junio 30, 2015

Snapshot


Fotógrafa

Desde hace un tiempo, pareciese que muchos ansían tomar una foto o un video de cualquier cosa. Compartir lo que están viendo. Es una nueva forma de relato, compatible con la naturaleza instantánea de casi cualquier interacción hoy. Algo habíamos dicho ya al respecto por acá.
Así como las redes sociales se hacen extensión de lo que se hace cada día, las fotografías se vuelven un complemento del gran relato en curso, de la larga historia colectiva que nadie lee y todos revisan en sus notificaciones.

Hay quejas por todas partes donde nostálgicos y puristas se quejan sobre el uso que se da a la fotografía y lo banal que resulta, casi espuria. Los teléfonos móviles ponen todo el oficio en manos de cualquiera y permiten jugar con ajustes y filtros sin entender en absoluto de dónde vienen tales ideas. Los eventos masivos se convierten en olas de pantallas encendidas, todas buscando recoger una imagen que irá a dar a las notificaciones de otros, acompañada de alguna frase ingeniosa o de algunos emojis.
Ya hablan de la muerte de la fotografía aunque suena un poco drástico. Que haya cien millones de imágenes cada día con gatos, playas y platos de comida no debería llevar a predicciones catastróficas. Hay cien millones de videos porno de acceso gratuito y nadie está gritando sobre el fin de los tiempos.

La fotografía para mí es, ante todo, paciencia. Hablo de la fotografía como oficio, como una tarea a la que se dedica tiempo, no a algo que sucede dentro de otra situación. El "ojo fotográfico" espera una iluminación, una hora del día, una postura, una mirada o una composición. No tiene afán, no tiene hambre ni se cansa (eso lo siente uno después, cuando descarga la maleta con lentes). Eso es lo que me ha quedado de dedicarle tiempo a tomar fotografías, aprender a hacerlo. Además, ¿quién soy yo para decidir quiénes tienen derecho a tomar fotografías?


¿Quién se detiene a mirar en Instagram lo que compartió hace dos años? ¿Quién revisa las primeras diez fotos que subió a Facebook? La motivación de quien comparte fotos varía pero siempre pasa por contar una historia. Muchas veces es una historia alrededor de sí mismo. Yo estuve, yo vi, yo fui, yo hice. Las fotografías que se toman como oficio también tienen una historia detrás, pero la historia le pertenece a ellas, no a uno. El fotógrafo se convierte en accesorio de la historia y la fotografía, en protagonista.

Algo bello hay en vivir tomando fotografías; no me resulta tan agradable el andar perdiéndome de lo que vivo por tomarle fotografías. Creo que es la diferencia más importante.

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