Ahora que salimos a la calle de nuevo y nos cruzamos por el camino, pareciera no haber más que historias tristes. Todo lo que tenemos para compartir son historias tristes. Propias o ajenas, relacionadas con nuestro barrio, nuestro trabajo o con nuestra familia. No hay nada más que un duelo colectivo, un lamento de todo lo que dejó de ser, estar o suceder. De todas las situaciones insoportables y de todas las tristezas que aún no terminan.
Debe ser el primer duelo en la historia humana en el que no nos podemos abrazar para sobrellevar la tristeza y la nostalgia.
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