Creería que lo más difícil es no tener algún futuro latente por vivir. Una suerte de «destino manifiesto» personal, si se quiere. No tener certeza alguna sobre lo que podría o debería hacerse con uno mismo.
*
La runa de Odin es todo futuro. Nada es posible y todo está permitido. No hay que cumplir ya con ninguna expectativa, es un regalo de libre albedrío.
Me despierto cada día viendo al techo y creyendo que estoy viendo la runa blanca. Creyendo que podría hacer cualquier cosa. Sin saber aún qué.
junio 25, 2013
junio 13, 2013
Primera
La primera vez que monté en un triciclo fue a los tres años. Dicen que salía por la calle que pasaba frente a la casa y recorría los andenes de un extremo al otro. Sé que en el primer trasteo que recuerdo, tuve que elegir entre un caballito de madera y aquel triciclo rojo. Sé que elegí el triciclo porque implicaba salir de casa.
La primera vez que subí a un bus solo fue una tarde en la que me dejó la ruta al salir del colegio. Tuve que buscar a alguien más que viajase hacia el norte de la ciudad y se atreviese a tomar un bus en la «troncal de la caracas», una hilera de paraderos lúgubre y peligrosa que cortaba la ciudad de norte a sur como una enorme costra sobre una cicatriz que no terminaba de cerrar. Había que ir acompañado a tomar el bus e incluso había que turnarse en el tiempo por el que cada uno dormiría durante el viaje.
La primera vez que viajé en tren no la recuerdo pero me cuentan que fue uno de esos viajes épicos de muchas horas hasta la costa caribe. Los vecinos en el vagón se preocupaban porque estuviese bien y ayudaban a mi mamá cuando necesitaba cambiarme o bañarme para aliviar el calor.
La primera vez que me senté a conducir un carro fue en el curso previo a obtener el permiso para conducir. Un eterno recorrido desde mi casa hasta chapinero, en pleno sábado cerca del mediodía. Buses y busetas, familias saliendo a hacer en sus carros lo que no logran hacer entre semana, calles con huecos que aún no conocía por ir siempre como pasajero. Sudé mucho, como si hubiese jugado horas de fútbol.
La primera vez que viajé en moto, llevaba un casco que nunca antes habían probado y que, según su propietario, no había costado más de veinte mil pesos. Iba por las calles del pueblo tan rápido como podía, pasando junto a taxis y buses. Casi me caigo cuando quien conducía no logró esquivar un hueco y saltamos por los aires. Lo improbable se hizo posible y caimos de nuevo sentados en la moto. Comimos rico en el camino y tomamos muchas fotos.
La primera vez que me dijeron meranista fue hoy.
La primera vez que subí a un bus solo fue una tarde en la que me dejó la ruta al salir del colegio. Tuve que buscar a alguien más que viajase hacia el norte de la ciudad y se atreviese a tomar un bus en la «troncal de la caracas», una hilera de paraderos lúgubre y peligrosa que cortaba la ciudad de norte a sur como una enorme costra sobre una cicatriz que no terminaba de cerrar. Había que ir acompañado a tomar el bus e incluso había que turnarse en el tiempo por el que cada uno dormiría durante el viaje.
La primera vez que viajé en tren no la recuerdo pero me cuentan que fue uno de esos viajes épicos de muchas horas hasta la costa caribe. Los vecinos en el vagón se preocupaban porque estuviese bien y ayudaban a mi mamá cuando necesitaba cambiarme o bañarme para aliviar el calor.
La primera vez que me senté a conducir un carro fue en el curso previo a obtener el permiso para conducir. Un eterno recorrido desde mi casa hasta chapinero, en pleno sábado cerca del mediodía. Buses y busetas, familias saliendo a hacer en sus carros lo que no logran hacer entre semana, calles con huecos que aún no conocía por ir siempre como pasajero. Sudé mucho, como si hubiese jugado horas de fútbol.
La primera vez que viajé en moto, llevaba un casco que nunca antes habían probado y que, según su propietario, no había costado más de veinte mil pesos. Iba por las calles del pueblo tan rápido como podía, pasando junto a taxis y buses. Casi me caigo cuando quien conducía no logró esquivar un hueco y saltamos por los aires. Lo improbable se hizo posible y caimos de nuevo sentados en la moto. Comimos rico en el camino y tomamos muchas fotos.
La primera vez que me dijeron meranista fue hoy.
junio 12, 2013
Context
Creería que entregar información implica hacerla relevante, si se quiere que el destinatario no la rechace o la ignore.
Normalmente se busca que el receptor cree relaciones, conexiones entre el conocimiento que ya posee y los datos que se están entregando. Suelen ser referencias comunes dentro del público objetivo (como en Discovery Channel y National Geographic, donde suelen entregar comparaciones que rayan en lo cómico: «Este edificio, acostado, ocuparía el mismo espacio que doscientos mil elefantes parados uno junto al otro»).
En otras ocasiones, lo que se espera es complementar la información inicial con datos asociados que tengan relevancia para quien lo lee y le ayuden a construir un juicio de valor. Rodearlos, crear un contexto dentro del cual la información cobre sentido. A veces, además, ese contexto está nutrido de juicios de valor que pretenden guiar la opinión de quien recibe el mensaje.
Creería también que suele ser muy aburrido cuando alguien entrega información como excusa para opinar, pero sin dejar de decir que entrega información. Aburrido por incorrecto o por ser directamente tendencioso. O mentiroso.
Normalmente se busca que el receptor cree relaciones, conexiones entre el conocimiento que ya posee y los datos que se están entregando. Suelen ser referencias comunes dentro del público objetivo (como en Discovery Channel y National Geographic, donde suelen entregar comparaciones que rayan en lo cómico: «Este edificio, acostado, ocuparía el mismo espacio que doscientos mil elefantes parados uno junto al otro»).
En otras ocasiones, lo que se espera es complementar la información inicial con datos asociados que tengan relevancia para quien lo lee y le ayuden a construir un juicio de valor. Rodearlos, crear un contexto dentro del cual la información cobre sentido. A veces, además, ese contexto está nutrido de juicios de valor que pretenden guiar la opinión de quien recibe el mensaje.
Creería también que suele ser muy aburrido cuando alguien entrega información como excusa para opinar, pero sin dejar de decir que entrega información. Aburrido por incorrecto o por ser directamente tendencioso. O mentiroso.
junio 05, 2013
Deprecated
Una de las esperanzas más profundamente arraigadas -y más frecuentemente traicionada- en el colectivo es la de las mejoras tecnológicas como fuente de objetos perdurables en el tiempo. Que los avances técnicos nos darían a todos cosas que podrían usarse por muchos, muchos años, a un costo mínimo.
En otras épocas, las grandes construcciones se hacían para perdurar y hacían uso de todo el conocimiento disponible. Al final eran las mismas piedras, sólo que se tallaban, cortaban y disponían de alguna forma peculiar. Además, eso de tallar, cortar y mover muchas piedras no era barato. Como mínimo, había que alimentar muchos esclavos.
Desde la Revolución Industrial, pareciese que cada avance y cada descubrimiento se ofrece como "el camino hacia una mejor calidad de vida, rodeados de un entorno saludable (¿aséptico?), tranquilo y feliz". Las máquinas de vapor, los trenes y viejos automóviles hechos en hierro, los fertilizantes sintetizados artificialmente, los polímeros para crear vasos y platos a prueba de golpes. La cultura Tupperware.
Es posiblemente esta última la expresión más reciente (con todo y que tiene ya cerca de cuarenta años) de esta inocente esperanza. Amas de casa reunidas alrededor de lo que la industria les ofrecía para hacer todo más limpio, fácil, saludable y bonito. Lo último que se supo es que estos productos fabricados con ciertos polímeros desprendían partículas carcinógenas.
La norma ISO, ese estándar del que muchos presumen y pocos entienden, define calidad como el grado en el que se encuentra una característica en un producto. Para muchos fabricantes y proveedores, la durabilidad no es una característica que deba considerarse revelante frente al atractivo visual o la utilidad inmediata como generador de una necesidad no existente previamente. Los consumidores jóvenes parecen haber abandonado esta esperanza y ya aceptan la necesidad de reemplazar sus cosas en uno, dos o tres años.
Entre los muchos criterios dispares que dividen generaciones hoy, se puede encontrar la tendencia a almacenar cosas pensando que servirán más adelante. Para alguna cosa, no sabemos qué (hasta que sea necesario), tendencia que cede espacio a los productos fabricados en masa y con costos laborales ínfimos, ofrecidos a precios muy bajos. Fáciles de reemplazar.
En otras épocas, las grandes construcciones se hacían para perdurar y hacían uso de todo el conocimiento disponible. Al final eran las mismas piedras, sólo que se tallaban, cortaban y disponían de alguna forma peculiar. Además, eso de tallar, cortar y mover muchas piedras no era barato. Como mínimo, había que alimentar muchos esclavos.
Desde la Revolución Industrial, pareciese que cada avance y cada descubrimiento se ofrece como "el camino hacia una mejor calidad de vida, rodeados de un entorno saludable (¿aséptico?), tranquilo y feliz". Las máquinas de vapor, los trenes y viejos automóviles hechos en hierro, los fertilizantes sintetizados artificialmente, los polímeros para crear vasos y platos a prueba de golpes. La cultura Tupperware.
Es posiblemente esta última la expresión más reciente (con todo y que tiene ya cerca de cuarenta años) de esta inocente esperanza. Amas de casa reunidas alrededor de lo que la industria les ofrecía para hacer todo más limpio, fácil, saludable y bonito. Lo último que se supo es que estos productos fabricados con ciertos polímeros desprendían partículas carcinógenas.
La norma ISO, ese estándar del que muchos presumen y pocos entienden, define calidad como el grado en el que se encuentra una característica en un producto. Para muchos fabricantes y proveedores, la durabilidad no es una característica que deba considerarse revelante frente al atractivo visual o la utilidad inmediata como generador de una necesidad no existente previamente. Los consumidores jóvenes parecen haber abandonado esta esperanza y ya aceptan la necesidad de reemplazar sus cosas en uno, dos o tres años.
Entre los muchos criterios dispares que dividen generaciones hoy, se puede encontrar la tendencia a almacenar cosas pensando que servirán más adelante. Para alguna cosa, no sabemos qué (hasta que sea necesario), tendencia que cede espacio a los productos fabricados en masa y con costos laborales ínfimos, ofrecidos a precios muy bajos. Fáciles de reemplazar.
junio 02, 2013
Slept
Dormí.
Soñé que nos sentábamos juntos en una banca de parque y veíamos a la gente pasar.
Seguí durmiendo.
Te vi en el lugar donde nos encontramos por primera vez.
Sentí que iba a abrir los ojos y me resistí.
Soñé que te metías en mi pasado y me acompañabas cuando me sentí solo.
Renuncié a despertar de nuevo para no dejarte ir.
Soñé que dormíamos juntos.
Verte al cerrar los ojos es más real que cualquier otra cosa que pueda encontrar mientras los abro. Es sólo ahí que me siento vivo porque sólo ahí sueño. Vuelvo a dormir.
Soñé que nos sentábamos juntos en una banca de parque y veíamos a la gente pasar.
Seguí durmiendo.
Te vi en el lugar donde nos encontramos por primera vez.
Sentí que iba a abrir los ojos y me resistí.
Soñé que te metías en mi pasado y me acompañabas cuando me sentí solo.
Renuncié a despertar de nuevo para no dejarte ir.
Soñé que dormíamos juntos.
Verte al cerrar los ojos es más real que cualquier otra cosa que pueda encontrar mientras los abro. Es sólo ahí que me siento vivo porque sólo ahí sueño. Vuelvo a dormir.
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