Es frecuente ver en la actualidad cómo la DIAN, que debería estar soportada por procesos técnicos robustos y servicios confiables (tal y como se lo exigimos a cualquier otra entidad que manipule nuestro dinero), se muestra terca, mediocre y conformista.
Sobran los análisis en los que despliegan un arsenal de leguleyadas para complicarlo todo, día a día, mientras ellos mismos hacen las cosas mal, de forma mediocre, constantemente mediocre. Todos están acostumbrados a que las herramientas y los procesos de la DIAN sean mediocres y ridículos, todos se preparan para sortear los innumerables problemas y las constantes fallas; hay una guía para saltar los obstáculos identificados de forma empírica y se pagan contadores para no caer en ellos.
Es popular el chiste en el que las personas y empresas tienen un computador muy viejo y sin actualizar (con actualización prohibida so pena de sanción) para poder usar los servicios en línea de la DIAN. Se promueve desde la DIAN el uso de versiones, tecnologías y procesos inseguros, casi como una antípoda a lo que la Superintendencia Financiera le exige a cualquier entidad financiera como estándares mínimos viables. Todo esto, sin embargo, es lo que se ve siendo un simple contribuyente menor; no sabemos cómo será la vida para las grandes empresas, los importadores, los exportadores o las demás entidades gubernamentales que tienen que interactuar con... ésto.
¿Cuál es el límite de la mediocridad? ¿Cuál es la justificación para tener algo tan poco útil y que sea lo único disponible? ¿Por qué se promueve la honestidad y la transparecia desde un lugar oscuro, difícil de discernir, proclive a generar errores en los usuarios y con políticas tecnológicas confusas? ¿Cómo puede demandarse la verdad de un lugar que se muestra a sí mismo a través de una imagen inconexa, inutilizable y mediocre? ¿Es esa la versión de verdad que busca la DIAN en los contribuyentes?
Cualquier producto de software tendrá siempre la misma disyuntiva: ¿mejoramos todo o hacemos cambios incrementales? Que, para este caso, es una falsa disyuntiva porque parte de una falsa premisa: que lo que existe actualmente ya funciona. No funciona, muestra mensajes de error de bajo nivel que no le dicen nada a un usuario, exige usar Adobe Flash en algunas secciones o simplemente no suma bien y genera recibos de pago errados (esto último puede ser problemático al intentar liquidar impuestos).
Sin haber estado allí jamás, de lejos todo se ve, huele y se mueve como un gran arrume de papel, casos de uso y papelería burocrática que justifica un producto de software hecho por cumplir, por evitar las multas y diseñado por abogados.