diciembre 18, 2022

Gifts

Más o menos por la época por la que yo cumplía años, mi papá sacaba una tarde para llevarme a elegir algún juguete. Nunca estuvo condicionado a las calificaciones porque esas siempre salían buenas, entonces no había cómo definir el umbral. Tal vez en octavo pudo haber un corte en la tradición (porque ahí comenzaron a manifestarse los rayes), pero no perdí nada e igual hubo regalo.

Para navidad era más o menos igual. Cuando llegaba el pago, sabiendo que llegaba con prima, hacía el mismo ejercicio. Muchas veces pasando por Iserra en Granahorrar. Ajá, dos sitios que ya no existen. Pero el sitio era seguro y el almacen tenía un buen surtido de juguetes lindos. Raros. Elaborados. Esas cosas que antes de la apertura económica eran muy inusuales.

En la navidad del 91, ese día llegó el dos de diciembre. El regalo fueron unos carritos que funcionaban como transformers pero no eran transformers. Porque tercer mundo, supongo. Después de ir al mentado Iserra y comprarlos, me llevó a la oficina que tenía cerca a Unilago para pasar la tarde mientras resolvía algunas cosas de su -muy pequeño y poco exitoso- negocio inmobiliario.

Hacia el final de la tarde, cuando ya casi no entraba el sol por la ventana de esa oficina, en la radio comenzaron a llegar noticias. Al parecer, Pablo Emilio Escobar había sido encontrado por las autoridades en algún lugar de Medellín. Poco a poco iba evolucionando hacia la noticia en la que daban de baja al capo. Todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo, yo también dejé de jugar porque, de repente, ya no era tan interesante como escuchar lo que la radio tenía que decir. Porque no había otra forma de recibir algo más.

Pasarían muchos años más antes de que dejáramos de tener miedo por los autos estacionados frente a centros comerciales, bancos y lugares concurridos. Las cadenas que lo impedían siguieron puestas por mucho tiempo. Y esa tampoco fue una muerte que se celebrara en mi casa. Ninguna lo ha sido. Sólo hubo un poco más de miedo (por las represalias), seguido de un poco menos de miedo por vivir con menos bombas estallando en las calles.

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