febrero 06, 2019

Ranthought - 20190206

En algún momento, muchos comenzaron a preguntarse si el modelo de Amazon para vender libros digitales tenía sentido. Específicamente, comentaban cómola propiedad del bien adquirido se diluía hasta volverse puro éter. Se compraba un libro pero el libro no existía. Se compraba el libro pero el libro dejaba de existir si la cuenta en Amazon se cerraba.

Se vendía el acceso a algo que podía estar disponible hasta el fin del los días, del usuario o de Amazon. Pocas cosas más intangibles que esa. Todo depende, entonces, de que el usuario quiera tener o simplemente poder ver el libro en cuestión.

Ahora mismo el software, arquetipo de lo intangible desde su origen, recorre exactamente el mismo camino. Resulta que el software por el que pagamos ya no nos pertenece. Es una forma extraña de ir en contra de todo lo que el movimiento Open Source nos ha dicho hasta el cansancio. Las licencias para compartir y redistribuir el software. Todo eso se vuelve humo y ahora los proveedores nos ofrecen sus productos por una (no tan) módica cuota mensual. Así como el libro se convirtió en un pago por poderlo ver, el software se volvió un pago por el servicio, por el uso del software durante el período de tiempo autorizado. Puedes utilizar los archivos que generas con este software siempre y cuando pagues por nuestro servicio.

A la mierda se fue todo el discurso de la tecnología como factor de igualdad. Como para quitarle las alas (de cera) a la cháchara de la economía naranja.

Supone uno que, con cosas como el bloqueo completo de un río mayor en las noticias, lo siguiente será cobrar por no morirse deshidratado como siguiente etapa del cobrar por el agua potable.

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