octubre 31, 2016

Gingerbread

El otro día fuimos con Arturo y RuPaul por Chapinero a tomar café y rajar de la gente. Me explicó cómo es que funciona el Rayo Marica. Me dio aguepanela con quereme y todo. Conocí gatos nuevos. Sigo sin entender cómo no lo había conocido en persona antes. Hablamos de lo mucho que nos importa Javier.

Creo que esa charla, sencilla y calmada como fue, es una de las cosas que más me ha dado herramientas para dejar a un lado los sueños viejos. Atrás. Debajo. En cualquier parte menos delante. Creo que entiendo por qué algunas cosas ya no pueden ser y cómo, tal vez, pueda aprender a vivir en paz con ello. Como escribió Herzog, hay otros Annapurnas en la vida de los hombres.

Qué estorbo esta heterosexualidad, parce. Ni modo, es lo que hay.

Buckyball

Es interesante la historia de Buckminster Fuller. Es todavía más interesante la constante disyuntiva que extraen de su historia en este artículo. No dejo de identificarme con esa disonancia entre la poca fe en los cambios colectivos y la confianza en el espíritu humano para encontrar soluciones a los problemas como comunidad.

octubre 30, 2016

Deprivation

Una de las cosas que identifico ahora como una alerta temprana en mi ánimo es la variación en los hábitos de sueño. Dormir mucho, muy poco, a deshoras. Dormir raro equivale para mí a tener un perrito que comience a ladrar antes del temblor de tierra. Me pone a buscar el maletín con el pito, el atún enlatado, el radio de pilas y agua embotellada. Me pone a buscar las listas de chequeo que uso para revisar conscientemente qué tan bien o mal estoy en realidad.

A veces es necesario meterse debajo del escritorio pa llorar un ratico y salir luego a reconstruir los daños.

A veces es mejor salir corriendo al punto de encuentro y darse abrazos con la gente de uno.

Que se note que escribí esto después de un simulacro de evacuación.

octubre 28, 2016

Sidewalk

En Bogotá, los andenes suelen ser hechos al gusto de quien construye. De hecho, cada construcción tiene la responsabilidad de hacer su parte de la calle (la calzada vehicular) y el andén. Por eso es que muchos andenes son desiguales, unos con un peralte moderado, otros que parecen la cara norte del Everest, algunos en un barro cocido muy resbaloso.

Cuando Enrique Peñalosa llegó a ser alcalde, su discurso pasaba por hacer espacios para que la gente fuese feliz y todo eso. Andenes despejados, andenes sin carros estacionados. Andenes con sillas, árboles, canecas y pajaritos. La carrera quince fue el ejemplo con el que vendió muchas más alamedas y avenidas de andenes amplios con bolardos que parecían tiburones. Una amable caminata entre el humo de las busetas y las hojas caídas de los árboles.

Una de las cosas que nunca entendí de los nuevos andenes es la forma como se hacen. Una capa de asfalto o cemento como base, una capa de arena, unas placas de concreto que hacen en grandes cantidades como si fuesen baldosas, relleno de arena entre las baldosas para rellenar los espacios vacíos. Creo que podríamos decir que emboquillan con arena. El problema es que llueve. Cuando llueve el agua arrastra la arena y deja expuestos los espacios entre las baldosas. Cuando ese espacio queda expuesto, el agua comienza a filtrarse y arrastrar la arena bajo las baldosas. Cuando eso pasa, las baldosas se desnivelan y exponen lo que hay debajo para que el agua siga con su trabajo incesante. Muchos casos hay de salpicadas y caídas por baldosas desniveladas con agua debajo. Mi mamá se cayó en una de esas y terminó con un menisco maltrecho. En Estados Unidos, caerse en el andén de alguien por algo así es demandable; acá las cosas se hacen frágiles (y baratas) desde el comienzo y después nadie asume la responsabilidad sobre los problemas.

Recorrer los andenes de la carrera quince entre las calles 90 y 93 muestra curvas y hundimientos que bien podrían usarse para montar tabla o criar truchas. No dejo de pensar en qué pasará con el metro que proponga Peñalosa, que ya dejó claro que anda recortando costos en tiempos de dólar caro.

octubre 24, 2016

Canillera

Mis primeros guayos los tuve tarde en la vida. En el colegio jugaba todos los días pero eran patios con piso de asfalto que me llenaron de raspones las rodillas y de parches los pantalones. Había una cancha en césped que el colegio mantenía muy al norte de la ciudad, por allá cerca a los cementerios y a los colegios a los que va la gente de plata. Allá jugué a lo sumo dos partidos y jugaba en tenis sin más. Me resbalé varias veces y eso me costaba quedarme banqueado maldiciendo mi suerte.

Los guayos los encontré en el éxito. Unos Adidas negros en puro cuero con líneas blancas sintéticas, suela blanca y taches negros de goma, apropiados para suelo firme. Junto a ellos, unas canilleras Adidas azules generosas con la protección. Los usé constantemente en la universidad, donde todo se jugaba en el pasto abundante. Jugué innumerables torneos con esos guayos y esas canilleras, amistosos contra equipos muy buenos, pataceras muy bravas contra gente de Ingeniería química. Luego comencé a jugar también torneos de fútbol los fines de semana y nunca eché de menos los taches de aluminio. Ni canilleras más livianas.

Compré unos guayos nuevos hace unos cinco años. Azules, muy modernos. Mucho más ligeros y ajustados, con lo que permitían controlar mejor el balón. Los pedí bordados con el alfabravoteam. Comencé a jugar fútbol cinco (five-a-side) con regularidad y ahí también agradecía mis canilleras grandes. Los guayos negros siguen ahí pa cuando ande nostálgico aunque ya casi nunca juego fútbol. Los guayos pa fútbol sala los voy renovando a medida que sacan la mano.

Poco antes de ir a Tokio dejé las canilleras cerca a uno de los arcos en un partido. Llegué tarde y de afán, así que jugué sin ellas y olvidé recogerlas al terminar. Quince años de patadas se fueron con ellas. Ya me hice a unas nuevas, mucho más pequeñas y livianas, ultra modernas y más cómodas. Seguro extrañaré las viejas canilleras.

octubre 20, 2016

Ranthought - 20161020

Una consecuencia inesperada de ir y venir en bicicleta: Más fuerza y resistencia en los brazos. Jugué cuatro líneas de bolos y no sentí cansancio, ni siquiera al día siguiente.

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Ranthought - 20250908

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