Un cómic ñoño decía que uno debería vivir más como un niño de tres años e incluía entre los quehaceres propios de esa edad, el hacer saber cuando se estaba triste.
¿Hasta dónde es uno el que arrastra a otros al foso en el que uno está de huésped? ¿Hasta dónde otros deciden y aceptan, conscientemente o no, bajar y sentarse ahí en un rincón?
Pareciese que la tristeza es tabú y uno es un completo irresponsable al dejar que se derrame por ahí en la calle o en cualquier parte. Y sobre todo, que si alguien se siente mal al interactuar con esa tristeza, la culpa es de uno por dejar que fuese visible.
«Use su tristeza con precaución»
PD. El cómic ñoño del que hablo es este aunque sea complemento de este otro.
agosto 12, 2013
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