Asumir algo es fácil, no requiere mayor esfuerzo. La vida sólo sucede. Revisarlo demanda disposición y atención.
Recuerdo la conversación con
Olavia Kite. Comenzó como una queja por algo que yo dije. Si revisamos, aquí es muy común referirse a alguien flojo o temeroso como "una nenita". Claro, la revisión que uno hizo de la queja comenzó por la intención del comentario. Seguro, seguro, la intención no era molestar a nadie. Es que «no entiendes el sentido o la intención». Pero va uno luego al diccionario y a leer cosas por ahí. Porque queda la idea rondando la cabeza.
¿Y si el problema no es la intención sino lo que estás usando para darlas a entender?
Comienzan a aparecer en las lecturas términos como
heteronormativo. Vas a ver y sí, la queja es fundada y Olavia tiene todo el derecho a quejarse. Años y años de niños hablando con otros niños, de niños hablando con los papás, han dejado como legado esas herencias en el lenguaje. Puede que no lo creas conscientemente pero
involuntariamente lo aceptas sin pensarlo cada vez que usas ese mismo símil.
Si uno va y revisa la memoria (y los libros), las mujeres normalmente comienzan a crecer primero. Debe ser durante la adolescencia que los patrones viejos e innecesarios anidan y se multiplican en la cabeza de muchos de nosotros. Cuando la ilusión de poder patriarcal encaja en los roles de género que los anunciantes y la moral religiosa usan con eficiencia. Cuando se mezclan las expectativas profesionales y los futuros probables en «una familia normal», con todo lo que dicen que esa idea abarca: Hijos, casa, carro, deudas, mascotas. La normalidad.
Es aún más extraño que esas ideas perduren en un entorno en el que las mujeres cabeza de hogar construyen su vida y la de sus hijos con entereza y sin dependencia, luchando contra todos los demás obstáculos que la falta de privilegios les pone por delante. Más de una mamá es ejemplo de tesón, constancia, inteligencia, disciplina, talento, dedicación y tantas otras cosas; nada parece ser suficiente para erradicar la idea de debilidad implícita. De dependencia.
Un antiguo maestro me decía que el idioma de un pueblo es su cultura. Va uno a ver y sí. La forma en la que decimos las cosas deja ver mucho de cómo vivimos la vida. El cambio, eso sí, debería comenzar en las ideas y las interacciones para que se vea reflejado sin esfuerzo, en las palabras.
Yo todavía ando aprendiendo y revisando qué tanto
legacy code tengo corriendo en la cabeza. A ver cuándo logramos mejorar las cosas.