noviembre 28, 2019

Calculation

En otra vida, recuerdo cómo L. se la pasaba sufriendo porque no tenía una calculadora científica. Una de esas que costaban mucho dinero y hacían cuanto cálculo uno deseara.

Desde el futuro se hace difícil justificar la necesidad de tener un aparato dedicado exclusivamente a hacer calculos matemáticos. Pagar cientos de dólares por un aparato que sólo calculaba sumas, restas, senos, cosenos, derivadas, integrales. En perspectiva, se siente raro ver la necesidad de recurrir a diversos elementos para hacer tareas que ahora se resuelven con un mismo aparato debidamente programado. ¿Les suena familiar?

Esas calculadoras avanzadas hacían de todo. Yo vi una con todos sus accesorios, inclyendo un radar que permitía tomar mediciones y graficarlas al instante (ahí tienen su gráfica de caída libre o movimiento uniformemente acelerado, por ejemplo) . Cuando calculaban integrales usando métodos numéricos, mostraban un elaborado mensaje en pantalla que decía Calculating... y todos nos sorprendíamos por el cuidado en el detalle para evitar resultados inesperados.

Resulta ser todo un mercado de gente a la que no le dejan sacar el libro ni el portátil en los exámenes.

Yo nunca usé nada diferente a la calculadora de veinte mil pesos que calculaba el seno de 30 o la tangente de 45. Esa que uno compraba en el puente peatonal frente a la universidad y con la que uno masticaba números para resolver los ejercicios de métodos numéricos. Más allá de eso, todo lo resolví con C++, luego con Java y luego con Matlab. Un amigo, mucho más hábil en el uso de Matlab, afirmaba que un buen examen final debería ser el poner a un estudiante en una isla desierta y buscar que lograra regresar usando sólo Matlab. Suena plausible.

Para otros, sin embargo, todo pasaba por sus calculadoras muy caras y las fórmulas de MS Excel. No sé cuántas macros ayudé a arreglar, pero sí recuerdo que fueron las suficientes. Distribuidores se paseaban entre las universidades ofreciendo sus calculadoras en oferta (ya no muy costosas, sólo costosas). A menudo L. se sentía frustrada porque los demás tenían una y ella no. Creo que al final de su pregrado ya sólo usaba en cu portátil unas librerías específicas en Python y, como no, Matlab. Un gasto muy alto, en tan solo un par de años, se convirtió en un bello adorno para el escritorio.

Al final, todo me lleva a recordar un examen final de Métodos Numéricos que cuidé años después de ver ese curso. Durante todo el semestre habían tenido talleres para crear sus programas que calcularan una y otra cosa usando los algoritmos aprendidos. El examen final era usar todos sus programas para hacer una serie de cálculos y presentar un informe. Tenían un computador con acceso a la Internet y nada los iba a salvar si no habían hecho el trabajo previo y entendido cómo usar las cosas. Creo firmemente que de eso se trata, no de masticar números para llenar espacios en blanco.

Eso y que logres que un computador haga lo que le digas. Yo ya voy en que me pague el arriendo, la comida de los gatos y los paseos por ahí.

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