Las personas creen poder decirse a sí mismas que es posible vivir sin ser políticos, sin tener una opinión y sin actuar en consecuencia. Discuten sobre lo que les dicen en la radio, en la televisión y en tuiter o feisbuc. Se enfrentan y se acaloran mientras hacen ver lo ridículo que es el otro por pensar en lo que está pensando.
Y sin embargo, ¡sin embargo!, están sometidos a la política constantemente. Confunden el construir una opinión con el estar indignados. Ni siquiera enojados; sólo indignados. Y es así como lo político define cada aspecto de sus vidas al ponerles límites sin que hagan algo por cambiarlo. Simplemente, como pasa con quienes conviven con los ríos de aguacaca que son tuiter y feisbuc, se paran en meido de un gran delta en el que desembocan infinitas sandeces y las vuelven su rutina, su cotidiano y su historia de vida. Acompañan su café de la mañana con ellas. Se van a dormir con ellas. Coquetean con ellas.
Vean nada más lo que pasa con cosas simples como decidir qué buses debe usar una ciudad. Una decisión eminentemente técnica que debería hablar de costos directos e indirectos, además de políticas públicas asociadas, se volvió un fortín político para quienes buscan estar o permanecer en el poder. Y bueh, también se volvió caballito (lisiado) del idiota de turno que es alcalde sin saber hablar en público. Se habló del gas, del diésel y de la gasolina. También de los vehículos eléctricos. De repente, todos fueron expertos ingenieros llenos de datos que se les salían por las orejas. Pero toda esa sapiencia se diluyó en una discusión por mil buses, mientras que, por poner un ejemplo, todos los buses y camionetas de transporte escolar siguen andan con motores diésel de tecnologías tanto o más viejas y ruidosas (¿quiere alguien pensar en los niños?); muchos de los furgones de carga en la ciudad siguen andando con ACPM y sus conductores almuerzan A.C.P.M. (arroz, carne, papa, maduro); los buses viejos que pintaron de azul, verde y naranja, esos también siguen por ahí y nadie gastó tres segundos de iluminación en discutir su existencia en las calles de la ciudad.
Si alguien se atreve a cuestionar cualquiera de los grupos de vehículos que enumeré, seguro encontrará protestas y quejas porque son servicios privados, porque es que no dejan trabajar (1), porque seguro Duque tiene una flota de camiones y camionetas blancos en Buenaventura (2). Y si no fuese así, igual tampoco pasaría nada porque nadie entendería que no se trata de tener la razón (o de que el otro no la tenga) sino de construir una política que le convenga a la comunidad. Las personas no quieren ser políticas, sólo quieren ser graciosas o populares. Ni siquiera importa la veracidad de los datos que añaden al mar de aguacaca; sólo importa que sean los datos más populares. Mucho menos importa el que mi decir haga alguna diferencia en el bienestar de la comunidad. La política está limitada aquí a tener amigos con poder y torcer las vainas tanto como se pueda para ganarle a la vida junto con esos amigos con poder.
Yo seguiré despertándome temprano cortesía del tráfico de rutas escolares ruidosas, que igual no planeo tener hijos y esa nunca será la señal de que se nos hizo tarde para comenzar el día.
*
(1) La excusa estándar para un reclamo a alguien que se vuela una norma es esa, incluso si son normas básicas como no echarle el carro encima a las personas o no robar a la gente.
(2) Cada elección relevante de alcalde o presidente mete un rumor así entre los taxistas. Viene desde Samuel Moreno, pero puede que haya estado antes sin que yo la oyese.
julio 26, 2019
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