junio 12, 2015

Surname


Replicar figuras

Desde que entré al colegio, siempre ha habido alguien que encuentra raro o gracioso mi segundo apellido. Hasta cuarto de primaria era común que alguien lo reemplazara por salero, salsero, salsudo y otros tantos que no recuerdo. Para mí, el apellido de mamá tiene un significado especial desde que descubrí que me ata a la abuela de una forma inesperada.

Mi mamá fue bautizada antes que los abuelos se casaran. Como era de esperarse, el cura de turno se rehusó a ponerle el apellido del abuelo; como en ese entonces las partidas de bautismo eran más fiables que el registrador del pueblo, mi mamá siguió llevando el apellido de la abuela sin más.

Sé que mamá molestaba al abuelo y le decía que obviamente ella era recogida. Él siempre se apenaba y le ofrecía cambiar todo, arreglar todo. Ella se reía y le decía que no había nada que arreglar, Ciertamente no había nada que necesitara arreglo. Mamá se casó y se puso el "de alguien" a la vieja usanza. Tuvo hijos y los registró con su apellido, con el apellido de la abuela. Me dio el apellido de la abuela mientras mis primos se identificaban a sí mismos por el apellido del abuelo.

Cuando nos pasamos a vivir lejos del resto de la familia, el alejamiento se hizo físico. Yo no estaba con ellos ni era como ellos. Yo era el primo que veían un par de veces al año, a veces menos. Sin buscarlo, esa diferencia sencilla se hizo real y enorme, casi insalvable. Aún ahora es extraño interactuar, compartir cosas con personas a las que no conoces tanto.

Cuando murió la abuela hace un mes y medio, uno de los requisitos que ponen al hacer los trámites relacionados con la muerte es compartir un apellido con la persona muerta. Ninguno de mis primos podía hacer nada, sólo yo podía hacer uso de aquel apellido, esa herencia inusual.

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