agosto 12, 2025

Bot

Y es entonces cuando todos estos seres que se la pasaban leyendo, viendo y oyendo historias sobre el romanticismo de comienzo del siglo veinte, se vieron ellos mismos inmersos en un parche de gente que se niega a usar la mugre que otros denominan progreso.

Porque ya no se trata de gastar menos tiempo, menos personas o menos recursos. Es la falsa economía del pensar menos. Misma promesa del tener más tiempo para ser feliz.

La felicidad que da tener menos agua y menos recursos disponibles. Porque tenemos un complejísimo entramado de cosas -que se consumen el mundo- hechas para poder decirle a alguien en su dispositivo móvil, cuál es el resultado de una suma. O una receta de pasta carbonara con la cantidad de ingredientes necesaria. Es como un mal cuento de Bradbury, donde la súpercomputadora de turno es una mofa a sí misma. Es la versión irónica de todos los cuentos sobre el modernísimo futuro, en los que no hay un éxito abrumador y el absurdo está presente como contexto del cuento, no como giro dramático. Las máquinas le roban, sin saberlo, el sentido del absurdo al humano protagonista.

Están todos esperando a Godot y ese man nunca llega porque no existe más allá de sus sueños. Aunque uno no sabe cuál es la peor opción: el tecnooptimismo desbordado de hagamos algo que nos dibuje un patronus con drones o los tecnochorros que venden humo sabiendo que es humo y usando mercadeo básico para inflarlo todo. 

Si tan sólo se robaran también el destino trágico -del héroe- sin arrastrarnos con ellas. Un gran despeñadero del destino en el que nos lográramos desprender de toda esa mugre sin morirnos en el proceso.

No demora en salir alguien a lo Fritz Lang, haciendo algo que represente el profundo malestar global alrededor de esta puta burbuja. Y, si queda alguien, lo entenderá en 80 años y lo celebrará. Y seremos esos bobitos de turno, ingenuos pero bonitos.

Veremos. 

mayo 23, 2025

Photojournalism

Hoy todos estamos lamentando que Sebastiao Salgado ya no esté más. Pero al mismo tiempo estamos todos hablando de cómo está presente todo el tiempo en el fotoperiodismo. En la fotografía como oficio. En la fotografía como arte. En la condición humana. El man siempre está si uno ha pasado de alguna forma por la historia de la fotografía o por el oficio de tomar fotos.

Creo firmemente que el ejercicio de salir y tomar fotos nació de la profunda necesidad de capturar historias. Hacer visibles cosas, como lo vi en Salgado y en Vik Muniz. Hacer visibles personas. Pero al mismo tiempo, si hace uno una revisión detallada de mis fotos, siempre he vivido la disyuntiva de querer mostrar sin ser invasivo. La gente sale entre sombras, de espaldas, cosas así. Y genuinamente no sé si eso está bien o lo hago mal o qué hacer, pero lo sigo haciendo porque supongo que soy yo reflejado en esas fotos de otras personas y otros lugares.

Siempre he querido hacerme a alguno de los libros de Salgado. Nunca me he atrevido a comprarlos porque siento que representan un montón de cosas y que tal vez los vuelva un commodity si los tengo en la casa. Tal vez si los mantengo más como recuerdo y menos como posesión, se mantienen en la lista de criterios para tomar una foto y menos como inventario de pertenencias. Porque esa vuelta es muy grande para pertenecerle a alguien.

¿Cómo hace uno para abarcar lo que representa Salgado? Desde la intención -lograda- de representar las cosas importantes en el mundo, las que todos deben ver, hasta la renuncia absoluta a pertenecer a ese mundo y, en cambio, intentar crear uno diferente. Otro, uno que viva sin interactuar con aquel que se resiste a cambiar o mejorar.

Supone uno que esa es la función del arte también. Propagar la intención. Y este ser lo logró sin emitir una sola palabra.

enero 22, 2025

(To leave) behind

Ya hablábamos antes de cómo el dejar ir es un regalo.

Bueno, ahora corresponde hablar de cómo eso es un regalo para uno mismo, a veces.

Pero no es posible que alguien se siente con uno a tomar café, uno le cuente la historia del consentimiento, la inconsciencia propia y el sexo sin que uno dé consentimiento explícito, para que ese alguien simplemente diga Nah, eso seguro se lo soñó, eso no puede ser. Y siga, sin más.

Si yo fuese una mujer, esa misma persona habría salido a indignarse y toda la mierda. Pero soy un man y pues, es imposible que a uno lo violen. ¿No? Deje así, fue un mal sueño. Sea varón.

El carné de feminista no es certificado de buena conducta, ni el ser buena persona implica necesariamente que sean justos con uno, ni una persona inteligente es necesariamente feminista. Y así.

Entonces, ahí uno deja ir a la gente que no lo cuida. Porque se entiende que esa emoción que se tiene asociada a esa persona es de disgusto. Enojo y decepción. E igual que en los otros casos, uno no necesita un discurso ni una justificación; uno simplemente va cerrando puertas y ventanas de esa fachada hasta que ya no se extraña nada.

A la mierda.

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