febrero 27, 2018

Righteous

Hoy iba en la bicicleta por la trece y un carro blanco, de esos grandes y lujosos, decidió cerrarme el paso. Incluso teniendo otro carro delante que no lo iba a dejar pasar. No iba a avanzar más de un metro. Igual, prefirió acaparar el andén de repente, justo cuando yo estaba por pasar. Logré frenar e igual me golpeó con el parachoques en la pantorrilla izquierda. Me sacudí la mugre que me dejó el carro, me sobé y seguí mi camino. Ahora que recuerdo, algún viejo malparido atinó a decirme que le apurara, que pasara rápido porque le debió parecer que yo estaba estorbando.

La idea con la que llegué a casa es que El principal problema de todo esto está en lo incierto que es el obtener un resultado "deseable" al hacer las cosas de acuerdo a una escala de valores centrada en la cooperación, la solidaridad y el respeto por los demás. Alguien que no haga sus ideas relativas diría que "así yo lo haga bien, los demás me van a joder". Así yo coopere, me van a sacar de la fila del bus a codazos y empellones. Aunque M. se queje o no (o se vista holgado o no), los cincuentones machistas del centro le van a decir de frente que le están morboseando el culo, le van a decir que se calle y la van a amenazar con pegarle en frente de todos (que no hacen nada por ayudarla). Así yo vaya en la bicicleta y respete las normas que se definieron para ir seguros por la calle, los carros van a ir de forma imprudente y peligrosa porque NoSeaSapoHijueputa. Así yo respete a los demás en sus necesidades y motivaciones, muchos de los que están en la calle elegirán cagarse en mí si ven la más mínima posibilidad. Y no hay nada que yo pueda hacer para cambiarlo.

Una amiga me hablaba hace un tiempo de lo complicado que es todo cuando la gente le da al futuro un valor nulo. Cero. No importa ahorrar, cuidarse y cuidar a otros, cuidar las selvas, construir como colectivo. Es más barato en lo inmediato el no hacer nada orientado a algo de todo eso; es terriblemente más costoso cuando se calcula el valor presente tiempo después.

En este país se vive en una infinita suma de inmediateces, una densa bruma dividida en infinitos cortes sagitales que opaca el tesoro al final del arcoiris. Quiero irme a vivir en otro lugar, otra vez. Para no tener miedo, para no tener que sentirme vulnerable y vulnerado al final de cada día. Para no perder del todo la esperanza en los otros. Irme con M. a donde no haya tanto miedo y donde lo injusto no sea la norma.

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Estaba viendo The kite runner y, al leer los comentarios en iCheckMovies, encontré esto:

There is only one sin, only one. And that is theft. Every other sin is a variation of theft. When you kill a man, you steal a life. You steal his wife's right to a husband, rob his children of a father. When you tell a lie, you steal someone's right to the truth. When you cheat, you steal the right to fairness

febrero 26, 2018

Fashion

La moda no es arte porque no es universal. Es además, excluyente, pues se ufana de ser exclusiva; tampoco es práctica, pues no está hecha para ser usada. Es sólo un show caro que entretiene a los privilegiados. Ha sido vehículo de todas las expresiones del privilegio, de todos los mensajes que buscan hacer que lo presente perdure. Como no es arte, no tiene cómo buscar que algo mejore; no se revela porque sólo en la comodidad encuentra eco entre aquellos que le observan.

Algunos dirán que la moda es una expresión de la época. Y sí: es la expresión de lo hedonista que puede ser la élite económica de cada época. Nada más.

febrero 20, 2018

Ranthought - 20180220

Ahora hay una nueva app móvil para hacer seguimiento al trámite de la libreta militar. Sí, en Colombia todavía hay que pagarle al Ministerio de Defensa cuando uno no es apto para dar bala. Porque un rito de paso como hombre colombiano es dar bala o pagar por no ser capaz.
Supongo que también tecnifican el soborno al que nos someten a quienes tenemos que pagar más de un millón de pesos. Ya no nos tienen que llamar a la casa para citarnos con el mayor Equis, que amablemente nos ofrece ayudarnos a que la libreta salga más rápido.

No sé qué tiene menos sentido de todo en esa modernización de lo anacrónico.

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Compré una corneta de aire comprimido para la bicicleta. Ya se pagó al prevenir burradas de dos Uber, un Uber X y un peatón imprudente. En El Tomacorriente cuesta cincuenta lucas.

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¿Recordará Nelson el post en el que le dije que habría una película sobre el computador que ganó jugando Go? Pues ya existe y está en Netflix. :)


febrero 15, 2018

Pecueca

Poco a poco he ido desechando la idea en la que debo bañarme todos los días, meticulosa y rutinariamente. Ya sé bien que nuestros antepasados valoraban la limpieza, tanto los indios como los moros. Con seguridad, parte de los problemas en la Edad Media pasaban por la falta de higiene. Definitivamente, Pasteur aumentó la expectativa de vida.

Aún así, tanto talco, crema, champú y jabón se sienten un poco demasiado. El pelo no debe necesitar más de un par de lavados por semana (al menos para mí que ando en bicicleta y juego fútbol), mientras que el cuerpo no pide más que enjabonar las zonas más problemáticas (piés, axilas), day in, day out. ¿El resultado? Duchas significativamente más cortas, una piel menos reseca, un pelo más brillante y que se cae menos. Y no, eso no incluye cargar malos olores. Si acaso hay un poco más de olor a uno mismo, que no necesariamente es pecueca u olor a nalgas sin limpiar. Lo interesante es encontrar en otros una aproximación similar.

Lo anterior no se cruza con la necesidad de lavarse las manos después de cagar (por aquello de los retrovirus) y no justifica la epidemia de gel antibacterial con el que andan todos en el bolsillo (la colonia de bichos en las manos vuelve a su población habitual en una o dos horas máximo; es una simbiosis hasta bonita con la que cargamos queriéndolo o no). Todo sea por no premiar más esa vagabundería de las cremas que devuelven las axilas a su color natural, los champús sin sal y extracto de gusano de seda, los talcos para los piés y tantas cosas que viven de negarnos el derecho a ser animales andando sobre esta tierra.

febrero 07, 2018

Cliente

Ayer paré en el camino de regreso a casa para tomarme un café con M. Quedamos de vernos en un Café Quindío que queda junto a un supermercado y busqué dónde dejar la bicicleta mientras tanto. El único lugar diferente a un poste era el estacionamiento del supermercado, así que bajé al sótano y pregunté si había lugar para bicicletas. Una señora era la vigilante del lugar y me miró con seriedad durante varios segundos antes de responder. "Si viene a comprar, sí". Tras decirle tres veces que sí iba a comprar algo en el supermercado (que también era cierto), accedió a abrir el bicicletero, que estaba vacío.

Subí al supermercado y compré arena para los gatos. Sólo después fui al café a verme con M. por más o menos una hora. Al regreso, fui con mi factura al estacionamiento y la señora me recibió con que "esto es sólo para clientes", pues "esto no es para que lo use mas que mientras está en el supermercado". Eso sí, "no le digo que no sea cliente", me siguió diciendo mientras rayaba mi factura, "sino que esto es para que lo use 10 o 15 minutos, mientras está en el supermercado".  Me siguió diciendo mientras abría el bicicletero, que sólo tenía mi bicicleta, "usted se demoró lo que quiso y sólo necesitaba el parqueadero".

Y sí, necesitaba hacer más cosas además de comprar en el supermercado. Me pregunto, eso sí, qué gana la señora con cuidar que el bicicletero vacío sea usado sólo por 10 o 15 minutos, que es el tiempo que debe tardar uno en el supermercado. Regla que obviamente no se aplica a los carros.

País santanderista en el que todo aquello que no es negocio es además despreciable.

febrero 02, 2018

Sacol

Hay días en los que no siento nada diferente a que esta vuelta no tiene ningún sentido.

Hace unos días iba caminando hacia la oficina después de ir a hacer un pago al banco. Junto a la oficina discurre una calle estrecha, llena de huecos y muy transitada durante el día. Iba junto a esa calle cuando vi que, en la misma dirección que yo caminaba, iba un hombre de los que se dedican a recuperar desechos reciclables de entre la basura que todos disponen a diario. El hombre iba con su carreta llena de cartón, chatarra y desechos varios, halándola por la calle, pasando cada bache con cuidado de no voltear la carreta y con fuerza suficiente para salir de cada bache.

Caminé un poco más rápido y lo vi mirando al frente, mirada perdida, y parecía que dejaba salir un quejido agudo, un lamento constante mientras halaba y que salía como un murmullo amortiguado por el tarro de pegante que lleva agarrado entre los dientes. Salió del bache y siguió andando sin que le importara la fila de carros que estaba justo a su izquierda, a centímetros de su carreta. Siguiente bache, otro quejido, sale del bache, sigue andando.

Entré al edificio de la oficina pasando por la puerta automática y sólo pensaba en lo inútil que es todo. Ir, escribir código, compilar, pagar impuestos, andar en bicicleta o en bus. Nada de lo que haga o deje de hacer va a cambiar la vida de ese man. Ir y ofrecerle algo de comer tampoco cambiará nada e igual tendrá que seguir su faena, apaciguada por el sacol. Si le doy dinero sólo detendré la rutina un par de días. No sé de una vacante que no demande una persona altamente calificada, así que tampoco puedo sacarlo de su rutina para capacitarlo y que deje de ganar el dinero que necesita a diario. Igual, con los eventos recientes me alcanza la paga para cubrir todo y sobra muy poco. No tengo poder político o económico para cambiar permanentemente el destino del tipo que ya iba a un par de calles, o de cualquier otra persona. No hay camino pa ninguna parte.

La ruta simple para sobrevivir a esa falta de sentido de todo parece ser el gastar dinero. Rodearse de artefactos que amortiguen el murmullo de quejidos. Ya que no puedo hacer nada significativo, al menos vivamos una buena vida.

La ruta sensata pareciera ser el crear. Dejar salir todo el tiempo lo que uno tiene en la cabeza. Un dibujo, una fotografía, un escrito, un proyecto, un plan, un sueño. Crear como la única revolución posible.

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