junio 29, 2020

Memorias de una hospitalización XIV

Cuando estaba aún hospitalizado haciendo todo lo posible para sanar una herida invisible a los ojos, hacía cosas que normalmente uno no asociaría con el que una herida interna sane. Uno cree normalmente que toca quedarse quieto y evitar que los tejidos se muevan. Uno cree que entre más tranquilo se esté, más fácil será todo. Al segundo día de estar allá metido, lo común es que todo el personal de enfermería y los médicos se empecinen en hacerte mover, sacarte de la cama tantas horas como sea posible y ver que te muevas por tus propios medios. Nunca solo pero siempre activo -a menos que algo duela-. Dándole espacio a las siestas cuando el cuerpo las pida.

Cuando me quebré un hueso en el pulgar de una mano, hubo una espera de dos meses antes de tener mi mano libre de nuevo. Una de las tareas que me devolvió la motricidad fina fue... jugar videojuegos con los amigos, tres y cuatro horas cada vez. O más. Jugar Winning Eleven hasta el cansancio (literal) para recuperar esa relación cercana entre el dedo oponible y los ojos. La terapia era sólo para recuperar fuerza, porque el dedo se movía a las mil maravillas (traqueando una que otra vez pero funcionaba perfecto sólo un par de semanas después).

Ahora que han pasado ya un par de meses desde que fui dado de alta, encuentro que el dedicarme a mantener mi casa limpia ayuda montones a recuperarme. Limpiar vidrios, trapear pisos, pasarle el cepillo a los baños. Todas esas cosas han hecho por mí tanto como si saliese cada día en la bicicleta o entrenara en el gimnasio como antes. Me siento un poco más hábil, un poco más fuerte, un poco menos endeble. He subido de peso y ha regresado el tono muscular a varias partes del cuerpo que lo habían perdido.

Todo esto que les cuento se parece mucho -creo yo- a la búsqueda por sanar un poco de la depresión. El camino pasó, entre otras cosas, por intentar cosas. Cambiar de estado entre no hacer nada y hacer algo, cualquier cosa. Estaba acostado en el sofá, mirando al techo y viendo cómo el crepúsculo me rodeaba de sombras siniestras, sin pensar en nada diferente a la tristeza, los recuerdos y los miedos. De repente tuvo sentido dejar de ver twitter y comenzar a preguntarme qué me gustaría hacer, casi como una extensión al preguntarme qué era lo que me gustaba hacer antes de todo eso. Antes del perro negro.


Los caminos para sanar suelen ser los más inesperados. Como que el cuerpo y todo lo que hay en uno está hecho para curarse en la medida en que le demos uso. En que volvamos a intentar algo, cualquier cosa. No creo tanto en el dicho ese que asocia el uso a la atrofia, pero creo firmemente que es más habilitante intentar y fallar estrepitosamente que quedarse mirando el atardecer desde la caverna.

junio 24, 2020

Memorias de una hospitalización XIII

Uno de los conjuntos de recuerdos que conservo de la hospitalización contiene todas las situaciones en las que uno de los tantos médicos que me atendía me preguntaba algo, me decía qué hacer o me decía qué no hacer. Te voy a poner un tubo en la tripa, te voy a sacar este otro tubo de la tripa, te van a poner una sonda por el pipí, te vamos a poner un catéter, te vas a quedar sin comer, vas a seguir sin comer otra semana, vas a tomar caldo de pollo, vas a caminar media hora por día, te puedes ir a tu casa. El personal de enfermería, en cambio, hace lo mismo. Te voy a poner esta medicina, vas a hacer esto hoy, me vas a avisar cuando te pase esto o aquello, es hora de bañarte, es hora de salir a caminar por los pasillos de la clínica.

¿Y qué hace uno? Decir que sí, responder las preguntas, hacer lo que dicen que uno ha de hacer. Creerles.

Uno está metido en una habitación de un hospital porque les cree a los que trabajan ahí. Supone que van a hacer todo lo posible para resolver el problema que uno no sabe cómo resolver, ese que uno tiene con su propio cuerpo y que definitivamente no entiende o no conoce lo suficiente para darle solución. O, posiblemente, requiere maniobras y procedimientos que uno físicamente no puede hacer sobre sí mismo. Aparte de todo eso, uno tampoco tiene acceso a todos los recursos que un hospital tiene, compra o produce para atender esta clase de problemas. Uno cree.

Si uno le cree a un político sobre procedimientos médicos, hay serios problemas. La fe involucrada seguro nace de la necesidad de pertenecer -a un grupo con alguna idea en común-, de la necesidad de creer para no sentir desesperanza o de la necesidad de decirle a otros que se tiene una opinión y que ello hace necesario que otros escuchen. El político sólo trata de conciliar cosas; el médico tiene como único objetivo el que una persona supere una condición médica (o fallezca de forma digna) sin dolor.

Es por todo eso que las políticas de salud pública las deberían lidiar médicos y otros especialistas que no sean políticos ni economistas. Dirán que se necesita al menos un economista. Diré que los economistas sólo creen en modelos caducos y a duras penas logran ser profetas del pasado o del futuro que obligan a ser desde sus políticas de mierda.

Como adenda, diría que los argumentos de superioridad moral son particularmente estúpidos al hablar de la labor médica / de salud pública y la prueba son los miles de muertos que han quedado en el camino de los que han puesto las chequeras por encima de los enfermos.

junio 22, 2020

Carné (feminista)

Hoy aprendí lo que significa TERF. ¿Recuerdan cuando les decía que el feminismo no es un certificado de conducta? Pues bien, TERF es sólo otro aspecto de ello. Así como nos asombra la cara de muchos israelíes que tratan a los palestinos como en una interminable noche de los cristales, más de una persona definida o autoproclamada feminista no tiene lío en desconocer la vida y elecciones de otro grupo de personas. Como esa persona que sufre y se encarga de hacer sufrir a otros para desquitar de la vida o para no perder. Creyendo todos, siempre, que la vida es un juego de suma cero, en el que se gana lo que otro pierde.

Pues bien, hay personas a las que les salta el sellito de TERF porque excluyen a las personas transgénero de la conversación sobre la necesidad de convivir todos en la buena. Es similar a tantos otros espacios donde se ha visto que el feminismo blanquito o adinerado no cubre las necesidades de las mujeres pobres, latinas, negras, inmigrantes, musulmanas y otras muchas distinciones que no implican dejar de ser mujeres y querer que el feminismo también les hable y hable de ellas. Como siempre, nadie dice que no se pueda pensar lo que se quiera; que el lío está es en albergar creencias o publicar cosas que nieguen libertades, derechos o la más mínima dignidad a otros, que inciten odio y rechazo a otros. No suena divertido creer en cosas que impliquen la desaparición -necesariamente violenta- de personas.

Súmenle el volumen. La amplitud. El alcance. Una cosa es que Gwyneth Palthrow use su fama y le saque dinero a señoras adineradas diciéndoles que se conecten con su vagina, y otra muy diferente que J.K. Rowling le niegue el derecho a ser y existir a todo un segmento de la población sólo porque ella quiere seguir creyendo en lo que cree sin que nadie le demuestre lo contrario, so pena de sentirse censurada. Armando a un montón de gente con argumentos falsos y mediocres para sustentar sus ejercicios de discriminación (como una de sus amistades, a quien defiende porque no le dejan decir que las personas transgénero son depravados y su expresión es realmente un fetiche).

Aquella, la actriz, no le niega derechos básicos ni fomenta el odio hacia nadie (si acaso matricula a gente boluda en la onda antivacunas, pero ese es otro asunto). La escritora hace todo un ensayo en el que explaya sus miedos y argumenta usando ejemplos pobres -o sea, escribe como estudiante de ingeniería-, sin incluir jamás el contexto y apuntando a salvar sus amistades (junto a sus creencias más arraigadas) sin tomarse cinco minutos siquiera para debatir unas u otras (así sus amistades sean abiertamente violentas y sus creencias le nieguen aspectos básicos de su condición humana a un montón de personas).

Como vi en algún video hace poco, uno podría compartir las desafortunadas palabras de Mrs. Potter, pero siempre será mejor compartir algo que sí nos parezca adecuado. Por eso este post tiene un único hipervínculo que comparte una historia más adecuada, justa e informada. La señora escritora ha debido leerse y ver que, al final, nada bueno sale del quedarse en el miedo a los demás.

junio 11, 2020

Ranthought - 20200611

Las personas no escuchan con suficiente atención. Es por eso que se dejan llevar por la facilidad aparente de algo e ignoran los riesgos. Es un sesgo conocido, en el que se amplifica la voz de todo lo que está de acuerdo con la opinión propia y se acalla lo que la contradice. Desde 2004 tengo claro que las votaciones electrónicas son una pésima idea, una que debería ser llevada a un desierto para ejecutarla y enterrarla en algún paraje sin nombre. Pero en EUA, donde todo está más caliente que sancocho costeño, les pareció buena idea permitir las votaciones por Internet. Esto sólo le suma a todo lo malo de una votación electrónica, el que se haría a través de dispositivos posiblemente comprometidos, pasando por redes llenas de gente intentando hacer el daño, llegando a servidores expuestos a todos los bad hombres del mundo.

Y ya que hablamos de la Internet, todos aplauden los resultados financieros de Zoom pero no tantos se fijan en sus aproximaciones al uso social de su tecnología. Cobran por ofrecer la seguridad mínima en sus canales e intervienen en sesiones de carácter político sin una orientacion clara sobre el porqué. Sólo se sabe que hacen lo que el gobierno de EUA les pide que hagan (no darle escondite a los terroristas, diría el Cheeto) sin mucha consideración por sus usuarios legítimos.

Lo más fresco

Ranthought - 20241121

En el mismo sentido del otro post , hoy me cruzo con otra idea relacionada. Hace quince años, todos editábamos archivos de texto, creados co...