septiembre 30, 2015
Aftosa
Ya les he contado varias veces en este blog que mi infancia estuvo llena de campo y animales. Pues bien, esa lista incluye vacas. Vacas y terneros yendo de un potrero a otro, vacas que eran ordeñadas a las cuatro de la mañana. Vacas que cagaban por todas partes. Vacas.
Pues bien, el recuerdo de hoy tiene que ver con vacas pero en un contexto muy diferente. Creo que era el año 2005 y el país se esforzaba por certificarse como libre de aftosa. Todos sabemos que la fiebre aftosa es una enfermedad del ganado en la que le salen aftas a las vacas en la jetica (como síntoma de una afección mucho más importante). Normalmente le dicen a uno que eso no pasa de la vaca al ser humano y que comerse esa carne no debería ser problematico, Igual la gente mata las vacas y deja de comprarle carne a los países que tienen vacas con aftosa. Es "un problema de percepción", supongo.
Pues bien, en la Universidad Nacional siempre han tenido algunas vacas. También habían caballos y algunos otros animales de ganado menor. Un par de ovejas y cabras cerca a las aulas virtuales. Tienen como propósito educar a aquellos ávidos de conocimiento en agronomía y veterinaria, mostrarles cómo es que es el ganado de verdad. Y llegó el día en el que, decían los rumores, alguno de esos animales se contagió de (fiebre) aftosa. La universidad escribió algún comunicado informando de controles que se llevarían a cabo. La realidad de los controles llegaría poco después en forma de tapetes, Tapetes negros que tenían pintado ICA en verde o amarillo, Tapetes esponjosos oscuros que parecían estar llenos de isodine y chapoteaban al pisarlos de salida. El tapete en la salida de la carrera 30 terminaba destruido y hecho trizas hacia las seis de la tarde que salía la mayor parte de los estudiantes y docentes; a las ocho de la noche uno salía y sólo pisaba el charco de isodine que quedaba.
Destruimos un tapete diario como por un mes. No recuerdo bien en qué momento dejaron de ponerlo. Tampoco me fijé bien porque andaba como enamorado por esa época. Algún amor fallido (porque no fue nada). Lo normal en aquel entonces.
septiembre 27, 2015
Clouds
La última vez que andaba persiguiendo un eclipse de luna, lo hice como excusa pa encontrar un sitio oscuro donde morirme. No me morí y no vi el eclipse porque, a pesar de recorrer cientos de kilómetros, todo lo que tenía para ver era una costra de nubes pequeñas y rojizas. No tomé fotos por lo de querer morirme.
Hoy no había una sola nube. Hoy sólo había luces en el cielo y una esfera rojiza. Mosquitos y pájaros con insomnio. Hoy todo estaba mucho más claro. Nada había entre los ojos y los astros.
Suena a un largo camino, a pasar por todos los trabajos de Heracles con una noche de infinitas luces en el cielo como recompensa. Porque el camino le dio sentido a todo esto y ahora sólo hay una profunda necesidad de ser feliz. Pocas cosas hay más vitales que esa, creo yo.
PD. Si con algún cuerpo celeste he creado algún tipo de vínculo emocional es con la luna. Más de una vez ha aparecido o desaparecido justo en el momento adecuado. Soy un lunático.
Hoy no había una sola nube. Hoy sólo había luces en el cielo y una esfera rojiza. Mosquitos y pájaros con insomnio. Hoy todo estaba mucho más claro. Nada había entre los ojos y los astros.
Suena a un largo camino, a pasar por todos los trabajos de Heracles con una noche de infinitas luces en el cielo como recompensa. Porque el camino le dio sentido a todo esto y ahora sólo hay una profunda necesidad de ser feliz. Pocas cosas hay más vitales que esa, creo yo.
PD. Si con algún cuerpo celeste he creado algún tipo de vínculo emocional es con la luna. Más de una vez ha aparecido o desaparecido justo en el momento adecuado. Soy un lunático.
septiembre 17, 2015
Ranthought - 20150917
¿Qué hago conmigo?
Ya que ninguno de los intentos por hacer cosas ha funcionado, ¿qué es entonces lo que debería hacer?
A qué debería dedicar mis días.
Pa qué soy bueno.
Ya que ninguno de los intentos por hacer cosas ha funcionado, ¿qué es entonces lo que debería hacer?
A qué debería dedicar mis días.
Pa qué soy bueno.
septiembre 15, 2015
Scully
Creo que siempre he querido saber cómo funciona algo, por qué funciona así. Eso normalmente tiene línea directa con un escepticismo voraz que todo lo engulle y no siempre devuelve las cosas en buen estado.
En la niñez uno se encontraba con publicaciones sobre misterios, rumores e historias de otros mundos. Revistas que explicaban el último avistamiento de ovnis, libros que recopilaban relatos sobre encuentros inexplicables con seres desconocidos (e incluían dibujos para aumentar el impacto del relato). Todo eso lo consumíamos con avidez pero me sentía un poco solo en lo de cuestionar los relatos; era más fácil creer.
Tal vez es por eso que me gustó tanto encontrar en el televisor esa serie llamada Archivos X (que después sería traducida como Los Expedientes Secretos X y luego sabríamos que eran realmente X-files). Era una historia en la que cada capítulo mostraba una búsqueda alrededor de un relato como los que yo encontraba y cuestionaba, una exploración y un resultado que a veces mostraba lo mejor (o peor) de la credulidad humana y a veces contribuía con el avance de la historia principal (la que es común a todos los capítulos).
Era raro encontrar algo así en la televisión y por eso mismo creo que comencé a seguirla con regularidad. Recuerdo que encontraba televisores en donde estuviese para poder ver a Mulder y Scully el sábado a las 3pm por el canal A -porque lo pasaba RCN televisión-. Recuerdo que llegué al punto en el que estaba con mamá en una oficina -a la que nunca había ido- en la lejana Cazucá y allí acomodé un televisor en algún rincón donde pude ver el capítulo de esa semana.
El encanto de esa serie para mí estaba en la historia, en los detalles, en la gran historia alrededor de cada capítulo (el gran esquema de las cosas). También era como soñar un poquito, no lo sé. Al final, siempre era sentirse mucho como Scully y muy poco como Mulder. Porque Scully no era un patiño del valiente agente federal; ella seguía su camino a través de la historia, hacía su trabajo y enfrentaba sus miedos, y yo elegía seguirla a ella para ver si otra vez tenía que cubrir al cabeza de termo Mulder cuando sus caminos se encontraran.
Creo además que Dana Scully es uno de mis personajes de ficción favoritos y más de una pregunta que me hice se vio reflejada en los dilemas de ella con sus creencias y sus miedos.
Al final la serie se alargó más de la cuenta, añadieron más cosas, hicieron un spin off y una historia alterna en el mismo universo (que bien podrían ser un capítulo más) y crearon un gran final que apenas vi de reojo porque la idea original se había diluido más de la cuenta. Sé que hubo una cueva, helicópteros y explosiones pero sólo fue un gran ¡meh!. A diferencia de muchas otras series, la primera película añadió cosas interesantes a la historia, mientras que la segunda sólo pareció ser un rito de paso para que los actores y el director pudiesen seguir tranquilos con sus vidas.
Ojalá que la nueva película que dicen planear reviviera algo de eso que ofreció en sus inicios. Ahora que todos graban videos en full HD con cualquier celular ya no hay avistamientos de nada ni historias de nada. Sólo Nessie y Bigfoot siguen firmes en su papel de misterios sin resolver; a la gente ya nada la asombra, todo la indigna.
En la niñez uno se encontraba con publicaciones sobre misterios, rumores e historias de otros mundos. Revistas que explicaban el último avistamiento de ovnis, libros que recopilaban relatos sobre encuentros inexplicables con seres desconocidos (e incluían dibujos para aumentar el impacto del relato). Todo eso lo consumíamos con avidez pero me sentía un poco solo en lo de cuestionar los relatos; era más fácil creer.
Tal vez es por eso que me gustó tanto encontrar en el televisor esa serie llamada Archivos X (que después sería traducida como Los Expedientes Secretos X y luego sabríamos que eran realmente X-files). Era una historia en la que cada capítulo mostraba una búsqueda alrededor de un relato como los que yo encontraba y cuestionaba, una exploración y un resultado que a veces mostraba lo mejor (o peor) de la credulidad humana y a veces contribuía con el avance de la historia principal (la que es común a todos los capítulos).
Era raro encontrar algo así en la televisión y por eso mismo creo que comencé a seguirla con regularidad. Recuerdo que encontraba televisores en donde estuviese para poder ver a Mulder y Scully el sábado a las 3pm por el canal A -porque lo pasaba RCN televisión-. Recuerdo que llegué al punto en el que estaba con mamá en una oficina -a la que nunca había ido- en la lejana Cazucá y allí acomodé un televisor en algún rincón donde pude ver el capítulo de esa semana.
El encanto de esa serie para mí estaba en la historia, en los detalles, en la gran historia alrededor de cada capítulo (el gran esquema de las cosas). También era como soñar un poquito, no lo sé. Al final, siempre era sentirse mucho como Scully y muy poco como Mulder. Porque Scully no era un patiño del valiente agente federal; ella seguía su camino a través de la historia, hacía su trabajo y enfrentaba sus miedos, y yo elegía seguirla a ella para ver si otra vez tenía que cubrir al cabeza de termo Mulder cuando sus caminos se encontraran.
Creo además que Dana Scully es uno de mis personajes de ficción favoritos y más de una pregunta que me hice se vio reflejada en los dilemas de ella con sus creencias y sus miedos.
Al final la serie se alargó más de la cuenta, añadieron más cosas, hicieron un spin off y una historia alterna en el mismo universo (que bien podrían ser un capítulo más) y crearon un gran final que apenas vi de reojo porque la idea original se había diluido más de la cuenta. Sé que hubo una cueva, helicópteros y explosiones pero sólo fue un gran ¡meh!. A diferencia de muchas otras series, la primera película añadió cosas interesantes a la historia, mientras que la segunda sólo pareció ser un rito de paso para que los actores y el director pudiesen seguir tranquilos con sus vidas.
Ojalá que la nueva película que dicen planear reviviera algo de eso que ofreció en sus inicios. Ahora que todos graban videos en full HD con cualquier celular ya no hay avistamientos de nada ni historias de nada. Sólo Nessie y Bigfoot siguen firmes en su papel de misterios sin resolver; a la gente ya nada la asombra, todo la indigna.
septiembre 11, 2015
Ladera
Desde que entré a mi colegio, siempre nos hablaban de las personas en el barrio La Paz a las que podíamos ayudar. De lo afortunados que somos y lo poco afortunados que eran ellos. Del deber cristiano.
El barrio La paz es un enclave en las laderas de los cerros frente a la Escuela de Artillería, en el sur lejano, cerca a la cárcel La Picota. Vecino de Palermo sur y no muy lejano del lugar al que iban a morir las rutas de bus Directo Caracas. La primera vez que fui había un largo trecho subiendo por la ladera en el que no había casas. El camino pasaba entre matorrales y discurría junto a una quebrada profunda que devino desagüe para quienes se acomodaban más arriba. El colegio había armado allí una casa de dos pisos en la que procuraba ofrecer un par de cursos de primaria al año y servicios médicos básicos.
Con el tiempo se hizo habitual enviar cosas y hacer las cosas pensando en aquellos desconocidos que vivían allá. Libros de texto, útiles y todo aquello que pudiese servir a quien poco y nada tenía. De cualquier forma, ese lugar y las personas que lo habitaban sólo se hicieron reales cuando hicimos algo real para acercarnos.
Un requisito que tiene todo estudiante de secundaria es pasar por el rito del servicio social. Horas y horas de alfabetización o de algún otro servicio a la comunidad. Para nosotros el colegio disponía de dos opciones: cuidar ancianos solitarios en un ancianato o guiar niños del barrio La Paz.
Mientras cursaba décimo grado fui varias veces a compartir tiempo con una niña para la que serviría de padrino, Florángela. Con ella compartiría las ideas claves del autocuidado (cepillarse los dientes, hacer ejercicio, esas cosas), lo bueno que es convivir con los demás y lo importante que era cultivar algunos valores de los que se promueven normalmente en un colegio católico. Si uno fuese un poco más sabio, seguro aprovecharía esa oportunidad única para aportar mucho más.
Cuando salíamos todos a jugar con los niños (en algún terraplen que hacía de parque), veía que varios de mis compañeros se veían superados por estos niños llenos de energía y también faltos de solemnidad para con personas mayores/desconocidas. Supongo que tuve suerte porque Florángela era muy curiosa y preguntaba muchas cosas pero no tenía necesidad de retar una autoridad casi inexistente -e igual, poco ejercida por alguno de nosotros-.
También pude visitar la casa de Florángela y conocer a las personas con las que vivía. Era un primer piso en una casa de dos niveles, de pasillos estrechos y arrumes de cosas junto a la escalera y en las esquinas de las habitaciones. La mamá de Florángela, igual que muchos otros vecinos del barrio, mostraba siempre gratitud y respeto por los muchachos del colegio que cada año iban a ayudar con la educación de los niños. Podías ir por cualquier calle del barrio y nadie te molestaría.
A estas alturas, el barrio La Paz ya discurría desde muy arriba en el cerro hasta pasando aquella quebrada, conectado con un barrio mucho más elaborado y vistoso llamado Danubio Azul. Una calle principal con almacenes, casas más altas y con más cosas en su interior. Carros estacionados en las calles. Camionetas de la Policía haciendo rondas (porque hay una cárcel cerca, recordemos).
*
Recuerdo que nos despedimos de los ahijados y dimos por terminado nuestro trabajo. Al año siguiente nos dijeron que iríamos una vez más para guiar -como estudiantes de último año- a los chicos de décimo grado, una breve inducción en el entorno y las tareas que se hacían. Fuimos un día entre semana, después de mediodía. Primer error de una serie de errores porque siempre habíamos ido los sábados en la mañana. Llegamos y los guiamos en la llegada a la sede del colegio, las rutas de transporte y el trabajo hecho. Comenzamos a recorrer el barrio y en una esquina cualquiera nos encontramos con un grupo de siete a diez muchachos, la mayoría entre quince y veinte años. Nosotros éramos más de cincuenta. Ellos nos miraron y se miraban entre sí. De repente, avanzaron y sin mediar palabra agarraron a uno de los muchachos de décimo, de piés y manos, sacudiéndolo en lo que normalmente llamamos hacer la sábana. Más de cincuenta adolescentes viendo que diez venían a hacer lo que se les antojaba con uno de ellos.
Lo que sigue es una secuencia incomprensible de eventos. Algunos de los cincuenta halando al infortunado que hacía de sábana para recuperarlo, otros a empellones para que quienes halaban tuvieran espacio, discusiones que se hicieron insultos hasta que alguien, el muchacho de mi curso que casualmente practicaba aikido, sacó del bolsillo el spray de pimienta que cargaba y se lo vació en la cara al que parecía ser el mayor de ellos. Un grito de dolor que desconcertó a los que zarandeaban y a los que empujaban, tras lo cual todos emprendieron la huída (incluyendo el recién liberado). Recuerdo que el desorden me impidió seguir la retirada general rápidamente, así que primero me agaché para evitar las piedras que lanzaban y luego volví al grupo, halando en el camino a un par que pretendían enfrentarse a los ahora enojados muchachos. Fuimos colina abajo sin fijarnos en los alrededores hasta llegar a la sede del colegio. Cincuenta muchachos llenos de adrenalina hablando de todo lo que acababa de pasar.
Lo que no esperaban es que los muchachos del barrio se escurrieran por callejones entre las casas y salieran de repente a desquitarse. Uno de ellos hizo un lance con un puñal al estudiante de aikido que, posiblemente por su entrenamiento, lo esquivó instintivamente. Atinó a correr loma abajo hacia el barrio Danubio azul y todos, estudiantes y vecinos del barrio, lo seguíamos por motivos diferentes. El perseguido encontró una puerta de casa abierta y se metió a empellones. Cuarenta y nueve resguardábamos la puerta, el dueño se quejaba por estar en un problema ajeno -parecía saber que estaba frente a gente problemática- y los muchachos del barrio amenazaban abrirse paso hacia la casa con cuchillos y un revólver. Nada se movía, nadie se movía. Una tensa quietud.
Alguien logró traer una patrulla de la policía que perezosamente llegó a escoltarnos fuera del barrio. Sacamos escondido al perseguido y lo metimos al bus. Nos retiramos mientras más piedras caían. Extrañamente no apedrearon el bus. El profesor de sociales apenas atinó a decir que eran unos malparidos.
**
Todo esto porque Javier preguntaba el otro día si alguna vez nos habían amenazado con un arma de fuego.
septiembre 04, 2015
March
El otro día iba pasando junto al Éxito de la calle 80 con carrera 68 en Bogotá y vi unos muchachos de una banda de guerra. Estaban practicando en uno de esos prados que tiene el Éxito alrededor. No lo hacían mal, seguro ya han practicado un buen tiempo.
Por la calle junto a ellos pasaban tres o cuatro amigos de Aguas de Bogotá, de los encargados de podar el césped. Uno llevaba la malla con la que evitan que salten piedras o pedazos de cosas hacia los lados, los otros dos llevaban las podadoras al hombro. Los tres iban con la espalda recta y paso acompasado, marchando al son de la banda de guerra en preparación. Tampoco lo hacían nada mal.
¿Qué habría pasado si me les unía? Pues, a los que marchaban, que a los músicos me quedaba más difícil acompañarlos.
Por la calle junto a ellos pasaban tres o cuatro amigos de Aguas de Bogotá, de los encargados de podar el césped. Uno llevaba la malla con la que evitan que salten piedras o pedazos de cosas hacia los lados, los otros dos llevaban las podadoras al hombro. Los tres iban con la espalda recta y paso acompasado, marchando al son de la banda de guerra en preparación. Tampoco lo hacían nada mal.
¿Qué habría pasado si me les unía? Pues, a los que marchaban, que a los músicos me quedaba más difícil acompañarlos.
septiembre 01, 2015
Soap
Se acabaron las telenovelas. La narración de historias con núcleos narrativos predecibles se agotó, o al menos eso pareciera. Ya no parece ser rentable el gastar dinero en vestuario, ubicaciones y en el sueldo de actores reconocidos por el público, esos que seguro harían un buen villano, una terrible arpía o una mujer desvalida y pobre que inspire solidaridad. Ya no importa quién haga de cantante vallenato o de santa paisa. El formato de historia que ahora importa es el de ficción histórica con actores jóvenes que seguro son más baratos. Ya no son telenovelas, las soap operas que tanto sorprendían. Son meros seriados.
La telenovela como formato se hizo cada vez más relevante, ocupó cada vez más espacio en las conversaciones y el imaginario colectivo hasta que brilló con Beatriz Pinzón Solano para entrar en decadencia poco tiempo después. Esta telenovela en particular terminó en 2001 (¿fue en 2001?) y los canales con dinero importaron exitosamente poco después los reality shows, desplazando el interés de la ficción que requería libretos y tiempo de escritores hacia otro tipo de seriados. Esos en los que se mostraba gente interactuando y respondiendo a restricciones (de lugar, de recursos disponibles) con un objetivo (un premio) siguiendo unas reglas definidas al comienzo del programa.
Puede que la telenovela, como la radionovela, haya sufrido por físico agotamiento ante un público que dispone de más datos, que requiere más estímulos para no aburrirse de algo y que pareciera tener intereses diferentes. La telenovela creó industrias millonarias en México y Venezuela; seguro alcanzó a dar lo suyo a sus responsables en Colombia. La pregunta legítima que surge es ¿qué pasa ahora mismo con toda esa gente que trabajaba repitiendo estructuras narrativas con vestidos diferentes? ¿Qué podía haber más allá de la maldita lisiada? Todo eso sólo soreviviría si encontraran una forma más barata de producirlo todo. Como los noticieros de la mañana que llenan cinco horas de emisión al día con lo que sea que digan y hagan cuatro o cinco personas. Suena a hacer un Tu voz estéreo que triunfe en horario prime.
Es más, si siguen escribiéndose nuevos libros, ¿por qué no podrían seguir escribiéndose nuevas telenovelas? Esto asumiendo que no importa el problema de competir con los reality shows.
Igual, no creo que muchos extrañen ese formato. Si la memoria no nos falla, no hubo una sola en la que no se promulgaran y reforzaran ideas aburridas o trasnochadas.
¿Será que es sólo mi visión sesgada por la falta de televisión?
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