Recuerdo la mañana que caminé por el capitolio gringo. Sé que ayudé a muchas personas que querían una foto. Dos mujeres en sus cincuentas, que seguro viven a menos de doscientos kilómetros de ahí, fueron las menos tímidas y pidieron repetir la foto porque querían que se viese mejor el fondo. Era una mala cámara que lo hacía difícil.
Recuerdo que aprendí a usar una cámara y un iPhone en chino mandarín. Sin saber chino mandarín, claro.
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