocopa se dan cita nazis rusos entrenados en las estepas, turcos con machetes, ultras franceses y borrachos ingleses, los comentarios de las autoridades competentes van de la homofobia a la desidia, pasando por el orgullo (link). Es un problema de Francia, de la seguridad, de la Eurocopa, de lo poco hombres que son los franceses, de los otros que se dejan dar, de los otros que son menos verracos que aquellos. Es el fútbol como chivo expiatorio de todos los problemas que aquejan a diferentes rincones de esa Europa que se rehusa a verse con todos sus problemas sociales de la misma forma que se ha impuesto horrores económicos sin ambages.

Ya pasaron suficientes años para que la comodidad le permita a una generación ignorar la guerra a la que sus padres todavía veían con temor y respeto. El nacionalismo es otra vez una bandera válida para los idiotas con necesidad de demostrar su valía y su no-ser como los otros.

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