noviembre 26, 2014

Habas

Me subí al J72 de hoy y me hice en el fuelle. Saqué las copias y busqué el lugar donde dejé de leer ayer. Mientras lo hacía, una muchacha de no más de 25 años se subió entre risas nerviosas y se quedó parada cerca a mí, mirando de reojo por la ventana.

Cuando llegamos a la estación Toberín, me preguntó qué estación era. Ahí me fijé en que llevaba una canasta repleta de bolsitas de manídulcemanísaladohabasplatanitos. Guardé las copias y le pregunté a dónde iba. Comenzó a contarme que iba a una estación en la troncal de la autopista y que justo hoy se había quedado un rato a vender en el portal. Que en el portal le va mejor y vende más, pero que ya hay otras personas que cogieron esos espacios y es difícil llegar ahí. Que la señora le dijo que fuera a la otra estación porque allá no hay nadie.

La vi que seguía nerviosa y le pregunté qué pasaba. Me dijo que se subió al bus, que la señora le dijo «súbase, súbase» y ella corrió. Que los molestan mucho y los sacan; lo normal es que les quiten la canasta con todo lo que lleva. Lo bueno es que en la estación no la molestan y ella va de vagón en vagón. Allá está más tranquila.

Le pregunté si le iba mejor cuando llovía y más gente usaba los buses. Me contó que era más difícil vender porque las personas se quedaban esperando a que dejara de llover y otras tantas se aglomeraban en las filas. Tantas personas hablando en tan poco espacio hacen que su oferta de bolsitas con manídulcemanísaladohabasplatanitos sea difícil de escuchar.

Aproveché que se veía dispuesta a conversar para preguntarle si era de Bogotá. Me contó que no, que había llegado hace un tiempo, no mucho, no quiso decir cuánto y por primera vez la vi desconfiar un poco. Sin embargo, tenía muchas dudas sobre ubicaciones en la ciudad y eso respondía por ella. Me contó luego que llegar aquí era difícil, llegar y enfrentarse a un lugar tan complicado. Que varias veces había pensado en devolverse.

Por último, hablamos sobre las personas a las que ella les ofrece manídulcemanídesalhabasplatanitos. Las personas no sonríen, difícilmente saludan. Si ella les habla, la miran de arriba a abajo (hace el ademán de mirar de arriba a abajo) y resoplan como diciendo "¿qué querrá?". Porque todos andan prevenidos y con miedo.

Le indico la estación en la que debe bajarse y le deseo buena suerte, ella toma su canasta y se va hacia la puerta sin más. Vuelvo y saco las copias y sigo leyendo.

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