noviembre 22, 2019

Kitchen aid

Lo que tuvo de espontáneo el que la gente saliese anoche a hacer ruido, me dejó una única idea en la cabeza que no logro llevar a ninguna parte.

Hay acá un montón de personas que necesitan no sentirse solas en su desazón, en su desesperanza y en su frustración. En su enojo, inclusive. Escuchar otros ruidos en el mismo edificio, en la misma calle o en el mismo barrio. Sentirse acompañados en la necesidad de dejarlo salir. Convertirlo, sin planearlo, en una nueva manifestación de lo mismo que otros tantos habían hecho saber durante el día. La insatisfacción generalizada y el descontento con la aceptación tácita de tantas cosas que se han intensificado.

Aún en el corazón de duquelandia, las calles de camionetas grandes y privilegios aún más grandes, incluso allí salían a los balcones, luego a las calles y de ahí a las avenidas. Un perfecto desconocido que llegó diciendo ser presidente de todos y hoy no gobierna para nadie, ese es el que hoy parece no entender la situación y tampoco logra hacer algo en su rol de relacionista público para mantener a gusto a nadie en este berenjenal.

Comentaba con alguien que somos una minoría muy ruidosa. Ese alguien me responde que posiblemente no seamos minoría y que ahora se han sumado quienes vivían con miedo de la guerra de antaño. Quien sabe. Ojalá.

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