Sudor frío, ojos entrecerrados. Miradas al techo y manos sobre los ojos.
Releer una y otra vez. Pa la bra por pa la bra. ¿Tiene sentido?
Antes cerrabas el sobre, lo marcabas (o lo marcabas primero para no dañar las hojas dentro), ibas a un puesto de correo, pagabas y entregabas el sobre. Y todavía tenías que esperar hasta media mañana del día siguiente (si era en la misma ciudad) o hasta tres días si era en otra ciudad. Hoy en día, la ansiedad del estómago y del corazón han aprendido a convivir con la tecnología e inmediatamente después de hacer clic en Enviar (pulsar Enter, barra espaciadora o Ctrl-Enter), el corazón ansía leer una respuesta y el estómago se retuerce de temor.
La acción a distancia (la interacción) es cada vez más natural, lo que sea que signifique eso. Mientras, el triste imán, otrora popular, se resigna a tomar shots de Neodimio para poder ir con uno en un audífono y no quedarse enterrado en la tierra.
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