La gentrificación del campo.
Las carreteras bien demarcadas y sin baches, una cosa impensada hace treinta años cuando se necesitaban para sacar lo que se había cultivado o la leche recogida. Muchas señales de tránsito que antes no existían (y tampoco se habían usado mucho).
Más carros particulares, menos buses, buses más pequeños. Porque antes todos sabían a qué hora pasaban los buses, que seguían un horario para cada empresa. Lo único que podía demorarlos era alguna falla mecánica o algún problema en la vía. Paraban a veces frente a la casa de los tíos en los días más calurosos, buscando añadirle agua al motor para evitar problemas al subir, sacandola de una alberca que alguien puso a la vera del camino.
Las veredas más populosas tienen paradero de bus en la carretera demarcada. Eso implica un andén y unos reductores de velocidad. Es una versión de progreso extraña para una pequeña carretera rodeada de montañas y de un valle profundo.
Los ciclistas suben y bajan por la carretera. Ciclistas que van cada uno en una bicicleta más cara que las casas viejas que sobreviven alrededor de la carretera. Uniformes coloridos y bicicletas ultramodernas, ráudas y silenciosas; ya no se ven bicicletas viejas llevando uno o dos cantinas de leche cruda. Mucha menos gente caminando junto a la carretera, muchísima menos gente a lomo de mula o de yegu,a yendo de una vereda a otra para arriar o mover animales de un terreno a otro.
Carros y camionetas más lujosos, con remolques que llevan bicicletas caras o cuatrimotos. Caravanas de carros que van camino a alguna finca con piscina y numerosas comodidades. Restauantes caros a la orilla de la carretera donde los carros lujosos se detienen para almorzar. Sólo los más viejos saben cuáles son los que han estado siempre y son buenos sin cobrar un montón de dinero para demostrarlo.
Casas de verano y fincas de recreo. Casas con ventanales de doble altura, pastos podados y trabajos de paisajismo en el terreno frente a la entrada. Terrenos sin cultivos, sin animales de granja, limpios y decorados. Conjuntos de casas con vigilancia privada. Nuevos ladrones, menos cuatreros y más apartamenteros. Más inseguridad. Mejor conexión a Internet.
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