julio 30, 2024

(To) entrench

El arraigo es un poco aceptación o resignación, dependiendo de las emociones que rodeen las decisiones. Es dedicarse a un huerto, como los recolectores que se hicieron sedentarios, pensando que así la vida era más viable, llevadera y con más tiempo para otras cosas -como pensar y dibujar-.

Ese huerto puede ser literalmente un huerto. O un puesto de tacos en la esquina del barrio. O un camino entre la parada del metro y la casa. Puede ser el vendedor de mazamorra que pasa siempre a la misma hora, el atardecer detrás de las mismas montañas. O la misma cuadra en los suburbios con la misma HOA y los mismos muchachos montando cicla por la calle. Lo que sea que represente establecerse y arraigarse. Pertenecer y sentir que nos pertenece -que no legalmente, pero sí nos ocupa su existencia en nuestras vidas-.

Es aceptación o resignación en tanto se aceptan o se resignan todas las cosas que no pueden ser. Los sueños inviables o incompatibles con lo que sí existe. La vida que es real negando la vida en sueños, para dolor de Calderón de la Barca o de Bretón. Ya no se pudo vivir la experiencia juvenil en algún diminuto apartamento en tierras lejanas; bien puede ser la experiencia menos juvenil en una casa en otro lugar de clima caliente y fruta abundante. Ya no se pudo lo de ser académico reconocido; bien puede ser lo de ofrecer un lugar sano a otros como líder de un equipo de trabajo altamente especializado. Los deberes de familia no permiten la vida nómada; bien puede hacerse uno un espacio feliz para estar mientras se hacen las cosas que demandan atención y cuidado.

El arraigo es posiblemente, el ejercicio más decidido de aprecio al presente. Valorar lo que hace tiempo se antojaba impensado y que, si tuvimos algo de suerte, encaja un poco con lo que soñabamos alcanzar o vivir. E incluso si no encaja, tal vez represente algo de la felicidad y la paz de espíritu que deseábamos alcanzar.

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