Ya vamos en septiembre dentro de este 2020, ya salieron las paletas Drácula y todos se preguntan cómo es posible que ya vayamos en septiembre. Hace un instante estábamos todos escondidos en casa y hace un par de días recién llegaban de China las noticias del virus que estaba contagiando y matando gente. ¿Por dónde se escurrieron todos esos ciento ochenta días que pasaron y de los que aparentemente no supimos nada? ¿Se acabó ya este año y no se hizo nada?
He creído siempre que esto normalmente pasa por la incapacidad que tenemos de identificar momentos memorables, hitos que marquen el camino recorrido a forma de mojones, dando idea de la distancia recorrida en el camino, permitiendo medir por aproximación. Si veo una hilera de casas, puedo decir que algo está a una, dos cuadras, un kilómetro o diez. Si sólo veo la llanura infinita hasta el mismísimo horizonte, no tengo nada con qué comparar el camino, no tengo nada que contar sobre los pasos que ya di, todos cancinos sobre el mismo polvo y la misma hierba, cada uno dejando la misma huella que bien podría ser igual a la anterior, bien podrían ser todas la misma huella y la misma hierba, como una antípoda del río de Heráclito en la que todo es efectivamente lo mismo, siempre. Teseo seguro viene hoy y me levanta a pata por ponerme en estas.
Yo, como persona que sueña despierta cuando le dan tiempo suficiente, puedo decir que cada año y cada día bien puedo estar viviendo todas las vidas posibles. Me conmuevo casi hasta las lágrimas con las imágenes tristes a las que llego sin moverme de la silla, me alegro hasta el infinito con ese trofeo que no llega a moverse de la vitrina ajena. Se mantienen todos estos sueños vívidos casi con la misma intensidad que los recuerdos reales, pareciera que citan a Bretón y preguntan por qué asumo que son menos reales. Que si acaso les dediqué menos tiempo o menos del espíritu cuando los traje a mí.
Si lo memorable es lo emotivo, ¿será que se nos queda pendiente lo de sentir cosas más a menudo para llenar el andar de recuerdos? Como si le dejáramos el camino de migajas a los recuerdos, esperando que vengan a visitarnos de vez en cuando y nos entretengan en los días aciagos.
La vida es también sueño, podría decir hoy Calderón de la Barca.