Las personas ven esas películas del lejano oeste y se lo imagina como una vuelta lejana, un asunto mítico ubicado en un espacio abstracto, imaginario como los viajes interestelares o las aventuras del capitán Nemo. Olvidando o ignorando que eso fue real como espacio y como contexto para muchas historias. Y entre esas, todas las aventuras en las que alguien quedaba en deuda con otro por salvarle la vida. Te debo la vida, estoy en deuda. Después se propagaría a otro tipo de historias; el concepto era siempre el mismo. Tener una deuda con alguien por un valor equivalente al que se le daría a la propia vida.
Creo que la idea básica le llega a quienes ven pero creo que uno no llega a entender la magnitud del deber la vida hasta que, pues, le debes la vida a alguien. Tienes una deuda y, al mismo tiempo, sientes la necesidad de darle sentido a esa deuda haciendo que la vida tenga valor, signifique algo. Debe valer la pena que alguien se dé a la tarea de salvar mi vida. Debo seguir por acá por algún motivo.
Y no sabes cómo lidiar con la gratitud infinita. Constante. Per ma nen te.
¿Cómo pagas una deuda de esas ahora que no puedes meterle un balazo a algún forajido (o al sheriff)? Es difícil saldar esa deuda en el mundo moderno. Es difícil dejar ir a quien estuvo cerca y ya no lo está más. Pero le sigues debiendo. No puedes pagar la deuda, subirte a tu caballo y cabalgar hacia el horizonte.
La propia existencia cambia de nombre, de sabor y de música después de una experiencia así. Sospecho que no me iría bien en el lejano oeste, pero tampoco está muy sano lo de no saber si deberías escribir regular y seriamente a esas personas o simplemente deberías dejarles seguir su camino.
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