mayo 04, 2017

Ninja

Una de las partes más importantes del entrenamiento para ser ninja es el ser uno con la lluvia. Ser parte de la lluvia. Fluir, llegar de repente, caer y avanzar a pesar de la resistencia presentada por parasoles, toldos y paraguas. Caer, rodar y seguir de largo para mojar a alguien más, fluir y empaparlo todo, zapatos porosos y pantalones de algodón, sacarle provecho a la capilaridad y ascender hilo a hilo. Arrastrar la mugre, la mierda y las hojas a su paso, discurrir y perderse de vista en un instante.

Mi entrenamiento básico pasa por caminar bajo la lluvia. Aunque suene simple, está lleno de retos propios de un ninja entrenado. Evito los pozos de agua que no fluyen para no delatarme. Esquivo sombrillas y paraguas con sus mortales brazos de aluminio que se mueven a baja altura y sin un orden claro, pasan justo a la altura de los ojos y rozan las sienes goteando agua. Preveo el paso de los autos que intentan salpicar a quienes caminan por la calle. Abordo buses sin que me caigan goteras que se derraman desde algún resquicio de la puerta. Paso bajo claraboyas viejas y llenas de goteras que buscan sorprender a los pasajeros desprevenidos.

-Be water, my friend- dijo el maestro. Be like the rain, debió añadir.

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