Es como muy normal que algo de 900 años se queme o se dañe. Que le pasen cosas. No dejo de creer que las personas logran lidiar con la historia de las cosas mientras no les toque vivirla. Mientras no les afecte el apego de turno y la costumbre.
Las cosas cambian, están y dejan de estar. Chicago y Londres fueron alguna vez una enorme hoguera y no dejaron de ser sólo porque les pasó algo que involucró fuego.
Fuego, el cambio permanente por excelencia.
En el fondo, el incendio en Notre Dame es una lección sobre los apegos inútiles y sobre cómo un montón de gente transforma cualquier hecho en algo sobre sí mismos. Como los noticieros colombianos, que buscan la forma de mostrar que hubo colombianos involucrados en cualquier cosa.
E igual, para eternas las montañas y las estrellas, pero no veo a nadie enviando sus oraciones cuando hay una supernova o cuando el temblor hace y deshace los cerros. Y si algo mostraban los 900 años de historia de ese templo es que los católicos son tercos; seguro la reharán.
Seguro la terminan de reconstruir antes que terminen en Colonia y Barcelona -risas pregrabadas-.
abril 16, 2019
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