Tráiganme sus imposibles que con gusto yo peleo a muerte contra ellos.
Es un gusto adquirido, dicen mis amigos. Una motivación. Competir contra lo imposible.
marzo 26, 2013
marzo 22, 2013
Anónimo
Desde que existe la posibilidad de interactuar con otras personas en línea, existe una tendencia a crear espacios para compartir información personal que normalmente no se comentaría con extraños. El equivalente a sentarse en un lugar poco concurrido para poder hablar de las situaciones y pensamientos que persisten como situaciones irresolutas o como «curiosidades que no encajan en lo que la gene conoce de uno».
Comienzo por decir que mi interacción con Usenet fue muy reducida. Y como uno no habla de lo que no conoce, pues le dejo esa tarea a quien quiera comentar al respecto.
Lo que sí sé es que seguramente en los canales de IRC, estos espacios para el coqueteo o para las conversaciones aparentemente triviales ya existieron y tal vez aún existan. Más adelante surgieron las salas de chat, interfaces amigables para los mismos canales IRC (al punto que yo mismo usé un cliente para IRC con configuraciones iniciales listas para conectarse a ciertas salas como LatinChat). Se convirtieron en lugares concurridos donde cualquiera llegaba a pasar el tiempo y buscar con quien conversar. Los servicios de mensajería instantánea abrieron por su parte el espacio para interacciones más fluidas, un poco menos anónimas pero que igual cumplían con el propósito de abrir espacio a conversaciones casuales. Servían como salas privadas en las que se invitaban desconocidos que lograban llamar la atención. Las personas creaban múltiples cuentas para albergar a grupos diferentes de usuarios, para separar las personas cercanas de "las de mentiras".
La interacción con personas desconocidas se redujo cuando el protagonismo pasó a las redes sociales. Luego recuperó vigencia cuando se hizo popular el uso de weblogs (que en muchos lugares sólo cobraron protagonismo en el momento en el que los medios masivos los vincularon a sus procesos habituales de generación de contenido). Y finalmente recuperó el lugar perdido con el microblogging y la generación de contenido en tiempo real. Salvo que dispongamos otra cosa, cualquier persona en el mundo nos puede leer: El día que visité el Emirates Stadium recibí saludos desde Bogotá, Santiago, Malaysia, Ciudad del Cabo y Moscú.
Finalmente todos llegan a que, si se pasa el tiempo suficiente en un lugar y este se hace muy concurrido, se piensa un poco más en la imagen que se ha construido y proyectado a los lectores regulares, por lo que el espacio otrora reservado a pocos hoy resulta muy ruidoso para exponerse y nuevamente comienza la búsqueda de nuevos canales para continuar con "las conversaciones importantes" en las que se es un poco más uno mismo y un poco menos lo que los demás esperan.
Algunos hablan de volver al weblog, otros de usar nuevas redes como Heello, unos cuantos abandonan todo esto. Nadie tiene una respuesta que le sirva a todos.
(A este post le falta algo pero no sé qué. Si alguien sabe, que lo complemente en los comentarios)
Comienzo por decir que mi interacción con Usenet fue muy reducida. Y como uno no habla de lo que no conoce, pues le dejo esa tarea a quien quiera comentar al respecto.
Lo que sí sé es que seguramente en los canales de IRC, estos espacios para el coqueteo o para las conversaciones aparentemente triviales ya existieron y tal vez aún existan. Más adelante surgieron las salas de chat, interfaces amigables para los mismos canales IRC (al punto que yo mismo usé un cliente para IRC con configuraciones iniciales listas para conectarse a ciertas salas como LatinChat). Se convirtieron en lugares concurridos donde cualquiera llegaba a pasar el tiempo y buscar con quien conversar. Los servicios de mensajería instantánea abrieron por su parte el espacio para interacciones más fluidas, un poco menos anónimas pero que igual cumplían con el propósito de abrir espacio a conversaciones casuales. Servían como salas privadas en las que se invitaban desconocidos que lograban llamar la atención. Las personas creaban múltiples cuentas para albergar a grupos diferentes de usuarios, para separar las personas cercanas de "las de mentiras".
La interacción con personas desconocidas se redujo cuando el protagonismo pasó a las redes sociales. Luego recuperó vigencia cuando se hizo popular el uso de weblogs (que en muchos lugares sólo cobraron protagonismo en el momento en el que los medios masivos los vincularon a sus procesos habituales de generación de contenido). Y finalmente recuperó el lugar perdido con el microblogging y la generación de contenido en tiempo real. Salvo que dispongamos otra cosa, cualquier persona en el mundo nos puede leer: El día que visité el Emirates Stadium recibí saludos desde Bogotá, Santiago, Malaysia, Ciudad del Cabo y Moscú.
Finalmente todos llegan a que, si se pasa el tiempo suficiente en un lugar y este se hace muy concurrido, se piensa un poco más en la imagen que se ha construido y proyectado a los lectores regulares, por lo que el espacio otrora reservado a pocos hoy resulta muy ruidoso para exponerse y nuevamente comienza la búsqueda de nuevos canales para continuar con "las conversaciones importantes" en las que se es un poco más uno mismo y un poco menos lo que los demás esperan.
Algunos hablan de volver al weblog, otros de usar nuevas redes como Heello, unos cuantos abandonan todo esto. Nadie tiene una respuesta que le sirva a todos.
(A este post le falta algo pero no sé qué. Si alguien sabe, que lo complemente en los comentarios)
marzo 20, 2013
Ranthought - 20130320
La única vez que pensé en no esperar a tener que morirme, deseché la idea pensando que le haría daño a otras personas. Es una forma peculiar de decir que la gente me salvó la vida.
Porque a veces, en verdad, uno llega a creer que eso es lo único que sabe hacer medianamente bien. Pensar en los demás.
Porque a veces, en verdad, uno llega a creer que eso es lo único que sabe hacer medianamente bien. Pensar en los demás.
marzo 13, 2013
Delinear
Cuando hablaba con amigos ñoños, me decían que una persona normalmente elegía un personaje en juegos de rol o juegos de PC como Diablo, de acuerdo a su propia personalidad. Que se identificaban con algún rasgo en particular.
Desde hoy creo que con los equipos de fútbol pasa exactamente lo mismo.
Desde hoy creo que con los equipos de fútbol pasa exactamente lo mismo.
marzo 12, 2013
Master of
Cuando era pequeño imaginaba que ganaba algún premio para ñoños. Junto a mi mejor amigo haríamos algo tan absolutamente genial que los otros ñoños lo reconocerían como tal.
Pasaron los años y la imaginación transformó esa visión en algo más modesto. Una vida feliz en la academia construyendo cosas divertidas o útiles.
Luego vino el pregrado. El amigo estudió una ciencia exacta, yo una ingeniería. La idea de continuar en la academia persistía, en parte por costumbre y en parte porque no quería vivir lo que vi que mamá vivió: Años de cubículos, de 8 a 5, de lunes a viernes. Porque creía que había más espacio para hacer cosas nuevas, diferentes.
Justo antes de terminar el pregrado, llegaron al hogar los problemas reales, tan reales que tuve que enfrentarlos yo. Dejar a un lado la academia, el título y todo eso por la necesidad de resolver los problemas reales. Después se abriría el espacio para terminar lo pendiente y recoger el póster aquel en el que aceptan que sea ingeniero, sin dejar de atender la realidad y convivir con los cubículos resignado.
Han pasado ya cuatro años y algo más desde que terminé el pregrado. Han sido ya tres veranos en los que he intentado volver a eso que llaman la Academia. A leer papers, masticar datos y concluir algo después de construir algo y probarlo. Siempre ha sido el mismo resultado, siempre falta algo y a la vez, cada día pasa más tiempo y me alejo más de ese mundillo.
Hay momentos en los que desprecio lo que hago todos los días y no le encuentro valor, así a otros les parezca digno de admiración. No le encuentro gracia ni siento que haya hecho algo notable. Ahí miro en el patio vecino y veo que la Academia es un molino de undergrads, donde el sistema no está hecho para mantenerlos a todos y tal vez la frustración termine siendo la misma (con algún póster nuevo en la pared, tal vez). Y ahora, después de enfrentar los problemas reales, siempre pienso en la puta plata para todo, no me arrojo a la aventura sin pensar en lo que costaría.
No sé qué soñar, no sé con qué ilusionarme. No tengo idea de cómo me veo en diez años ni en cinco. Creo que ya recordé cómo se sueñan cosas pero no hay hasta ahora un sueño que me guíe.
Pasaron los años y la imaginación transformó esa visión en algo más modesto. Una vida feliz en la academia construyendo cosas divertidas o útiles.
Luego vino el pregrado. El amigo estudió una ciencia exacta, yo una ingeniería. La idea de continuar en la academia persistía, en parte por costumbre y en parte porque no quería vivir lo que vi que mamá vivió: Años de cubículos, de 8 a 5, de lunes a viernes. Porque creía que había más espacio para hacer cosas nuevas, diferentes.
Justo antes de terminar el pregrado, llegaron al hogar los problemas reales, tan reales que tuve que enfrentarlos yo. Dejar a un lado la academia, el título y todo eso por la necesidad de resolver los problemas reales. Después se abriría el espacio para terminar lo pendiente y recoger el póster aquel en el que aceptan que sea ingeniero, sin dejar de atender la realidad y convivir con los cubículos resignado.
Han pasado ya cuatro años y algo más desde que terminé el pregrado. Han sido ya tres veranos en los que he intentado volver a eso que llaman la Academia. A leer papers, masticar datos y concluir algo después de construir algo y probarlo. Siempre ha sido el mismo resultado, siempre falta algo y a la vez, cada día pasa más tiempo y me alejo más de ese mundillo.
Hay momentos en los que desprecio lo que hago todos los días y no le encuentro valor, así a otros les parezca digno de admiración. No le encuentro gracia ni siento que haya hecho algo notable. Ahí miro en el patio vecino y veo que la Academia es un molino de undergrads, donde el sistema no está hecho para mantenerlos a todos y tal vez la frustración termine siendo la misma (con algún póster nuevo en la pared, tal vez). Y ahora, después de enfrentar los problemas reales, siempre pienso en la puta plata para todo, no me arrojo a la aventura sin pensar en lo que costaría.
No sé qué soñar, no sé con qué ilusionarme. No tengo idea de cómo me veo en diez años ni en cinco. Creo que ya recordé cómo se sueñan cosas pero no hay hasta ahora un sueño que me guíe.
Nash
Alguien decía en alguna clase que "Todo se redistribuye, a las buenas o a las malas". Bajo esa premisa, no temo dar propinas o ayudar a quien dice necesitarlo.
En el equilibrio de Nash dicen que hay una ganancia máxima individual al actuar cada uno suponiendo que los demás actual de forma racional, realizando la mejor elección posible. En juegos cooperativos, sin embargo, se encuentra que hay una ganancia máxima conjunta disponible al cooperar todos para obtenerla.
Hoy vi a dos personas saltar un torniquete en la estación de bus y sólo pude pensar en la ganancia máxima conjunta.
marzo 07, 2013
Valley
La primera vez que pensé en morirme fue el día que sepultaron al hermano.
La segunda fue en plena guerra del golfo, cuando uno no entendía qué tan grave podía ser y a veces creía que toda esa cantidad de balas y misiles podían caer por error donde uno estaba. No podía ser más extraña la sensación porque justo por esa época yo andaba en el que era, tal vez, el lugar más plácido del mundo.
En la finca de los tíos pasaba los días a la orilla de la carretera, viendo pasar buses «subiendo y bajando», esperando a quienes se habían ido monte arriba a cambiar las vacas de potrero, caminando entre pastales, cultivos y gallinas. Cuando tenía suerte, iba a caballo junto a algún tío hasta la casa de un vecino, prestando atención a la forma en que se movían las orejas del animal. Nunca aprendí a montar a caballo por mi cuenta.
Cuando crecí lo suficiente para que me ofrecieran cerveza en las tardes, me sentaba junto a tíos y primos en un gran tronco recostado junto a la casa, justo a la vera del camino. Era un gran tronco, seguramente de uno de los eucaliptos que tontamente han sembrado en la zona. Aserrado para aplanarlo y volverlo un gran banco, era el lugar donde todos en la zona esperaban encontrar a mi familia. "La banca de los Álvarez". Era el lugar perfecto para ver pasar el día, saludar a los vecinos que pasaban por allí, hablar de la vida, oír hablar de política (cosa que se hace con frecuencia en los pueblos, por si no lo saben), todo eso con una cerveza en la mano.
El entorno de esa placidez, casi que propia de la Arcadia legendaria, era la imagen de un valle tallado en las rocas, profundo y flanqueado por enormes acantilados, paredes verticales que dominaban el horizonte. Así ya nadie viva allí, sé que debo volver a tomar tantas fotos del lugar como pueda y así asegurarme de no olvidar cómo se ve todo aquello.
Porque allá pensé que me iba a morir. Et in Arcadia ego.
Bis Bald!!
La segunda fue en plena guerra del golfo, cuando uno no entendía qué tan grave podía ser y a veces creía que toda esa cantidad de balas y misiles podían caer por error donde uno estaba. No podía ser más extraña la sensación porque justo por esa época yo andaba en el que era, tal vez, el lugar más plácido del mundo.
En la finca de los tíos pasaba los días a la orilla de la carretera, viendo pasar buses «subiendo y bajando», esperando a quienes se habían ido monte arriba a cambiar las vacas de potrero, caminando entre pastales, cultivos y gallinas. Cuando tenía suerte, iba a caballo junto a algún tío hasta la casa de un vecino, prestando atención a la forma en que se movían las orejas del animal. Nunca aprendí a montar a caballo por mi cuenta.
Cuando crecí lo suficiente para que me ofrecieran cerveza en las tardes, me sentaba junto a tíos y primos en un gran tronco recostado junto a la casa, justo a la vera del camino. Era un gran tronco, seguramente de uno de los eucaliptos que tontamente han sembrado en la zona. Aserrado para aplanarlo y volverlo un gran banco, era el lugar donde todos en la zona esperaban encontrar a mi familia. "La banca de los Álvarez". Era el lugar perfecto para ver pasar el día, saludar a los vecinos que pasaban por allí, hablar de la vida, oír hablar de política (cosa que se hace con frecuencia en los pueblos, por si no lo saben), todo eso con una cerveza en la mano.
El entorno de esa placidez, casi que propia de la Arcadia legendaria, era la imagen de un valle tallado en las rocas, profundo y flanqueado por enormes acantilados, paredes verticales que dominaban el horizonte. Así ya nadie viva allí, sé que debo volver a tomar tantas fotos del lugar como pueda y así asegurarme de no olvidar cómo se ve todo aquello.
Porque allá pensé que me iba a morir. Et in Arcadia ego.
Bis Bald!!
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