Hace ya un rato que estoy jugando Gran Turismo Sport, la última entrega de la saga de juegos en los que se conducen carros reales en pistas reales y en condiciones reales. Un simulador. Lo compré el día que salió a la venta; en la misma compra pedimos dos ejemplares, uno para mí y otro para mi roomie. A ambos nos trae muchísimos recuerdos de cómo disfrutamos jugar -hasta el cansancio- las entregas anteriores, así que era apenas obvio que íbamos a seguir con la ahora tradición.
Gran Turismo se distinguía de otros juegos para PlayStation 1 por el nivel de detalle en los carros, las pistas y la banda sonora (Garbage, Foo fighters). El sonido de los motores era similar al real (después sabríamos que grababan el sonido de cada motor), el comportamiento variaba de una pista a otra, los ajustes a los componentes modificaban el comportamiento del carro en pista, las pruebas eran retadoras (comenzando por las licencias de conducción). El juego era, todo él, un enorme reto al jugador consumado, demandando horas y horas de juego.
Las siguientes versiones del juego mantendrían esa idea, añadiendo más carros para elegir, posibilidades de personalización y precisión en los detalles (v. gr. ahora grabarían los sonidos del motor cada 1000 rpm para ofrecer un sonido más fiel a la realidad). No era un juego para pasar las pruebas sin más: el jugador estándar mostraría con orgullo que superaba las pruebas con excelencia, en menos de cierto tiempo. Que su garage contenía este carro y aquel, ajustados de esta forma y aquella. Lograr esas cosas implicaba comenzar de forma humilde: comprar un carro viejo/usado y practicar en carreras cortas/pistas más simples que daban unos pocos créditos por vez; ganar las mismas carreras cortas una y otra vez hasta que se recogían los créditos necesarios para comprar una parte o hacer una mejora al carro viejo/usado. Reducción de peso, un ECU nuevo, un exhosto a la medida, mejores neumáticos, un intercooler, una suspensión para competencia. Luego venía ajustar cada parte nueva en las mismas carreras cortas hasta entender cuál era la mejor puesta a punto y, ahí sí, intentar alguna carrera un poco más difícil. Perder y perder, recoger los créditos que da quedar segundo o tercero o cuarto, una y otra vez, ganar al fin y poder comprar un carro nuevo. Uno no tan bueno, no tan reciente. Comenzar el mismo ciclo de recoger créditos para mejoras, mejorar el segundo carro hasta que se pueda ganar la carrera un poco más difícil (y que ojalá dé un carro de premio). Ganarse el premio varias veces y vender el/los carros.
Llegué a tener 80 carros en el garage, todos ajustados y afinados para competir en pistas de carrera o rally. Tuve todas las licencias de conducción de los juegos, (C, B, A, Superlicencia de piloto) con las pruebas superadas con trofeo de Oro (es decir, con tiempo de sobra siempre). Si algo sé es que se requería ser paciente, obstinado y resistente a la frustración. Resistente al ver cómo los tres primeros se alejaban de a un segundo por vuelta; que ya los alcanzaría en otra carrera, dentro de cincuenta carreras. Cuando tenga el motor en Stage 3, van a ver. Por ahora seamos el mejor del resto, aprendámonos la pista, mejoremos mi propio mejor tiempo. Corramos otra vez. Otras diez veces. Veinte. Cincuenta.
Pues bien: algo de esto en el nuevo Gran Turismo Sport era más o menos así, retador y demandante. Hasta que, en una actualización que se instaló en línea al mes de liberar el juego, cambiaron la dificultad de muchas pruebas y todo se hizo más fácil. Con menos penalidades y penalizaciones. Además, el juego regala un carro cada vez que se corre más de ciertos kilómetros (42) en un mismo día, así que se puede tener un garage lleno de opciones sin ganar nada. Sin esfuerzo. El juego simplemente quiere que la gente corra carreras en línea y que esté lista para hacerlo sin más. Sólo con comprar el juego y jugar unos días ya tendrán carros con los que podrán ir a jugar contra otros seres. Los ajustes son menos precisos y las mejoras son más rápidas, más fáciles de obtener. Todo tan a la mano. Sin cansancio, sin esfuerzo, sin perder muchas veces para llegar a ganar. Sin frustración.
*
Qué triste resulta ver que todo en el mundo actual protege a los adolescentes y jóvenes adultos de la frustración. Porque, además, es a ellos a quienes les quieren vender cosas, así que es necesario respetar el que no les interese comprometerse con nada, que asuman la frustración como algo personal, que asuman la realimentación de cualquier tipo como algo personal y elijan siempre salir corriendo. Que el mundo sea algo personal y nunca salgan de esa etapa que solemos abandonar a los seis o siete años, esa en la que el mundo existe en tanto está alrededor mío y todos saben o deben saber lo que estoy pensando. Esa que abandonamos al aprender que los demás piensan de otra forma y no saben lo que yo pienso, en la que aprendemos a decir mentiras porque podemos.
Qué triste y qué frustrante es el mundo en el que todo es posible, todos tus sueños se harán realidad y el universo conspira para que suceda. Y todos (los godos) preocupados dizque por el rayo marica.
enero 11, 2018
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